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Ai Weiwei destapa sus nuevas obras

El Museo Louisiana de Copenhague recorre los trabajos recientes del artista chino, tan incisivos como su activismo

ÁLEX VICENTE

Cuarenta kilómetros al norte de Copenhague se encuentra uno de los museos más bonitos del mundo. El propietario del terreno, encajado entre un frondoso bosque otoñal y la costa báltica, impuso a este centro de arte contemporáneo el nombre de Louisiana en honor a las tres esposas con las que había compartido su vida. Las tres se llamaban Louise.

Hace un año, Ai Weiwei eligió este idílico paraje para exhi-bir su obra más reciente. Pero el artista chino no contaba con el implacable acoso al que las autoridades de su país le han sometido en los últimos tiempos. La exposición prevista por Ai Weiwei tuvo que ser anulada, pero se acabó transformando en la retrospectiva inaugurada en este museo danés, la primera que se exhibe en Europa tras su detención y arresto domiciliario.

'La exposición no es sólo una señal de apoyo al artista, sino también una ocasión para dar a conocer su obra. Su nombre aparece cada día en los medios, pero muy pocos conocen qué convierte a su obra en subversiva', confiaba el comisario Anders Kold. La muestra recorre algunas de las creaciones más conocidas del pintor, escultor, fotógrafo y arquitecto, inspiradas en los ready-made de Marcel Duchamp y marcadas por el mismo espíritu de contestación que su activismo político, reflejado a través de tres documentales realizados por el propio artista.

En la exposición danesa abundan los ejemplos. La escultura Fountain of Light se inspira en el célebre monumento a la Tercera Internacional proyectado por el arquitecto ruso Vladimir Tatlin en 1920. Anunciaba el glorioso futuro del comunismo, pero nunca llegó a ser edificada. En el jardín del museo, Ai Weiwei transforma los contornos de ese monumento en una lámpara XXL para mesilla de noche, símbolo del hipercapitalismo que su país ha acabado adoptando para suplir la revolución anunciada.

Mientras tanto, en la instalación Forever, el artista ensambla los cuadros de 40 bicicletas, símbolo de movilidad propulsado por la revolución cultural y supuesto vehículo liberador de los lazos feudales y la tradición ancestral.

Ai Weiwei, hijo de un poeta disidente condenado por el régimen a limpiar retretes, dibuja un círculo cerrado del que ningún velocípedo logrará escapar. Su país se mueve, pero puede que no sea hacia delante.

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