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Vías de inextinción

La increíble historia de la ‘resurrección’ del bucardo, un animal desaparecido que revivió unos minutos gracias a la clonación

JAVIER YANES

El primer clon jamás creado a partir de un animal extinguido nació en Zaragoza en 2003, pero un grave defecto pulmonar truncó su vida en apenas diez minutos.

Al contrario que la clonación de la oveja Dolly siete años antes, esta noticia no dio la vuelta al mundo; apenas trascendió los muros del Centro de Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), donde vivió su brevísima existencia la copia de Celia, el último bucardo que murió en Ordesa aplastado por un árbol el 6 de enero de 2000.

En el momento del logro científico, sólo se divulgaron las gestaciones con embriones clónicos que no llegaron a término. Tras seis años más de extinción y de silencio, el avance se conoce ahora con motivo de su publicación en Theriogenology, una revista muy prestigiosa en el campo de la reproducción animal, pero de escasa repercusión en la comunidad científica general. En la web del CITA cuesta encontrar la más mínima referencia al bucardo.

Si esta sinopsis de la clonación de la Capra pyrenaica pyrenaica se aparta del guión de los grandes logros científicos, no es porque su categoría no lo merezca. A medida que el goteo de la información ha ido calando desde su aparición en el Heraldo de Aragón, las reacciones son elogiosas.

National Geographic cita en su web a un experto de la Institución Smithsonian de Washington (EEUU) que lo califica como 'un logro científico muy sobresaliente', y un investigador británico involucrado en el intento de clonación de rinocerontes declara al rotativo Daily Telegraph que se trata de un 'avance excitante'.

La comparación con otros casos es reveladora: la primera clonación de una especie amenazada, el gaur, fue carne de titulares en 2001. Advanced Cell Technology (ACT), empresa estadounidense autora de la clonación de este bóvido, divulgó a los cuatro vientos la fecha y la hora del nacimiento el lunes 8 de enero a las 7 y media de la tarde, el nombre elegido para la criatura Noah y su desgraciada muerte a los dos días.

¿Por qué la clonación de Celia ha pasado casi inadvertida? A José Folch, jefe de la Unidad de Tecnología de Producción Animal del CITA y director del proyecto, no le preocupa: 'La clonación del bucardo es una más de nuestras actividades. Somos un centro de tecnología agroalimentaria y tenemos otras prioridades. De ahí la demora en publicarlo'.

Folch valora el proyecto con moderada satisfacción: 'Más que el nacimiento del animal, lo principal es comprobar que el material genético es bueno y que la tecnología funciona'. Aunque se ha aplicado el modelo de clonación de Dolly, 'se han introducido innovaciones en la etapa de la gestación'.

Otro reto, explica el investigador, fue la elección de la madre de alquiler, el tercer actor del elenco tras el animal a clonar Celia y el donante del óvulo una cabra doméstica. 'El problema es la diferencia entre los ciclos de gestación de la cabra montés y la doméstica. Determinamos que el caso que mejor se adaptaba era una hembra procedente de un cruce entre una cabra doméstica y un macho de otra subespecie superviviente de cabra montés, la hispanica, procedente de Tortosa-Beceite', detalla Folch.

Las biopsias de piel extraídas a Celia antes de su muerte se habían procesado en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), en Madrid. José Luis Jorcano, hoy director general de la Fundación Genoma y experto en ingeniería de tejidos, dirigió esta fase: 'Habíamos ensayado con una cabra. Aislamos y cultivamos los fibroblastos y queratinocitos [células de la piel], congelamos unos 10 frascos y comprobamos su viabilidad. Funcionó bien'.

Las células, que serían después empleadas como donantes del ADN de Celia, fueron transferidas al Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA), también en Madrid, donde María Jesús Cocero dirigía la técnica de clonación en colaboración con el centro aragonés. Según relata Cocero, 'se crearon dos laboratorios con infraestructura de clonación, uno en el INIA y el otro en Aragón; en este último se llevó a cabo todo el proceso'.

Por fin, el éxito; sólo matizado por la corta supervivencia de la cabritilla: 'Tenía un lóbulo pulmonar mal irrigado que no funcionaba bien, lo que le impedía respirar correctamente', dice Folch. 'Es una alteración que ha aparecido en otros animales clonados y cuya causa todavía se estudia', agrega.

'Tenía las pezuñas blandas, lo que indica que aún no estaba bien formada', añade Cocero. Pero el desenlace no empaña el brillo de un rendimiento científico excepcional, como señala con orgullo esta bióloga del INIA: 'Se logró en sólo tres años, cuando lo de Dolly aún se consideraba algo pionero. Además, España fue el único país en el que se había creado un banco de células somáticas de un animal antes de su extinción'.

La verdadera frustración llegó después, cuando el proyecto cayó en el abandono. 'Ahora mismo no hay financiación', reconoce Folch. 'Cuando se había demostrado que era una realidad, no se quiso que continuara. Fue una decepción', añade Cocero, al tiempo que admite no poder divulgar las razones por las que se incluso se demoró durante años la publicación del avance. 'Al menos, nadie podía impedirnos publicar los resultados científicos', concluye. La investigadora rememora la generosa oferta de la estadounidense ACT, que pretendía comprar el material de Celia para clonar el bucardo. 'Nos negamos por romanticismo, no queríamos privatizarlo', confiesa. '¿Si me arrepiento? Quién sabe, quizá hoy tendríamos rebaños de bucardos'.

