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Grandes aciertos y fracasos de remakes 'made in USA' de series de éxito

En EEUU las cadenas tienen cierto vicio a la hora de importar series extranjeras de éxito. En muchos casos no se contentan con el original y deciden ‘americanizarlas’. En ocasiones la jugada les sale redonda, como con ‘Homeland’ o ‘The Office’. En otras, como ‘Gracepoint’, no tanto.

Combo con remakes hechos en EEUU de series de éxito en otros países.

MADRID.- Cuatro amigos de la infancia que pasaron un tiempo en un correccional por una imprudencia de consecuencias trágicas, con un secreto en su pasado que no quieren sacar a la luz y a los que 25 años después de aquello un crimen les une de nuevo. Ese es el arranque de Game of Silence, nueva serie de Canal + Series estrenada anoche y con varios rostros conocidos en el pequeña pantalla como protagonistas. Su argumento recuerda a Sleepers, aquella película de los noventa protagonizada por Robert De Niro, Kevin Bacon y Brad Pitt. Sin embargo, a quien se parece en realidad es a una serie turca, estrenada hace cuatro años, que lleva por título Suskunlar y que contó con dos temporadas. Su piloto se estrenó anoche en Canal + Series, un primer episodio enigmático, tenso y con mucho de thriller en el que, sirviéndose del flashback se van dando píldoras de los violentos hechos que han desencadenado en la tragedia actual dejando claro que lo peor está aún por contar.

Otra serie de éxito en su país de origen de la que Estados Unidos se ‘apodera’ para hacerla suya. Algo que no deja de resultar llamativo viviendo de un país donde se producen algunas de las mejores series originales, donde la producción es descomunal y donde, a priori, no debería hacer falta buscar ideas fuera para rodarlas. Aún así, no se trata de un fenómeno nuevo, sucede desde tiempos inmemoriales y no siempre con demasiada fortuna.

Es como si cada vez que una serie internacional triunfa en Estados Unidos hubiese alguien con ganas de haber tenido esa idea antes y, para satisfacer esa necesidad, decidiese rodar de nuevo esa historia (con más o menos cambios) y llevársela a su terreno, es decir, a la americanización de personajes, trama y localizaciones. Algunos de los grandes éxitos de la televisión estadounidense reciente tienen orígenes foráneos y muchos de ellos superaron, al menos en duración en pantalla, sino en calidad también, a los originales.

Game of Silence parte de una serie turca basada en hechos reales y, si bien Reino Unido es el país del que más se nutren los hacedores de remakes, hay perlas que han salido de industrias más inusuales como Israel. De ahí procede el germen de Homeland. Basada en Hatufin, la versión americana con Damian Lewis y Claire Danes superó rápido en repercusión a su fuente de vida y también en duración –la sexta temporada llegará en septiembre–. Pese a haber perdido el interés de un sector del público tras la salida de Lewis, Homeland se mantiene y nadie puede dudar de que se trata de una de las mejores ficciones estadounidenses de los últimos años. El hecho de que siga viva y sus cinco Globos de Oro dan fe de ello.

A los buscadores de ideas ajenas que adaptar y derechos que comprar no se les escapa casi nada. El idioma o la procedencia no importan. Lo mismo les da Colombia que España, por ejemplo. Del primero salió Yo soy Betty, la fea, que ha recorrido medio mundo con el paso de los años y cuya historia americanizó la mismísima Salma Hayek embarcándose en el proyecto como productora y lanzando al estrellato a América Ferrara como su Betty durante cuatro temporada. Un éxito. No tanto en el caso de la ‘española’ The Mistery of Laura, basada en la serie homónima protagonizada por María Pujalte y de emisión irregular. La de aquí contó con tres temporadas y la de allí, con Debra Messing, acaba de ser cancelada por NBC tras su segunda tanda de episodios. Esta entraría en el capítulo de remakes que fracasaron. Como ha ocurrido con The Brigde, adaptación de la escandinava Bron, que no ha pasado el corte y FX no la ha renovado para una tercera temporada.

Como ocurre en muchos casos, lo que suelen hacer con los remakes es coger el punto de partida, el concepto y los personajes y americanizarlos. En el caso de The Brigde los problemas fronterizos entre Suecia y Dinamarca se trasladaron a la frontera entre México y EEUU. Y es que por mucho que el material de partida sea bueno y haya funcionado, eso no es garantía de éxito. Les pasó a las series mencionadas anteriormente y también a The Returned. En este caso se basaba en la francesa Les Revenants, serie de culto que hace unos meses volvió a revivir con una segunda temporada que ya nadie esperaba. Esa que no tendrá su versión americana.

