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"No hay diez libros de Millennium"

La viuda de Stieg Larsson no cobra un céntimo de los derechos de autor

GUILLAUME FORMONT

Antes de responder a cualquier pregunta, Eva Gabrielsson lo deja claro: 'No he visto la película. No tengo mucho tiempo'.

Para los millones de fans de la saga Mille-nnium, Eva es la viuda de Stieg Larsson, que falleció antes de conocer la fama el 9 de noviembre de 2004. Se conocieron en 1972 en un mitin contra la guerra de Vietnam, en la ciudad de Uma, al norte de Suecia. Tenían 18 años y desde entonces nunca se separaron.

Para la ley sueca, Eva no es nadie, una desconocida que simplemente compartía el mismo piso que Larsson. Porque Eva y Stieg nunca se casaron.

El escritor y periodista era un especialista en los movimientos de extrema derecha y recibía amenazas de muerte. 'No queríamos que su nombre apareciera en ningún registro', ha justificado Gabrielsson. Él no dejó testamento. ¿Consecuencia? Ella no ha cobrado y no cobrará ni un öre (céntimo, en sueco) de los jugosos beneficios generados por la saga, que ascienden a 15 millones de euros. Los únicos herederos son su padre Erland, jubilado, y su hermano Joakim, un hombre de negocios. El escritor siempre dijo que donaría parte de su dinero a asociaciones benéficas, un proyecto que no cabe entre los planes de su familia.

Entre Erland, Joakim y Eva, la guerra está abierta; nada de hablar de los derechos de autor del difunto sin la presencia de un abogado. Ellos no le dejan nada. Peor: cuando se enteraron de que Eva poseía en su ordenador la cuarta entrega de Millennium, los Larsson fueron al apartamento que compartía con Stieg para registrarlo. El caso conmovió a la sociedad sueca hasta el punto de haber creado el fondo SupportEva para ayudarla en su lucha por parte del botín.

Eva Gabrielsson, arquitecta, aceptó responder a un cuestionario por e-mail. 'Tengo mucho trabajo y debo volver a ello', aclaró. Sólo ella conoce el contenido del supuesto final de la saga y no piensa revelarlo.

Usted asegura poseer una cuarta entrega de Millennium. ¿Es cierto? ¿De qué va?

Sí, la tengo y es una buena historia. Pero sólo sé lo que Stieg quiso contarme.

También se dice que Larsson quería escribir diez libros.

¿Más libros? No, no es verdad. No era humanamente posible escribir más de lo que él hizo.

¿Cuándo empezó a escribir Millennium?

Stieg empezó a escribir para divertirse. Eran las vacaciones de verano de 2002 y no tenía nada que hacer. Yo no podía estar con él porque estaba sumergida en una investigación en Estocolmo para un libro mío. Stieg se aburría y no podía estar quieto. Retomó la escritura de un cuento que había terminado en 1997. Narraba la historia de un hombre que recibía flores cada año por su cumpleaños. Stieg no planeó nada de lo que iba a pasar. Sólo transformó su cuento en una saga llamada Millennium.

¿Cómo trabajaba? ¿Cómo recuerda esa época de escritura?

Stieg trabajaba de manera espontánea, utilizaba sus conocimientos y sus experiencias de nuestras vidas y les daba la vuelta. No investigó nada antes de ponerse a escribir. Duró dos años, vivíamos con muy poco dinero, pero había mucho trabajo y éramos felices.

¿Qué relación tenía Larsson con Lisbeth Salander?

Stieg la amaba, pero ella empezó a tener vida propia. Lisbeth hacía cosas en los libros que destruían ideas y acontecimientos que habría sido bueno incluir. Ella era imposible.

¿Cuál es la situación actual de los derechos de autor?

Su padre y su hermano controlan los derechos de autor. Esto significa que, junto a la editorial sueca, son ellos los que deciden cómo los libros deben ser traducidos y cómo deben ser las adaptaciones al cine. Intenté conseguir el derecho de llevar este tema por una módica suma. Pero no quisieron darme ese trabajo.

¿Qué relación tiene con ellos?

Ninguna. Sólo vi al hermano de Stieg cuando él vivía, pero de forma muy ocasional. Mi abogado aún intenta conseguir derechos de autor, no sólo por Millennium, sino también por todas las publicaciones de Stieg.

¿Qué muestra su caso en el mundo de la creación artística?

Es lo peor que puede pasar: muestra cómo un trabajo creativo puede terminar en las manos de gente no creativa. Si en Europa queremos desarrollar actividades basadas en el conocimiento y en la innovación, las leyes deben respaldar a los creadores y no beneficiar a los que sólo se aprovechan. Si se impide a la gente crear, se impide el desarrollo de la sociedad.

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