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Fenicia, una civilización marina

Comerciantes astutos y exploradores intrépidos, los fenicios apenas dejaron huellas físicas de su existencia, pero sí un importante legado cultural en las civilizaciones del Mediterráneo

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Delenda est Carthago. Con esta frase, Catón el viejo selló la suerte del último vestigio que quedaba de Fenicia, un pueblo formado por 'hombres hábiles y bien dotados para los oficios de la guerra y la paz', que escribió Pomponio Mela en el siglo I. 'Ellos inventaron las letras', explica el geógrafo romano, 'y nos enseñaron cómo recorrer los mares'.

Fenicia fue el primer ejemplo de economía global. Según el libro Los fenicios: Del Monte Líbano a las Columnas de Hércules, de Fernando Prados Martínez (Marcial Pons Ediciones), su cultura erigió un imperio en torno al Mediterráneo. Un lazo que unió culturas antes de la romanización y que generó comunidad, gracias a la transmisión de las maravillas que llegaban del mundo oriental.

Su origen se remonta a unas tribus de lengua semítica que, sobre el 1.200 a.C., se asentaron en pequeñas aldeas de pescadores cerca de las costas del litoral del Líbano. Durante sus primeros años, Fenicia destacó por sus pactos con los vecinos. Si la situación lo requería, rendían vasallaje y pagaban tributos a las grandes potencias. Incluso permitían que los extranjeros se asentasen en sus ciudades para montar sus negocios.

El beneficio en cualquier parte

Los fenicios nunca tuvieron interés en expandir su civilización y nunca fueron un pueblo conquistador. Se conformaban con hacer negocios. Gracias al comercio, fundaron colonias en Sicilia, en el norte de África, en Cerdeña y en Iberia, en función de las comunicaciones y las materias primas.

Saqueaban lugares donde otros no se atrevían a entrar y traficaban con el material mediante trueques o a precios que sólo los más ricos podían pagar. Así, en Grecia o en Etruria vendían el incienso y la mirra de Arabia, la seda de China, y los esclavos y caballos del Cáucaso. También suministraban madera a Egipto, además de aromas, aceite y resina.

Con el paso del tiempo, traficaron con lo mejor de su producción interna: jarras de cristal, armas de bronce y hierro, brazaletes, anillos, y utensilios varios. Elaboraban su propia artesanía imitando a otras civilizaciones y vendían, a bajo coste, imitaciones de joyas, vasos y adornos de toda especie. De su cosecha llegó una tela muy particular que bañaban  en un colorante extraído de un caracol marino, el múrex. Así nació el famoso color púrpura que vistió a reyes y nobles.

Los padres de las letras

Los fenicios entraron en contacto con los países que habían adoptado la escritura y se dieron cuenta de que en todos los lugares se repetía una serie de sonidos que podían convertirse en apenas treinta signos identificables. Así nació el alfabeto y con él... los primeros documentos mercantiles.

No obstante, los fenicios sentaron cátedra en la navegación y construyeron los mejores barcos de su época. Inventaron la birreme, galera más rápida y segura que sus competidoras. Además, los fenicios costeaban expediciones y formaron sociedades aseguradoras, que cubrían los riesgos de la navegación comercial.

Su declive empezó en el año 538 a.C., con la expansión persa. Muchos fenicios emigraron a Cartago y, en el 350 a.C., Sidón fue arrasada por el rey persa Artajerjes II. 

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