Hablando de resurrecciones, el caso de The Killing es de lo más curioso. La original y nórdica Forbrydelsen fue todo un éxito. Antes de cerrar su caso de asesinato con la tercera temporada, dio el salto su hermana yankee, que pese a ser aplaudida por la crítica no consiguió el beneplácito de las grandes audiencias. A AMC no le salían las cuentas y después de cancelarla y resucitarla decidió darle carpetazo en la tercera temporada. Hasta que apareció Netflix, se la quedó para sí y la devolvió a la vida una vez más con una cuarta entrega.

Recapitulando, Turquía, Israel, países escandinavos, Colombia, España… la lista de países en los que la todopoderosa industria de las series americanas se fija es larga, muy larga. Tanto como para ser capaz de llegar a nuestra antípodas (no las suyas) y convertir a Elijah Wood en un hombre con tendencia a la depresión que es el único que ve al perro del vecino como un hombre dentro de un traje. Un argumento extraño el de Wilfred que les dio para cuatro temporadas y que compartió actor con el reparto original australiano. Jason Gann se metió en el disfraz durante dos tandas en la original y cuando acabó allí hizo lo propio durante cuatro más en USA.

Algo que pese a ser poco habitual no es tan raro. Lo de que un actor de la serie original repita papel en el remake americano. No hace mucho lo hicieron con David Tennant en Gracepoint, aunque la jugada les salió bastante mal. Cancelada tras una sola temporada, el que fuera el mismísimo Doctor Who hizo doblete. Lo cierto es que ya desde el primer episodio se veía que aquello no iba a funcionar. Básicamente cambiaron la costa británica por la californiana, mantuvieron el nombre del personaje de ella, pero cambiaron el de él y hasta algunas líneas de diálogo eran las mismas. La americana falló, pero la británica, que curiosamente nació concebida como una serie de una sola temporada, ya tiene anunciada una tercera para el próximo año. Es lo que tienen en Gran Bretaña, que sus series gustan tanto al otro lado del charco que a veces no pueden resistirse a hacer su propia versión de las mismas. Y, como en el caso de Gracepoint, no siempre con mucha fortuna.

El filón británico

Lo que está claro es que no le hacen ascos a ningún género cuando del Reino Unido se trata. Lo mismo apuestan por remakes de series de ciencia ficción como pueden ser Being Human que por la comedia más ácida como The Office y Shameless sin olvidar el misterio y el crimen de Life of Mars. La única que parecen respetar demasiado como para lanzarse a adaptarla es Downton Abbey. Algunos dirán que no tendría sentido porque la gracia de esta serie está en esa pose y cultura de la Inglaterra del comienzos del siglo XIX y que por aquel entonces en Estados Unidos estaban a otro nivel. Pero pocas cosas hay más británicas que Sherlock Holmes y hay que ver lo que han hecho con la versión más reciente de la BBC. Han cambiado a Benedict Cumberbatch por Jonny Lee Miller, lo han mudado a Nueva York y han convertido a John Watson en Joan Watson con Lucy Liu en el papel.

Podría sonar a sacrilegio, pero no solo lo han hecho, sino que les ha funcionado tan bien que llevan cinco temporadas, que ya son más que las de Sherlock. Claro que Steven Moffat y Mark Gattis no hacen más no es por falta de ganas o ideas, si no más bien por los problemas de agenda de Cumberbatch y Martin, que desde que se ocuparon el 221b de Baker Street se han revalorizado y todo el mundo les quiere en sus películas y series.

Y es que en Estados Unidos gustan mucho de lo británico y si es con tintes políticos, mejor aún. Veep, aunque comedia, tiene mucho de política y tiene su origen en The Thick of It?. Aunque el mejor ejemplo en este sentido es House of Cards, inspirada en la miniserie homónima de 1990 protagonizada por Ian Richardson, quien interpretaba a Francis Urquhart, del partido Conservador. Su historia le dio a la BBC para cuatro capítulos y Netflix lleva ya cuatro temporadas con una quinta anunciada explotando el maquiavélico talento de su Francis Underwood (Kevin Spacey) y su esposa Claire (Robin Wright). Sin duda esto sí que es exprimir al máximo una idea y los derechos adquiridos sobre la original. La jugada le ha salido tan bien a David Fincher, productor y director de los dos primeros episodios, que planeaba hacer lo mismo con otro éxito de la televisión británica: Utopia. Aunque hace un año abandonó el proyecto y HBO lo dejó en el aire. Este se ha caído, pero seguirá habiendo más remakes americanos de series internacionales de éxito. De eso no hay duda.

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