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La pintura sagrada del XIX sale de su olvido

El Prado presenta cinco obras de cuatro pintores dedicadas a episodios religiosos

PEIO H. RIAÑO

La etapa académica para un pintor del siglo XIX finalizaba en Roma. La meta, rodeado de ruinas y tiempo. A partir de entonces se le suponía al pintor la madurez. Los artistas españoles que llegaban a la Ciudad Eterna, en posesión de una beca oficial, debían realizar una gran composición que justificara la inversión en sus estudios.

Unos prestaron atención a episodios históricos, otros regresaron a la narración de los capítulos religiosos, que se hallaba estancada hasta la llegada del Romanticismo y sus recursos. Precisamente, con el descubrimiento del enterramiento original de santa Cecilia y de la cripta de los papas en las catacumbas de la vía Appia, en 1852, el género vivió una renovación inesperada gracias a la apropiación de las vistas arqueológicas como herramienta de veracidad. Las escenas se enmarcaron entre edificios, santos y señas de un tiempo pasado, unas vistas que probaban la verdad de todas aquellas leyendas. El realismo reclamaba ya su protagonismo.

Los óleos han sido restaurados para la exposición Historias sagradas'

El Prado ha desenterrado de sus almacenes cinco piezas que son testimonio de este fenómeno. La mayoría han tenido que ser restauradas previamente debido al olvido y el desprecio en el que se encontraban. Como comentó el propio José Luis Díez, jefe de conservación de pintura del siglo XIX del Prado, las colecciones del siglo XIX son 'las más extensas en número y las más necesitadas de revisión'.

En la pequeña sala donde se han colocado los cinco grandes lienzos de cuatro pintores (Luis de Madrazo, Alejo Vera, Domingo Valdivieso y Eduardo Rosales) se presenta uno de los géneros que peor ha madurado con el tiempo. Todo aquello que no se alejara de la escuela de Goya fue inevitablemente relegada, sobre todo, si, como en este caso, los pintores españoles reinterpretaban un género como ejercicio de destreza y capacidad académica.

Los pintores que llegaban a Roma debían realizar una gran composición

La exposición Historias sagradas, situada en la última sala del itinerario del museo, se compone de cinco pinturas religiosas, realizadas entre 1852 y 1864. Este espacio se ha reservado para presentar temporalmente obras vinculadas con las colecciones del siglo XIX. Sobre el rojo roma de las paredes, el color que unifica en la pinacoteca dicha colección, y coronando los cuadros se han colocado las cartelas, que más que títulos son titulares debido al tamaño. La escenificación, en ese sentido, rompe con la información mantenida a lo largo de las salas precedentes, y se acentúa el talante espectacular de estas pinturas puristas.

Junto a los cuadros se han añadido los pasajes a los que se hacen referencia en las pinturas: Entierro de Santa Catalina en las Catacumbas de Roma, de Luis de Madrazo; Entierro de San Lorenzo en las Catacumbas de Roma, de Alejandro Vera; El Descendimiento, de Domingo Valdivieso; y dos piezas de Eduardo Rosales, Tobías y el ángel y Estigmatización de Santa Catalina de Siena. Fue Rosales el que recibió durante la presentación los mayores elogios al 'transformar la pintura española académica' y orientarla 'hacia la modernidad', explicó José Luis Díez. La obra de santa Catalina, asegura el responsable de pintura del XIX, estaba en los almacenes del Museo de A Coruña y es 'un eslabón fundamental en la obra de Rosales que no se había visto nunca'.

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