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Las múltiples caras de Bob Dylan, un artista inclasificable

Claves de una personalidad poliédrica que han convertido al cantautor estadounidense en un creador total

Dylan en 'Billy el niño'

J.L

MADRID.- Pocos artistas simbolizan como Dylan el sentir de una época. Pocos, muy pocos, pese a ser venerados, se han mantenido comprometidos con una obra siempre cambiante, poliédrica y profundamente sugerente. Muestra de ello es el notable legado que ha ido dejando y dejará en futuras generaciones de músicos y creadores. Una obra difícilmente versionable que trasciende no sólo por lo que dice, sino por cómo lo dice. 

Diseccionar al personaje no es fácil, cómo definir a un autor que no ha parado de reinventarse a lo largo de su trayectoria una y otra vez. Así, en esa búsqueda incansable por la libertad creativa, nos topamos con el Dylan especialmente contestatario de sus inicios —acústica en ristre y harmónica—, el que se cansó de todo y tuvo a bien electrificar su cancionero, y el adusto músico que rebusca en la tradición para producir joyas recientes como 'Tempest'.

Contestatario

Su compromiso con el tiempo que le ha tocado vivir no admite dudas. Muchas de sus canciones se han convertido en la banda sonora de una generación de jóvenes que trataron —sin suerte— de cambiar un mundo que entendían profundamente injusto y unos valores que urgía cambiar. Heredero de cantautores comprometidos como Woody Guthrie, Dylan recogió el testigo y lo llevó a lo más alto.

Imprevisible

Los volantazos de Dylan son marca de la casa. Inconformista por naturaleza, cuando parece que iba a quedar encasillado en ese sonido folky que le dio a conocer, decide electrificar su música, algo que le valió múltiples reproches tanto de crítica como de sus seguidores más acérrimos. El pistoletazo de salida lo dio con la mítica Like a rolling stone, y el tiempo —una vez más— no tardó en darle la razón. Cabe decir que dicha canción ha sido considerada la mejor composición de la historia del rock según buena parte de la crítica especializada.

Poeta

Entre las razones que ha aducido la Academia sueca para otorgarle el galardón destaca el hecho de  "haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana". No es para menos, sus canciones siempre se han caracterizado por un gran lirismo del que se ha servido para cronicar lo cotidiano. Tal es así que otro insigne poeta, Alen Ginsberg, se refería al bardo de Minnesota en estos téminos: "Dylan es uno de los más grandes juglares norteamericanos del siglo XX y sus palabras han influido en varias generaciones de hombres y mujeres de todo el mundo". Y el estudioso Ball, por su lado, escribió: "Aunque es conocido como músico, sería un grave error ignorar sus extraordinarios logros en el campo de la literatura. Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores". 

Versátil

Estamos ante una personalidad poliédrica que ha buscado la inspiración de diferentes disciplinas artísticas, trabajando como pintor, actor y guionista. Hemos podido verle en algunos documentales —uno de ellos, Eat the Document, bajo su dirección—, series o películas para televisión como él mismo, pero también como actor en películas como Pat Garret y Billy el niño, Corazones de fuego, Renaldo and Clara —cinta que escribe y dirige—, Camino de retorno, Paradise Cove o Anónimos —de la cual es también coguionista—. 

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