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Para ti, maestro

Artistas, políticos, familiares y ciudadanos se despiden del genio

S. B.

A Berlanga le hubiera gustado: un espontáneo, encorvado y pizpireto, con pelaje de personaje berlanguiano, se saca una armónica del bolsillo de la chaqueta y frente al ataúd dice: 'Para ti, maestro', y se lanza a tocar aquello de Americanos, os recibimos con alegría... La escena sucedió ayer, poco después de las siete de la tarde, cuando se abrió la capilla ardiente, instalada en la sede de la Academia de Cine, en Madrid. El cuerpo de Luis García Berlanga descansaba en el féretro, mientras detrás, en la pantalla de la sala, se sucedían imágenes de sus películas, fotografías de sus rodajes, momentos de su vida.

'Todos los cines de España deberían programar hoy las películas de Berlanga', dijo José Luis García Sánchez, que iba y venía, inquieto. 'Acabo de empezar otro proyecto sobre el maestro. Ya hice el documental Por la gracia de Luis. Y hace 10 minutos hemos empezado a rodar otro aquí mismo', confesaba de pronto.

Directores, actores, actrices, escritores, políticos y ciudadanos anónimos quisieron ayer decirle adiós a un creador que está 'a la altura de Fellini o de Ford', como apuntó a Público un emocionado Miguel Albadalejo y como luego coincidió Álex de la Iglesia en un discurso desgarrador: 'Berlanga se encuentra en el Olimpo de los grandes, no sólo de este país sino del mundo entero. Nadie en la historia del cine ha llegado tan lejos en talento y tan cerca de nuestras almas malheridas', sentenció.

La emoción estaba también en Eduardo Chapero Jackson, Jaime Rosales, Unax Ugalde, Rosa María Sardá, en la familia Berlanga. El actor y amigo del director, José Sacristán dijo con la voz rota: 'Más que un cineasta, se va un hombre capital en la historia de la cultura de este país. Lo que nos queda es su mirada sobre la condición humana'.

Icíar Bollaín, vicepresidenat de la Academia y Álex de la Iglesia, esperaban codo con codo a las puertas del edificio. 'Cada vez me siento más triste, y la sensación de pérdida aumenta', confesaba Bollaín. 'Fue un revolucionario, un moderno asombroso', añadía. Junto a ella, la actriz Tina Sainz fumaba un cigarro y le hacía un guiño a Berlanga: 'Antes me dijeron que no fumara, pero ¡ay si eso lo escuchara el maestro! Los vicios están para cultivarlos, hubiera dicho él'.

Muchos fueron los que invocaron su espíritu transgresor, su capacidad para hacer frente a una época soez. Entre ellos, el vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. 'Fue un maestro que con humor supo relatar una época sórdida de nuestra historia', apuntó.

Los homenajes se sucedieron por la ciudad. Y probablemente en los salones de muchas casas. En el Festival literario Eñe, en el Círculo de Bellas Artes arrancó un homenaje improvisado. La actriz Lydia Alonso leyó 'píldoras berlanguianas', apuntes de su inteligencia y honestidad: 'Yo no he asumido la muerte, desde pequeño decidí no morirme. El que aparezca la muerte en mis películas es una manera de tocar madera. Yo me apunto al misticismo y al engaño. No acepto la muerte. La muerte no existe'. Sus películas, sí.

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