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Cuando éramos asesinos

Un ensayo recorre el comportamiento agresivo en Europa desde la Edad Media

SILVIA CAMPILLO

De la noche a la mañana, el mundo descubrió en otoño de 2005 una cara desconocida de la elegante e impoluta París: estallaba la violencia en las banlieues. 'La explicación principal de las oleadas recientes de brutalidad destructiva en Europa reside en las cada vez mayores dificultades con que se encuentran los más desfavorecidos, especialmente las nuevas generaciones, por hacerse con su parte del pastel social en un período fuertemente marcado por el desempleo y el futuro', establece el profesor Robert Muchembled en Una historia de la violencia (Paidós).

En el libro, el francés analiza el comportamiento agresivo en la Europa Occidental desde el siglo XIII hasta la actualidad. Según él, durante cientos de años la conducta violenta ha ido sufriendo mutaciones causales, a excepción de dos constantes que se mantienen a lo largo de los siglos: el sexo y la edad. 'Los implicados son sobre todo varones jóvenes de entre 20 y 30 años', indica Muchembled, que atribuye tan sólo un 10% de los delitos de sangre, desde la Edad Media, a las mujeres.

Hasta el siglo XVII, la violencia está relacionada con una cuestión de honor, fruto de un sistema de códigos muy precisos. 'La violencia asesina no refleja más que la intensidad de las emociones colectivas que unen a un ser con su grupo, hasta el punto de que la venganza se convierte en una obligación sagrada, ya que la pérdida del honor implica también la pérdida de la honra de la familia', explica el autor del ensayo.

Robert Muchembled explica que la disminución de los comportamientos violentos de los seres humanos comienza con la implantación del Estado Moderno, ya que se produce un cambio cultural 'importantísimo a consecuencia de una creciente sensibilización ante la violencia y del desarrollo de formas de control internas y externas'.

De hecho, Hobbes recuperará, en 1651, el aforismo de Plauto de 'el hombre es un lobo para el hombre', ya que por primera vez es necesario reflexionar sobre si la crueldad del hombre es una cuestión de natura o algo provocado por las dificultades de vivir en sociedad.

El aumento de la esperanza de vida en el mundo moderno hace que los jóvenes tarden más tiempo en ocupar sus roles sociales y prolonguen su condición de personas dependientes de su familia. La sensación de estancamiento les lleva a desesperarse y recurrir a la violencia 'como forma de expresión de un poderoso descontento del mundo juvenil frente a los adultos', dice el autor. Sin embargo, concluye que 'rara vez ese comportamiento desemboca en homicidio'.

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