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Scorsese pasa por el psiquiátrico

El director present en Berlín 'Shutter Island', un filme paranoico en el que mete a Leonardo DiCaprio en una isla llena de asesinos locos

GUILLEM SANS MORA

Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio desataron la furiosa tempestad de Shutter Island cuando la pantalla de la Sección Oficial seguía impregnada aún de los trallazos de agua fría y viento helado que la salpicaron en la jornada anterior con The Ghost Writer, de Roman Polanski. Las dos películas transcurren en sendas islas de la costa este de EEUU, inhóspitas y tormentosas por igual. Pero si a Polanski no le tiembla el pulso y ha ofrecido al festival una de sus mejores obras tardías, el igualmente veterano Scorsese queda atrapado en el estruendoso lujo de la producción y un argumento a todas luces desaconsejable en caso de fiebre o resfriado. La película, fuera de competición, llega la semana que viene a los cines de todo el mundo.

En esta historia ambientada en los años cincuenta, DiCaprio interpreta a un policía que llega a una siniestra isla donde se levanta una prisión para asesinos locos. Una interna que ahogó en un lago a sus tres hijos pequeños ha desaparecido sin dejar huella y DiCaprio tiene que encontrarla. A remolque de sus pesquisas, el policía sospechará que el director de la prisión, un Ben Kingsley exquisitamente trajeado y con pipa, es aficionado a los experimentos humanos. ¿Será verdad o sólo una paranoia derivada de las experiencias de DiCaprio cuando era soldado y liberó con las tropas americanas el campo de concentración de Dachau? ¿Y qué hay en el misterioso faro de la isla, permanentemente vigilado?

Scorsese: 'Con Leo he alcanzado nuevos niveles de trabajo en común'

El novelista Dennis Lehane, firmante del libro en que se basa también Mystic River, de Clint Eastwood, es el autor de una historia que Scorsese dijo haber traducido 'casi palabra por palabra' en 138 largos minutos de película. Si el punto de partida del argumento puede parecer enrevesado, la realidad es susceptible de empujar al espectador desprevenido a solicitar una lobotomía urgente tras la proyección. 'Ha sido un desafío, un trabajo que exige mucha empatía, mucha emoción de todos. Por suerte, estábamos en buenas manos', explicó Kingsley. Menos mal, nos quedamos tranquilos.

Quizá sea simplemente que una trama al estilo de Luz de gas funciona muy bien en el Londres victoriano y en 'petit comité', es decir, en plan teatral y en el reducido entorno familiar de Ingrid Bergman y Joseph Cotten. Pero plantear un ejercicio de paranoia en una isla entera con sus docenas de tarados, policías, guardianes y médicos, resulta al final una empresa casi imposible en términos de credibilidad. Sobre todo si la historia viene salpimentada con traumas del horror nazi y al protagonista le asaltan continuamente los fantasmas del pasado, en unas escenas adornadas con profusión de fuegos digitales.

A Martin Scorsese le interesó la historia porque le recordaba al clásico del cine mudo alemán El gabinete del doctor Caligari. La esquizofrenia y la personalidad múltiple son temas muy difíciles de tratar en el cine, pero si en algún momento hemos de temer que los zombis empiecen a arrastrarse acantilado arriba en Shutter Island, la batalla del argumento ya está perdida sin remedio. El doctor Caligari era un trasunto de Hitler. DiCaprio lo es de sí mismo.

DiCaprio: 'Martin Scorsese es el mejor director de nuestro tiempo'

En compañía de un Mark Ruffalo bastante insípido y una acaramelada Michelle Williams (Brokeback Mountain), Scorsese y DiCaprio intercambiaron elogios mutuos en la rueda de prensa más concurrida de esta Berlinale. 'Pertenecemos a generaciones distintas, pero hace diez años que colaboramos y hemos alcanzado nuevos niveles de trabajo en común, a lo que se une la increíble madurez artística de Leonardo', elogió un director que ya ha dirigido a DiCaprio en cuatro ocasiones, incluida la carnicera Gangs of New York, que abrió la Berlinale de 2003.

'Ya no soy tan joven. Pero cuando lo era, entendí que había que estar loco para desaprovechar la oportunidad de trabajar con Scorsese. Hemos desarrollado una auténtica camaradería', le correspondió educadamente DiCaprio, que era un chaval de 15 años cuando vio por primera vez Taxi Driver (1976). 'Scorsese es el mejor director de nuestro tiempo', proclamó el actor. ¿Más? La cosa empezó a dar un poco de grima cuando reveló que le encanta degustar postres italianos con su admirado director.

DiCaprio lo hace muy bien, pero a sus 35 años no ha perdido un aire adolescente que chirría un poco entre tanta psicopatía severa y tanto holocausto de fondo. 'Fue un enorme desafío interpretar a un hombre que huye de un trauma en lo más profundo de su interior', dijo. Para el espectador, lo difícil es mantener el interés por los imprevisibles devaneos del trauma.

En resumen, los incondicionales del Scorsese de los últimos años disfrutarán con la película. Pero incluso ellos deberían tomarse antes una aspirina, efervescente y en agua muy fría. Si no lo hacen, corren peligro de acabar como el espectador de El cabo del miedo que se pegó un tiro en la cabeza en un multicines de Palma de Mallorca en el año 1991. En aquel entonces, Martin Scorsese sí que daba miedo.

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