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Lecciones contra la autoayuda

El filósofo Rafael Argullol construye una vasta genealogía sobre las sensaciones en 'Visión desde el fondo del mar'

LÍDIA PENELO

Las etiquetas le molestan, aunque fue el creador de la madre de todas ellas: 'transversal', para definir su escritura. La puso de moda pero ya no se lleva bien con ella. '¡Desde que he visto que los políticos hacen políticas transversales y los cocineros hacen platos transversales, no me gusta nada! Es muy difícil tener un dominio sobre tus propias palabras cuando el caos tecnológico las vampiriza', razona Rafael Argullol (Barcelona, 1949), acomodado en la butaca.

Argullol tiene la mirada puesta en la cubierta de su último libro: Visión desde el fondo del mar (Acantilado). En las 1.600 páginas que integran el volumen, el ensayo se mezcla con la narrativa, el tono periodístico con el metafísico y las ideas bailan con las emociones. 'Tiene vocación de libro total, es un viaje interior y a la vez exterior que indaga en la condición humana, por eso ese título', aclara el Catedrático de Estética y Teoría de la Artes.

Los capítulos de los 19 libros que integran este monumental volumen son una especie de rompecabezas que al completarse revela su sentido total. 'El lector no debe ser tan cobarde ni tan incauto de leer sólo best-sellers o libros de autoayuda', argumenta el autor que escribió a mano los 1.600 folios del manuscrito.

Bien, las etiquetas no le gustan, pero las definiciones le divierten. 'Este libro lo calificaría de nueva novela, pienso que las novelas del siglo XXI serán como esta', cuenta alegando haber descubierto un género.

Insistamos en las definiciones: 'Me defino a través de tres cosas: soy antimafia, antibarbarie y antirresentimiento. Creo que la democracia en la que teníamos tanta confianza se ha ido tiñendo de mafia, lo espiritual no dirige nuestro tiempo y el resentimiento domina la vida pública', suelta agrio.

También tiene estopa para la clase política: 'Los políticos mediocres que tenemos se lanzan al resentimiento y eso sólo produce el desastre. No hay ningún político que aluda a la cultura o al arte como modelo. Sólo creo en una sociedad que se base en el principio de la educación'.

'La vida es trágica, y de ese principio hay que sacar una deducción vital, enérgica y optimista', lanza con fuerza. Es el mensaje que proyecta Visión desde el fondo del mar.Saltos temporales, Historia y experiencia personal, ingredientes de esta magna obra.

'No hay que ser cobarde porque sólo se vive una vez', escribe Argullol al terminar el primer capítulo de un libro que es muchos a la vez, con un adjetivo común: vital.

Para el filósofo, nuestra falta más grave es el miedo a la utopía que destilamos. 'La utopía política nos ha creado mucha prevención, porque las utopías ilustradas han resultado catastróficas'. Dice que en el terreno de la vida es necesaria porque si no, 'nos moveríamos por la pura realidad, sin proyectar deseos'.

Para caminar, según Argullol, necesitamos el contraste entre realidad y deseo: 'El deseo marca la realidad, la pone a prueba. Lo que diferencia al virtuoso del vicioso es que el vicioso lleva a la práctica lo que el virtuoso sólo piensa'. Es decir, es un fiel defensor de las pasiones, porque el equilibrio de un ser humano depende de la cercanía entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se hace. 'Por eso no simpatizo nada con los intelectuales que hablan de la belleza y tienen una vida tremendamente fea'; ante todo, coherencia entre lo teórico y lo práctico.

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