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De ribera de un río seco a bosque con 6.000 árboles

Un proyecto pretende restaurar el cauce del Salobre, en Teruel

MARÍA GARCÍA DE LA FUENTE

Una fila de chopos en el horizonte presupone la existencia de un río a sus pies. Se trata de un paisaje típico de un ecosistema de ribera. Sin embargo, hay cauces que empiezan a estar desprotegidos de vegetación y donde el agua comienza a escasear. Es el caso del río Salobre, a su paso por La Hoz de la Vieja (Teruel), donde la agricultura y el sobrepastoreo de ovino han ejercido durante décadas una presión excesiva sobre el ecosistema de ribera, hasta transformarlo en lo que hoy es: un cauce seco y pedregoso, con un hilillo de agua subterránea, y que dos veces al año sufre episodios de avenidas por las lluvias torrenciales. Y es que, además de delimitar y proteger el río, los árboles evitan la erosión de suelos.

El río Salobre discurre por un espacio Red Natura 2000 y la zona de especial protección para aves Desfiladeros del Río Martín, que fue declarada por su interés ornitológico de rupícolas como buitre leonado (Gyps fulvus), alimoche (Neophron percnopterus), halcón peregrino (Falco peregrinus), águila real (Aquila chrysaetos) e incluso águila azor perdicera (Hieraaetus fasciatus). Concretamente, una pareja de águila perdicera criaba hace 10 años en uno de los cortados del río Salobre, pero tras la tala de árboles, sustituidos por los cultivos de cebada y trigo, llegó la falta de su alimento principal: conejos, liebres y córvidos desaparecieron poco a poco, ya que el bosque de ribera era su zona de refugio y comida.

Para recuperar lo que un día fue un hábitat de ribera, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) y la Fundación Banco Santander pusieron hace un año en marcha un proyecto para restaurar la zona. La primera actuación fue suavizar los taludes del cauce para que en caso de lluvias torrenciales no haya avenidas y las aguas se distribuyan hasta las acequias laterales. Además, grandes bloques de tierra apelmazada se disponían en mitad del cauce, lo que dificultaba el fluir de las aguas, y se procedió a descompactarlos.

6.000 árboles
Finalmente, para reproducir el bosque natural y devolver la ribera a su estado inicial se han plantado unos 6.000 esquejes de especies autóctonas como sauce blanco, sargantillo, álamo blanco, chopo, tamariz, olmo y fresno, la mitad donados por viveros del Gobierno de Aragón. 'Las plantaciones de árboles de ribera se realizan con dos o más ejemplares muy juntos para que las auxinas u hormonas vegetales creen su sistema de raíces mejor', explica el delegado de la SEO/BirdLife en Aragón, Luis Tirado.

La modificación antropológica del paisaje con la invasión del dominio público hidráulico conllevó la pérdida de flora y fauna y, como consecuencia, mermó el agua. Impactos negativos que más de 100 voluntarios han tratado de mitigar con las plantaciones del futuro bosque de ribera, y quizá así se reintroduzcan poblaciones de conejo y la pareja de águila perdicera regrese a criar.

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