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Oliveira y Varda, juventud en marcha

GONZALO DE PEDRO AMATRIA

Dejen paso a los mayores y cedan su asiento a las embarazadas. La sección paralela del festival de Cannes, Una Cierta Mirada, y el festival alternativo, Quincena de Realizadores, arrancaron ayer sus proyecciones dando paso a los mayores del colegio: el inagotable Manoel de Oliveira, que presentó su nueva película, de coproducción española, El extraño caso de Angélica, y Agnès Varda, quien, tras el reestreno de su película Lions Love (And Lies), de 1969, recibió la Carrosse d'Or por su carrera.

Nobleza y edad obligan: empezamos por Oliveira, que parece entrar ya en la categoría de directores prolíficos capaces de entregarnos una película al año. La diferencia entre Oliveira y, por ejemplo, Ken Loach o Woody Allen, dos clásicos abonados al rodaje constante, es que el portugués superó los 100 años de edad. En realidad, la edad de Oliveira es tan misteriosa como la fuente de su energía: nadie se pone de acuerdo, ni él mismo, en si tiene 101 o 102 años, por un error en su ficha de nacimiento. Aunque poco importa, porque el único director vivo que ha conocido, y practicado, todas las etapas del cine (comenzó a rodar cuando el cine era mudo y sigue haciéndolo ahora que se avecinan las tres dimensiones), demostró que sigue siendo el director más joven de cuantos proyectan hoy en las salas.

Oliveira usa por primera vez trucajes digitales

El extraño caso de Angélica, que podría parecer el adiós cinematográfico del maestro portugués por su temática mortuoria y un último plano, un cierre a negro, que invita a pensar en el negro definitivo y absoluto, es una travesura cinematográfica rodada con la energía de un veinteañero, 'en apenas tres meses', como confirmó el coproductor español, Luis Miñarro.

La belleza naïve de los trucajes digitales (que Oliveira emplea por vez primera), el humor soterrado, la mirada juguetona frente a 'la muerte, la única certeza posible', como dijo el propio Oliveira, y, sobre todo, la tremenda libertad de espíritu convierten esta película sobre la muerte en toda una descarga de vida (cinematográfica).

En el otro extremo de la Croisette, la jovencita Agnès Varda, recibía, a sus 82 años, la Carrosse d'Or, el premio que la Quincena entrega a directores que sobresalgan por su coraje, innovación e independencia. Varda quiso presentar una de sus trabajos menos conocidos, Lions Love (And Lies), rodada en California en 1968, en pleno auge del movimiento hippie, adonde Varda se había trasladado 'huyendo del aburrimiento de la Francia de los años sesenta', según dijo en la posterior conversación con el documentalista estadounidense Frederick Wiseman (80 años).

Varda ofreció una lección de vigor, humor y apertura de mente ('eres un moralista', dijo a un Wiseman al que no le había gustado la película), y su trabajo, una 'comedia sin humor' protagonizada por Viva, la musa de Andy Warhol, una invitación libérrima a reinventar el cine desde dentro.

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