Público
Público

Pensionistas de oro convertidos en pacientes de temporada

Los vecinos de San Fulgencio llegados de la UE colapsan su consultorio

VANESSA PI

En la sala de espera del consultorio médico de la urbanización La Marina de San Fulgencio, al sur de Alicante, se conversa en inglés. Una veintena de mujeres y hombres altos, de ojos claros y piel rojiza, esperan sentados. “La media de edad es de 65 a 70 años”, indica la enfermera. “Sobre todo trato a diabéticos, hipertensos y hago curas, aunque ahora lo común es la gripe”, explica.

Es diciembre y muchos llevan chanclas y los brazos descubiertos. “Hoy llevamos un retraso de hora y media”, explica la recepcionista del centro, “pero esto no es nada”, suspira. “Las citas se tardan en dar de dos a tres días”, explica. El centro tiene dos médicos que atienden a 2.500 pacientes cada uno. La cifra supera de largo el “cupo deseable, de 1.400 pacientes” e incluso “el habitual, de unos 1.900”, explica el presidente de la sociedad española de medicina general (Semergen), Julio Zarco.

San Fulgencio es un municipio partido en dos: tres kilómetros separan el casco urbano de la urbanización La Marina, un conglomerado de viviendas unifamiliares con jardín. Es el municipio español con más porcentaje de inmigrantes: casi el 70% de sus 9.597 vecinos (la media española no llega al 9%). La mayoría procede de países de la Unión Europea, de Reino Unido y Alemania, y casi todos están jubilados.

“Casi no bajan al pueblo”, dice Encarna, vecina del pueblo “de toda la vida”. Los vecinos de la urbanización tienen sus propias tiendas, bares y un consultorio médico, más saturado que el del pueblo: en el centro médico del núcleo urbano atienden a unas 1.600 personas. Hay un médico y un pediatra, que también pasa consulta a los pocos niños de origen europeo que viven en la urbanización.

Tarjeta sanitaria provisional

En un centro y otro sólo se atiende a los empadronados, que son quienes tienen tarjeta sanitaria. La mayoría de ciudadanos comunitarios tienen una tarjeta provisional, con la que se les asigna un médico de cabecera y se les sufraga las medicinas, en la mayoría de los casos gratuitas, ya que son pensionistas. Aunque este gasto corre a cuenta de la sanidad española, luego lo reembolsan sus estados de origen. Sanidad sólo asume los gastos de aquellos ciudadanos comunitarios que hacen la declaración de la renta y cobran su pensión en España. Entonces, tienen tarjeta sanitaria definitiva, como otro español. Son minoría, calculan en el consultorio.

“No tenemos ningún problema con ellos”, coinciden varios vecinos. Pero cuando se menciona que el Ayuntamiento prevé construir un centro de salud donde se atienda a unos y a otros, las sonrisas se rompen. “Dicen que será en la urbanización, y hombre…”, comenta una funcionaria que prefiere ocultar su nombre. Otra funcionaria apunta que aún no se ha decidido el emplazamiento, y que se estudia situarlo en un punto intermedio entre la urbanización y el pueblo.

Karl-Heinz Hribsek tiene una tarjeta provisional. Desde hace tres años pasa el otoño e invierno en la urbanización La Marina. “En Alemania hace mucho frío”, justifica en un castellano ininteligible mientras se frota las manos. De marzo a octubre está en Alemania, donde viven sus hijos. Esa es la norma en San Fulgencio. Sólo una minoría de parejas, como Carol y David, de 43 años, ha fijado su residencia definitiva en la urbanización. Su hijo, de ocho años, va a la escuela local. Él trabaja en un restaurante y ella es ama de casa.

Con intérprete a la consulta

Una nota en la pared del consultorio de la urbanización indica que quien no se pueda comunicar en castellano deberá ir acompañado por un intérprete. Crhis Hoffland, escocés, desde que se prejubiló, hace cinco años, pasa los inviernos en La Marina. “Lo mejor, el buen tiempo”, explica. Y añade otra de las maravillas de la urbanización: “La mayoría somos jubilados que vinimos sin familia, tampoco conocíamos a nadie aquí. Por eso es fácil hacer amigos. Aquí nunca estás solo”.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias