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"Los humanos desaparecerán antes de extinguir la vida"

Lleva 30 años leyendo rocas para saber más sobre las especies, sus orígenes, su evolución y el momento en que dejan de existir

DANIEL MEDIAVILLA

Dice el paleontólogo Richard Fortey, medio en broma medio en serio, que cuando tenía 13 años y el resto de sus compañeros comenzaron a interesarse por las chicas, él se enamoró de los trilobites. Y el romance continúa con la pasión del primer día. Cuando Fortey, que vino a Madrid para participar en el ciclo de conferencias científicas de la Fundación Banco Santander “¿Por qué somos como somos?”, vio el fósil de trilobite que le mostró el fotógrafo de Público, se le iluminaron los ojos. “Es de Marruecos, del Atlas”, dijo y ofreció un breve resumen de la historia del animal al que pertenecía aquella coraza que quedó petrificada en la roca.

 

Fortey, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Londres y presidente de la Sociedad Geológica de esa ciudad, lleva muchos años tratando de contaminar a los demás con su pasión por las rocas y por las historias que cuentan. “Los largos procesos geológicos, que nos pueden parecer ajenos porque tienen una escala muy distinta de la de nuestra vida, son los que realizan todos los procesos importantes de un planeta vivo. Para los humanos, es importante saber cómo está montado el sistema para saber qué le estamos haciendo”.

El investigador y divulgador británico está especialmente preocupado por los efectos de la actividad humana sobre el planeta. “Estamos reduciendo la biodiversidad a gran velocidad y debemos hacer que el mayor número de personas tome conciencia de que se trata de un problema moral, y que lo sientan así emocionalmente, porque si no lo sienten, no harán nada”.

Fortey declara su admiración por los excepcionales documentales de David Attenborough, pero a veces siente que la divulgación se ha convertido en una forma más de entretenimiento. “Cuando me siento deprimido, creo que hay gente para la que mientras tengas la naturaleza preservada en programas de gran calidad, no importa si sigue existiendo ahí fuera. Espero equivocarme”.

Sin abandonar su esfuerzo para cambiar la tendencia, Fortey deja entrever pesimismo sobre el resultado final. “La preocupación por el planeta no es algo nuevo, ya en el siglo XVIII, ingleses que llegaron a Australia escribieron que era necesario preservar aquella tierra hermosa. Pero nunca escuchamos a la sabiduría, porque estamos demasiado ocupados alimentándonos y procreando para incrementar nuestro número; haciendo lo que las especies suelen hacer”.

El investigador apunta la idea de que quizá el ser humano no sea mucho más dueño de su destino que otras especies. “Sobre la naturaleza humana, hay dos posturas. Una que habla de un buen salvaje, capaz de vivir en armonía con su entorno, y otra que habla de un cazador, que aparece e incrementa su número capturando lo que es más fácil capturar hasta que lo extingue. Me planteo si el primer tipo de hombre no es más que una fantasía sentimental que nunca fue real y que el real es el segundo”. Para ilustrar su intuición recuerda el caso de la llegada de los maoríes a Nueva Zelanda. “Cuando llegaron,allí vivían los moas, unos pájaros gigantes. Los humanos los cazaron hasta que no quedó ninguno, y eso pese a que, como animales pensantes, deberían haber sido capaces de darse cuenta de que si seguían matándolos hasta su extinción iban a pasar hambre. Y sin embargo hubo algo que les impulsó a hacerlo. Pese a los avisos, seguimos haciendo cosas malas. Quizá no haya base para el optimismo”.

Sobre el destino de la vida en la Tierra, Fortey lo tiene claro. “En términos geológicos, la duración de una especie se calcula en un millón de años. Aunque los humanos llegásemos a vivir ese tiempo, algo que dudo, sólo seríamos un milisegundo en la historia de la Tierra y no creo que vayamos a exterminarlo todo en el tiempo que nos queda. Fueron necesarios más de dos mil millones de años para que la vida elevase los niveles de oxígeno para que los pequeños organismos multicelulares pudiesen vivir y no vamos a hacerla retroceder a un periodo anterior a ese”. La vida continuará y del ser humano quedarán sólo vestigios impresos en la roca, como los de los trilobites tan amados por Fortey.

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