Público
Público

El poeta que le cantó a un jabón

José Emilio Pacheco, de 70 años, obtiene el máximo galardón de las letras en castellano por la ironía de su poesía, calificada de coloquial y cercana

PAULA CORROTO

'Ya somos todo lo que odiábamos a los 20 años'. Esta expresión no es una cita, sino el poema Reunión de Antiguos Alumnos, escrito por José Emilio Pacheco (México D. F., 1939). Poesía desnuda, directa, pero también irónica y satírica. Estas son las claves por las que recibió ayer el Premio Cervantes 2009 dotado con 125.000 euros (hasta 2008 eran 90.000 euros). Tras Octavio Paz, Carlos Fuentes y Sergio Pitol, Pacheco se convierte en el cuarto mexicano en recibir el máximo galardón de las letras en español .

El escritor combina la poesía con obra en prosa, autor de recientes poemarios como La edad de las tinieblas y Como la lluvia (ambos de 2009), está viviendo una época dulce. Sólo hace unos días recogió en Madrid el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Y no hace tanto que recibió el Federico García Lorca (2005). De ahí que ayer en Guadalajara, donde asiste a la Feria Internacional del Libro, manifestara sentirse 'absolutamente zorimbo y patidifuso' ante el Cervantes, según informa Emiliano Monge desde la ciudad

Dicen sus amigos, y son muchos la Generación de los Cincuenta, en la que se encuentran Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Elena Poniatowska, entre otros que es un hombre muy humilde. Y se nota cuando el escritor contesta con humor a elogios como el de Carlos Fuentes, que le considera el poeta vivo más grande de México: 'No soy el mejor poeta de México, ni siquiera el de mi barrio, porque vivo al lado de Juan Gelman'. Siempre la ironía. Y siempre un recuerdo. 'Antes que yo, el Cervantes lo debían haber ganado otros escritores como Ana María Matute, por ejemplo', afirmó ayer.

La poesía para él 'es una fuente de placer'. Y es también 'una forma de resistencia contra la barbarie'. Sus lectores lo saben. La noche del domingo, durante el homenaje que recibió en Guadalajara, no dejaron de recordar su pasión por el lenguaje, su defensa de la eñe, a la que tiene dedicada un poema, escrito cuando se planteó en México suprimir la letra de los teclados.

'Tiene compromiso, pero escribe con ironía, sin sulfurarse'

En España su obra está publicada íntegramente, aunque su figura no empezó a ser conocida hasta el ensayo monográfico que escribió Luis Antonio de Villena en 1986 y que fue publicado por la editorial asturiana Júcar. Villena y Pacheco se habían conocido en un congreso de escritores hispánicos celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en la primavera de 1939, y fue el editor Silvio Cañada quien impulsó este ensayo. 'Enseguida me gustó Pacheco porque vi una poesía directa y alejada de toda la hojarasca que tenían muchos poetas latinoamericanos en aquella época', cuenta Villena a Público. Por aquel entonces, Pacheco ya había publicado poemarios como No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970) e Irás y no volverás (1973), que para muchos eran modernos.

Y lo eran porque el poeta, profesor universitario que también había traducido a escritores anglosajones como Samuel Beckett (Cómo es), Oscar Wilde (De Profundis), Tennesse Williams (Un tranvía llamado deseo) y T.S. Elliot (Cuatro cuartetos), supo conjugar desde el principio de su carrera su pasión por la tradición de la sátira grecolatina (Marcial, Catulo) y el gusto por lo coloquial. Precisamente, como reconoce a este periódico el editor Chus Visor, 'Pacheco es grande porque es el poeta de lo cotidiano, tiene versos hechos hasta a un jabón. Es un cirujano del verso. Y canta, además, a la claridad'.

Desde la Residencia de Estudiantes, Luis Muñoz también se detiene en la capacidad que tiene el poeta para escribir de forma sencilla. 'José Emilio Pacheco es el gran aclarador de la lengua española. Frente a la amalgama, a la mezcolanza, el revoltillo, su poesía nos ofrece certezas, iluminaciones', señala. Todo ello sin olvidar la tradición poética. 'Es un poeta extraordinariamente culto, trasciende una y otra vez las vivencias propias, en las que subraya una especie de constante atemporalidad', añade Muñoz.

'México está muy mal, está como España en 1936', dijo ayer Pacheco

Sin embargo, la sencillez de su poesía, aunque estuviera combinada por la raíz grecolatina y la tradición anglosajona del siglo XX, no siempre fue entendida por el universo poético mexicano. Principalmente por Octavio Paz, con quien tuvo 'una relación difícil', según ha confesado Pacheco. Paz le llegó a introducir en la antología Poesía en movimiento, pero, como recuerda Luis Antonio de Villena, el Nobel 'decía que, de todos los poetas antologados, Pacheco sería el que menos proyección tendría.

