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"La familia saca lo peor de nosotros"

El escritor obtiene el Premio Nacional de Narrativa con la novela autobiográfica 'Tiempo de vida'

PAULA CORROTO

Los conflictos entre padre e hijo siempre han sido materia de la literatura. Franz Kafka sabía mucho al respecto. También el turco Orhan Pamuk. O el británico Hanif Kureishi. Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) ha sido uno de los últimos en sumarse a esta peculiar lista de escritores que sacan petróleo de las relaciones paternofiliales. Lo hizo en 2010 con la novela autobiográfica Tiempo de vida (Anagrama). En apenas 200 páginas proponía una cruda reflexión sobre su pasado, su identidad y la relación con su padre, el pintor Juan Giralt, fallecido en 2007.

Desde su publicación, la novela se llevó el aplauso de la crítica y los lectores. A muchos, como recordaba este lunes la escritora Cristina Grande, les había hecho saltar las lágrimas mientras lo leían. 'Es un libro muy especial, uno de los más importantes de los últimos años', afirmó la autora nacida en Huesca. Por eso, a pesar de que competía junto a pesos pesados como Enrique Vila-Matas, Eduardo Mendoza y José María Guelbenzu, el Ministerio de Cultura le reconoció como libro del año concendiéndole el Nacional de Narrativa, dotado con 20.000 euros.

'Aunque no sea invención no quiere decir que no sea una novela'

'Me he enterado de la noticia mientras estaba en la Fundación Borau. Me han pasado un mensaje de la ministra de Cultura [Ángeles González-Sinde] y sí he sentido mucha emoción', contó Giralt Torrente minutos después a este periódico mientras intercalaba las constantes llamadas a su teléfono móvil.

Abrumado, pero con su característica voz templada, el nieto de Gonzalo Torrente Ballester reconoció que no le sorprendía que el galardón hubiera recaído, no en una novela con tintes autobiográficos, sino 'literalmente autobiográfica, ya que hablo de mi vida con mi padre'. 'Lo escribí con un impulso novelístico, y por el hecho de que no sea invención no quiere decir que no sea una novela. Esta organizado conforme al género', añadió. Eso sí, matizó que 'se percibe un cierto agotamiento de la novela para contar ficción. Quizá otros géneros como el cine se están ocupando mejor de esto, por lo que la novela es cada vez más susceptible de contar historias reales'. Bajo este argumento se halla el éxito de otros literatos de su generación, en la que destaca el recientemente fallecido Félix Romeo, que en la extraordinaria novela Amarillo reflexionó sobre el suicidio de su amigo, el editor Chusé Izuel, en 1992.

En esta historia narra un conflicto con su padre 'que duró demasiado'

A Giralt Torrente le interesan particularmente aquellas que analizan el alma humana. Esas historias que pasadas por el tamiz de la literatura se convierten en una vía de conocimiento de nosotros mismos. Y para eso, nada mejor que las relaciones familiares o las que mantenemos con nuestros amantes. De ahí han nacido sus novelas París (Premio Herralde de Novela) o Los seres felices. Hace unos meses, el escritor obtuvo el galardón de Narrativa Breve Ribera del Duero con El final del amor (Páginas de Espuma), cuatro cuentos el escritor se mueve bien en el terreno de la media distancia en los que se sumergía en la idea del amor romántico para desbaratarlo. 'Es que es una invención que sucede en un momento de la historia y al cual hemos sido fieles durante siglos. Pero el amor, como cualquier otra cosa que atañe al corazón humano, no está sujeto a esas reglas', señaló en aquel momento a Público.

En Tiempo de vida el objetivo principal era narrar un conflicto. Un enfrentamiento con su padre que 'duró demasiado tiempo y que se superó en las circunstancias más adversas'. Trabajó en la novela con denuedo. No como si fuera un funcionario que ficha de nueve a dos y después se dedica a otros quehaceres. 'En aquel momento sentía, además, que no podía escribir otra cosa. Tenía la sensación de no poder despegarme del trauma de la pérdida y también, como escritor, de que en esa pérdida había una historia que contar', afirmó este lunes.

La escritura fue un esfuerzo exasperante. Horas y horas de trabajo encerrado. Para ello, Giralt Torrente tuvo que quitarse también el manto del pudor, porque en una historia de tal calibre no tenía ningún sentido. Por suerte, sí existía una motivación tras el machacón martilleo de las teclas: escribir con verdad. 'Ese es un plus que siempre perciben los lectores, y creo que es una de las claves del éxito de este libro desde que apareció', constató el escritor.

'Mi literatura no se adhiere a una ideología, pero la vida es política'

No obstante, esta forma de concebir la literatura como espejo de la verdad y la vida siempre tiene consecuencias. Deja heridas en ocasiones mortales. 'Ahí está el caso de Pilar Donoso [la hija del escritor José Donoso] que se suicidó hace tres días', recordó el autor de París y Los seres felices. La autora chilena, que en 2010 publicó Correr el tupido velo, sobre la relación con su padre, fue hallada muerta en su apartamento de Santiago de Chile tras una supuesta ingesta de medicamentos.

Este caso demuestra que, si peliagudo es afrontar la propia vida, el terreno se vuelve aún más pantanoso cuando se aborda la unidad familiar. Para Giralt Torrente, como para tantos otros escritores, 'es un gran laboratorio para hablar de la realidad. Porque ahí se encuentran los grandes conflictos humanos. No hay un odio más grande que el que se da entre hermanos. O la traición que puede haber entre un padre y un hijo. La familia es un lastre que saca lo peor de nosotros'. A él, además, la exploración literaria siempre se le reveló interesante por su propia condición de hijo único de padres separados. 'Me he solido fijar en otras familias porque en la mía siempre he tenido dificultades. Veo a los otros y me intento imaginar las relaciones entre hermanos', añade.

Su argumento, que en cualquier caso no se plantea desde la negación a la familia, sí choca con la desgastada imagen conservadora. '¡Es que está conformada por un discurso falso! El planteamiento conservador se ha apropiado de la imagen familiar según la entienden ellos, pero muchas veces, por muy estructurada que esté esa familia no tiene nada que ver con que sean todos impecables', sostiene.

Desde esta perspectiva, Giralt Torrente puede reconocerse como un autor político. Sobre todo, en tanto en cuanto la literatura de la realidad está imbricada con la política. Él siempre negará su adhesión a la etiqueta de las letras comprometidas o ideologizadas. No obstante, sí reconoce las posibilidades que ofrece al escritor ahondar en las temáticas que nos provocan los desasosiegos, temores o la felicidad y analizar el porqué. 'La literatura no está adherida a una ideología concreta, pero cuando el libro sale bien las ideas siempre pueden actuar como un revulsivo. Por ejemplo, puedes escribir sobre el autoritarismo y para eso no hace falta que escribas de un dictador en el Caribe, sino de un padre', apunta.

La intensidad con la que Giralt Torrente teclea y urde sus historias le ha llevado a tomarse una temporada de descanso en los últimos meses. 'Decidí no escribir nada en verano y este casi se me ha alargado a octubre', confiesa. Sin embargo, admite que ya tiene medio pergeñada una nueva novela. Esta vez será 'ficción-ficción', aunque no abandona el mundo en el que suele habitar su literatura: los conflictos humanos, la turbación que nos provocan las traiciones, la incomodidad de relacionarnos con el otro. Y esto, en sus manos, es una bomba literaria.

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