El hechizo de Miguel Hernández yacía, hasta la fecha, en su poesía. Nada como sus versos para avivar el recuerdo y la sensibilidad de un hombre comprometido con su tiempo. Su rostro, de mirada limpia y clara, nunca se salió del marco, de ese riguroso blanco y negro prebélico, como tallado en las hoscas aristas de una España que era todo augurios.

El caso es que ahora el poeta va y se mueve. Abandonó la instantánea y se hizo real. Tan real que se sienta en cuclillas, apoya la mano en su mejilla y presta atención a lo que otros dicen. Hipnotiza verlo. Sorprende la capacidad del movimiento para dotar de vida lo que creímos enterrado en el tiempo, un simple gesto que nos reporta un mundo perdido.

Miguel Hernández, por primera vez en vídeo

El azaroso hallazgo corre a cargo de Bernardo López Minguez, un meticuloso espectador de la televisión pública que le pareció ver al poeta de Orihuela en un reportaje de TVE. En él, se ilustraba una información sobre una exposición de Miguel Hernández en la Biblioteca Nacional con una imágenes –bastante deterioradas– del Congreso de escritores antifascistas de 1937 en València.

Apenas unos segundos bastaron para que López Minguez tuviera la extraña certeza de que ahí, entre la multitud asistente, se encontraba el bardo alicantino. Una intuición que RTVE ha corroborado cotejando la ropa y la posición que ocupa en el recinto con las fotos, hasta hace poco inéditas, de Walter Reuter, corresponsal gráfico alemán que cubrió aquel encuentro.

Y las imágenes, en efecto, confirman que Miguel Hernández estuvo allí. Su indumentaria da fe de ello. La camisa remangada y el pantalón oscuro que retrató el tal Reuter a la salida del evento son los mismos que porta un misterioso joven –hasta la fecha inadvertido– en el interior del congreso. También un señor calvo sentado a su vera confirma que estamos viendo –por primera vez– a Miguel Hernández moverse.