Y ha resultado todo lo contrario'. El editor de Pre-textos, Manuel Borrás, que editó El silencio de la luna en 2003, señala a su vez que el distanciamiento se debía a que 'los del umbral de Paz tenían ciertas ínfulas intelectuales, mientras que el grupo de Pacheco eran más distendidos y no pretendían emular pruritos parisinos'.

Dentro de la Generación de los Cincuenta, Carlos Monsiváis ha sido considerado el más crítico con los gobiernos mexicanos, sin embargo, el último Cervantes no le ha ido a la zaga en cuanto a compromiso político. De hecho, ayer no quiso dejar pasar la oportunidad de censurar gravemente la situación por la que pasa actualmente su país: 'No quiero encender odios, pero estoy aterrado por la situación que vive México, lo que sucede actualmente es extraordinariamente parecido a lo que ocurría en España en julio de 1936. Y no sé en qué forma se puede desmovilizar toda esta ola de violencia y de odio'.

Es un poeta culto que combina lo cotidiano con la sátira grecolatina

En el combate, su función siempre ha sido la escritura, aunque, como dice Luis Antonio de Villena, 'esta no es airada, sino irónica. Es comprometida con el mundo contemporáneo, él siempre habla de la agonía del mundo, de lo malos que son los gobernantes. Pero él no hace poesía sulfurosa'. El propio Pacheco se reafirmó ayer en ello: 'La literatura no es, no ha sido, ni podrá serlo nunca, una herramienta de cambio para la sociedad. Es una herramienta capaz de cambiar a la persona, pero no al colectivo'. En este sentido, si se ha definido alguna vez ha sido para retratarse 'como un pesimista, sí, pero al tiempo que vitalista'.

Quizá por eso gusta tanto. Su novela Las batallas en el desierto es de las más leídas cada año en México. Y los jóvenes poetas le aplauden. Como el poeta Rafael Espejo (1975), quien reconoce que el mexicano le ha enseñado a 'distinguir entre lo trascendente y lo sublime. Y a devolverle el lustre tanto a las palabras sencillas como a las palabras grandes, las desvirtuadas por el manoseo de los poderosos. Y a no malgastarlas'.

Pero Pacheco todavía se asombra. Ayer, cuando le pidieron una firma para una chica de 14 años, no pudo reprimirse: '¿Cómo se puede identificar una muchacha de 2009 con un poema que narra cosas de los cincuenta?'. Sí, encandila.

Ideario ético de un autor que resta importancia a su trabajo y a las pretensiones de la poesía, a favor de propuestas críticas con lo aceptado de una civilización que se derrumba. 

Apátrida
A pesar de poeta, reconoce en la patria un brillo abstracto inútil. Por eso se queda de México con los lugares, sus puertos, cierta gente, bosques de pinos, fortalezas, montañas “y tres o cuatro ríos”.

Ausente
“Mi obsesión se llama lo perdido” y su único tema lo que ya no está. Detesta en sus poemas lo duradero, lo inalterable y el sosiego. Ama el cambio perpetuo, el variar segundo tras segundo, “porque sin él lo que llamamos vida sería de piedra”.

Emigrante
Se define como el náufrago sin nombre, el perpetuo exiliado, “el que escucha en el alba cantar un gallo y otro porque las profecías se están cumpliendo”. “El que abre la mano y recibe la noche”.

Humor
Pacheco aplica la ironía a temas como la historia y la capacidad de las palabras para sentenciar con un significado definitivo. Busca “la escritura en tinieblas” con palabras con una intención distinta nada más escribirlas.

Indeseable
Así titula uno de sus poemas más ácidos José Emilio Pacheco, en el que acaba con el ciudadano contemporáneo a partir de una irónica descripción de quien rompe con lo que se espera de uno: “No hablo otro idioma. No tengo cuenta en el banco” y además le despidieron. “Y nuestros amos dicen que ya es hora / de callarme y hundirme en la basura”.

Pacifista
Reniega de la guerra. Critica las decisiones que mandaron a morir a miles de marines en la selva de Vietnam “y en vano”.

Pasajero
No cree en descubrir el gran poema, ni las palabras rotundas, ni la obra en armonía. En su poesía importa “el testimonio del momento que pasa” y las palabras que se las lleva el tiempo.

Memoria
No toma en serio lo que dice la memoria. Dice que la gran pasión sólo existió en el deseo de quien la pensó. La memoria ayuda con su engaño a presentar la vida como un largo viaje con sentido. “Quién te dice que no te está contando ficciones”. 

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias