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El FIB sabe a tortilla de patatas

Sr. Chinarro, Triángulo de Amor Bizarro y La Roja fueron los protagonistas

JESÚS MIGUEL MARCOS

Ingleses vistiendo la elástica de Iniesta, españoles que piden cigarrillos en inglés, una cantante de Murcia que se llama Alondra Bentley, dos chicas japonesas vestidas (únicamente) con la bandera rojigualda Si Carod-Rovira se diera un paseo por el recinto del FIB terminaría cantando el himno de Gibraltar ante semejante batiburrillo de identidades. Hasta un inglés se sumó al 'Yo soy español, español, español', que también se coreó.

Este FIB sufre de esquizofrenia: que de repente se haya vuelto futbolero (¿quién no?) y que Jorge Martínez de Ilegales, el músico menos indie que se recuerda, cantara ayer la ochentera Soy un macarra en la meca de la música alternativa patria, son signos inequívocos de locura (quizás transitoria).

Y es que ayer al caer el sol sólo se cantaba en español en Benicàssim. El andaluz Sr. Chinarro (que además escribe libros como Antonio Luque) y los gallegos Triángulo de Amor Bizarro dictaban sus cátedras particulares: pop surrealista el primero, ruido insano los segundos. Abrían una jornada que de antemano ya había coronado a sus estrellas: los americanos Vampire Weekend, cabezas de cartel del FIB después de haber logrado ser número uno en EEUU con su segundo disco Contra, que tenían que tocar en el escenario principal a la una de la madrugada.

Sin embargo, al pop afroindie de los neoyorquinos le puso el listón alto Sr. Chinarro. Luque centró su repertorio en canciones de sus tres últimos discos (la gente coreó Del montón, Esplendor en la hierba y Dos besugos, entre otras) y aprovechó la ocasión para hablar del amor como remedio a la crisis: 'Con el amor vamos a salir del agujero para entrar en otro, el bueno'. Luciendo barba poblada y melena al viento, parecía el león de la Metro con una guitarra colgando, aunque Marianna Mori, una madrileña de 19 años, confesaba ver en él otra cosa: 'Un madurito cachondo'.

Sr. Chinarro peleaba con su voz, que sonó rajada en la primera parte del concierto, mientras Triángulo de Amor Bizarro se quedaban cortos de volumen. Negarle decibelios a los gallegos en el escenario principal del FIB es como desinflarle la rueda a Contador en las primeras rampas del Tourmalet. Los primeros temas (Mal como efecto de mala voluntad, ¿Quiénes son los curanderos?) sonaron domesticados y apagados, reencontrándose con la electricidad desbocada y la melodía preñada de ruido a partir de la mitad del concierto, que congregó a una buena y variada multitud.

Julian Casablancas llegaba por segunda vez a Benicàssim, después de tocar con su grupo, The Strokes, hace cuatro años. El neoyorquino debe confiar poco en las canciones de su disco en solitario, porque para el segundo tema ya recurría a Hard to explain, uno de los temas más populares de la banda neoyorquina. Su pop electrónico sonó más guitarrero que electrónico y el público, más que a disfrutar del concierto, parecía estar esperando el siguiente tema de The Strokes (que acabó llegando).

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