Folch insiste en que el CITA se concentra en 'otros objetivos en tecnología de producción animal' y que la clonación sólo es 'la última carta cuando han fracasado los demás métodos de conservación'. El director del CITA, José González Bonillo, parece minimizar el impacto futuro del logro: '¿La tecnología de clonación tendrá aplicaciones en el ámbito de competencias del CITA? Lo dudo'. Y añade: 'Somos un centro tecnológico, debemos escuchar a la calle y responder a la demanda de la sociedad. No podemos investigar lo que nos apetezca'. Y justo cuando la posible clonación de animales para consumo humano se debate en todo el mundo, Folch se preocupa de remarcar que 'la clonación no tiene sentido en ese campo.

No veremos en el mercado carne o leche de animales clonados'. Las encuestas revelan cierto rechazo de los europeos a estos posibles productos, algo que se une a críticas ya clásicas de ciertos grupos ecologistas a toda investigación en clonación. ¿Responde acaso el ostracismo del proyecto a un cierto pudor social?

El director general de Investigación, Innovación y Desarrollo del Gobierno de Aragón, José Luis Serrano, aporta una pista: 'La clonación tiene detractores, hay un cierto reparo'. Este doctor en Químicas reconoce que la muerte del animal influyó en el abandono del proyecto, pero apunta que la reacción general a posteriori ha sido 'favorable. Medios importantes en el extranjero se han interesado y han elogiado el proyecto', dice.

'En el fondo, sólo se trata de buena ciencia o mala ciencia, y la buena debe apoyarse', remacha. ¿Significa esto que el Gobierno de Aragón se compromete a resucitar el proyecto bucardo? La respuesta de Serrano es firme: 'Sí, apoyamos el proyecto'.

Pero si la del bucardo ha sido una trayectoria sembrada de obstáculos y claroscuros, no es sino la continuación de una tradición desgraciada. El naturalista holandés afincado en España, Kees Woutersen, da fe de ello. Este autor de varias guías de la fauna pirenaica lleva tiempo enfrascado en las andanzas del bucardo, investigando a fondo su historia con vistas a un libro que publicará próximamente.

El panorama que dibuja Woutersen es el de una subespecie asfixiada por todos los flancos: 'La caza excesiva, la dejadez, la falta de recursos dedicados, las discusiones entre las administraciones... La dictadura de Franco, el Gobierno francés, el español, el aragonés... No hay una sola causa de la extinción, es muy complicado'.

Y ello pese a que la caza del animal se suspendió en 1913, cinco años antes de que se declarase el Parque Nacional de Ordesa, en parte inspirado por la protección del bucardo. 'Pero se confiaron demasiado, pensaron que se recuperaría solo y no se hizo nada. Hasta 1989 no se realizó el primer censo, y no se destinaron fondos hasta la entrada de España en la Comunidad Económica Europea'.

Entonces era ya demasiado tarde: no quedaban machos. En poco tiempo más sólo sobrevivía Celia. Y la desgraciada lotería del desplome del árbol, un estrambote digno de tal tragedia, no hizo sino adelantar lo inevitable.

La buena noticia es que la resurrección del proyecto, requisito previo a la del propio bucardo, parece estar en marcha. Folch asegura que se está gestando la preparación de un nuevo programa de trabajo, que contará con la incorporación de un biotecnólogo extranjero especialista en clonación, algo que confirma Serrano, sin poder definir aún la identidad de este experto.

Las células de Celia esperan congeladas en laboratorios de Zaragoza y Madrid. La barrera tecnológica ya fue superada una vez. En cuanto a la fructífera colaboración del INIA, Cocero es prudente: 'Es un proyecto autonómico de Aragón. Me encantaría continuar, pero sólo si contase con el equipo adecuado', insinúa.

Mientras, ni siquiera los restos de Celia que permanecen fuera de un congelador han logrado romper la mala estrella que parece acosar a su linaje. Woutersen ha fotografiado el cadáver naturalizado en el taller del taxidermista de Zaragoza Julián Causapié, donde descansa desde hace años. 'En el taller no saben qué hacer con él.

Pertenece al Gobierno de Aragón, pero nunca ha ido nadie a recogerlo', dice el holandés. 'Es una obra de arte y debería estar en un museo, quizá junto a Ordesa, en Torla'. 'Toda la historia es muy triste', concluye Woutersen. Este naturalista amante del bucardo, que declara una expectación prudente hacia la clonación, espera todavía un último legado de Celia: que su historia sirva para aprender una lección. 'Que nunca se repita'.

Tecnologías

Para clonar un animal se necesitan una célula viable del ejemplar a copiar, un óvulo portador y una madre de alquiler. Si se trata de una especie extinta, debe disponerse de células viables conservadas, como se hizo en el caso del bucardo. El óvulo y la madre pueden elegirse de otras especies próximas.

Rinoceronte

Un proyecto escocés pretende clonar el rinoceronte blanco septentrional, una subespecie amenazada. En lugar de emplear óvulos como en el método Dolly, tratarán de reprogramar células de piel adulta e inyectarlas en embriones.

Tigre de tasmania

Se fantasea con la clonación del tilacino, extinto en 1936. Por el momento parece inviable, ya que sólo se conservan ejemplares en alcohol, que mata las células. Tampoco sirven los disecados, lo que descarta también al ave dodo.

Mamut

La reciente secuenciación del genoma del mamut hizo brotar especulaciones sobre su clonación, algo que por el momento es imposible. No sirven restos preservados en hielo, ya que éste destruye las células.

Neandertal

La más improbable de las especulaciones que circulan hoy es clonar al neandertal o a un híbrido de éste con un chimpancé.

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