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"Estoy dispuesto a amputarle el pene a un nazi"

El único museo de falos del mundo, en Islandia, busca un órgano humano

 

MANUEL ANSEDE

Sigurdur Hjartarson dice que está dispuesto a amputarle el pene a un nazi. Y, si la biología no falla, tendrá que empuñar el escalpelo en breve. Hjartarson, hispanista y traductor al islandés de las obras de Bartolomé de las Casas, es el fundador del único museo dedicado al pene en el mundo: la Faloteca Islandesa, en Húsavík, un pueblo con historia ballenera situado en el noreste de la isla, al filo del círculo polar ártico.

La colección de Hjartarson incluye 273 piezas de más de 50 especies de mamíferos. Posee desde un pene de 1,70 metros de longitud, perteneciente a un cachalote -'y es sólo la puntita, completo mide cuatro metros', señala-, hasta el diminuto huesecillo del miembro de un ratón común. Muestra penes de todas las especies de mamíferos islandeses menos de una: el Homo sapiens. 'Tengo el prepucio de un hombre y los testículos de otro, pero me falta lo de dentro', explica con pasmosa parsimonia, como si estuviera hablando de una colección de cromos.

Cuatro donantes han ofrecido desinteresadamente sus penes para que sean exhibidos al lado de gigantescos falos de ballena y oso polar cuando mueran. Todos son jóvenes, menos uno, Páll Arason. 'Es uno de los mujeriegos más famosos de Islandia, un pionero del turismo al interior de la isla y ha sido un fascista redomado, un nazi', dice Hjartarson del primer hombre que le regaló graciosamente su pene.

Arason acaba de cumplir 95 años. Fue efectivamente un nazi durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Dinamarca, cuyo rey mandaba en Islandia, fue invadida por la Wehrmacht de Adolf Hitler. En su carta de donación, se describe como 'un digno discípulo de don Juan, el noble español' y encarga a un médico 'los arreglos' para la presentación de su órgano. 'Si el doctor se niega, yo estoy dispuesto a amputárselo, como hago con el resto de animales', adelanta el fundador de este museo insólito, cuyo hobby es elaborar pantallas de lámparas con escrotos de toros. 'No hay ningún problema legal en que yo le corte el pene, porque me ha dado su permiso', detalla.

La Faloteca Islandesa combina la labor concienzuda propia de un científico social -Hjartarson es historiador y autor de varias obras sobre cultura y antropología mexicanas- con la excentricidad previsible en un hombre capaz de montar un museo de penes en un rincón perdido en uno de los países más aislados del planeta. Cuando en 2004 llegó con su ristra de falos a Húsavík, un pueblo pesquero de unos 2.500 habitantes, muchos vecinos pensaron que aquel sesentón desaliñado y bonachón era 'un loco pervertido'. Ahora es difícil encontrar a alguien que no recomiende la faloteca.

Hjartarson habla un español perfecto. Mientras los líderes de la URSS y EEUU Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan se citaban en Islandia para discutir sobre su armamento en plena Guerra Fría, el 11 de octubre de 1986, el coleccionista de penes se encontraba en Sevilla, donde trabajó un año en el Archivo General de Indias. Por entonces, apenas tenía cuatro penes de ballena y cinco de mamíferos terrestres.

Ahora, Hjartarson está preocupado por el calentamiento global, pero no como lo estaría un ecologista: 'La temperatura del mar en Islandia está subiendo. Algunas especies desaparecen, pero llegan otras nuevas procedentes de aguas más tibias. Así no voy a poder acabar la colección nunca'.

Hjartarson empezó a coleccionar penes en 1974, al adquirir un miembro de toro que le recordaba a su niñez, cuando dirigía el ganado con un vergajo usado como fusta. Después, sus amigos comenzaron a regalarle órganos de ballenas como broma. Cuando tuvo 62 piezas, y con problemas económicos tras su jubilación, abrió un museo. En 2009, más de 11.000 personas visitaron la antología de penes de Hjartarson.

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