Público
Público

Una imagen histórica y caprichosa

El partido se jugó bajo un soniquete constante de transcendencia

LADISLAO J. MOÑINO

Toca como te sientes. Atendiendo a cómo lo hacía Messi en el calentamiento, apuntaba al rey en el que se ha convertido. Tocaba con desgana, casi sobrado. Una huella de que estaba soltando músculos, de que esos toques no le importaban más que como un primer contacto en la recta final de su manera de preparación de la cita; el partido ya será otra cosa más seria y precisa. Enfrente, Cristiano, con doble manga beisbolera, hacía la foca con el balón. Es otra forma de meterse en el partido. Es como si necesitara sentir desde el primer momento que doma el balón, que el más virguero es él. El sprint corto que hizo antes de retirarse el último a los vestuarios hablan de esa competitividad con la que ascendió a la cúspide. Messi, en cambio, se fue a la caseta andando, sin ninguna prisa, con la calma de que todo tiene su tiempo y su hora.

La salida de los dos equipos al campo descubrió la obviedad de que si el clásico de por sí es diferente, la apretada realidad estadística y la afrenta de la temporada pasada iban a elevar de manera exponencial los decibelios. El partido se jugó bajó un soniquete constante de trascendencia. Cada acción elevaba ese eco continuo que no es tan habitual en el Bernabéu. Pellegrini fue el primero que salió del banquillo para dar instrucciones. Puede que contagiado por la salida envalentonada de su equipo y viendo al Barça en su campo le ordenó a Albiol que se adelantara. Un gesto ambicioso para marcar la raya. Al poco, salió Guardiola, entallado en traje gris. Desde el punto de vista de la elegancia, nada que objetar a ninguno de los dos entrenadores.

En el duelo particular Messi-Cristiano alborotó antes el portugués con un par de carreras. Messi deambulaba por el medio, como estudiando el partido, buscando el momento en el que empezar a mandar de verdad. El primer silencio del Bernabéu fue para él. Muy breve, pero significativo. Le hizo un caño a Xabi Alonso que no generó mucho, pero sí descubrió el temor que generaba entre el madridismo. Cristiano respondió enseguida, un duelo es un duelo. El portugués eligió como víctima las largas piernas de Busquets. El Bernabéu se incendió más aún con ese gesto técnico tan agradecido.

Fue cuando los corrillos alrededor de Mejuto empezaron a demandar el peso de los galones cuando Messi ya estaba en el partido para tratar de decidirlo. Poco antes ya se había quejado, porque no le había llegado el balón en una contra. Primero fue Xavi el que protestó con fuerza; otro con galones que también ya anticipaba que estos partidos hace tiempo que no le asustan. Messi esperó su tiempo para dirigirse al colegiado. Igual que para entrar en juego. Se quedó a solas con Mejuto. En la siguiente jugada ya ejecutó sin piedad a Casillas y se fue a la esquina para ser derribado de alegría por sus compañeros. En la soledad de la portería, Casillas lo maldecía todo con cara de disgusto y mirada asesina a cualquiera de sus compañeros que se le cruzaba por el medio. Media hora tardó Messi en entrar en el partido de verdad para generar el primer gran silencio traumático del Bernabéu. Cuando Mejuto señaló el descanso, Messi siguió con esa calma que le delata como el mejor jugador del mundo. El Madrid se retiró rápido.

A la vuelta de los vestuarios, la intensidad de los sonidos del Bernabéu había bajado, aunque se mantuvo constante. Hasta que Pedrito hizo el 0-2 y el Bernabéu volvió a claudicar de manera definitiva. Pedrito se fue al mismo córner que Piqué cuando la temporada pasada hizo el 2-6. Como entonces, el fue el central que le rugió al madridismo subido a la chepa de sus compañeros puño en alto. Entonces, la composición del cuadro victorioso del Barça fue caprichoso. Abajo de la melé que lideraba Piqué desde lo más alto, se podía leer, formado por las camisetas de Alves y Xavi 2-6. Esta vez, el marcador no produjo ese escarnio, pero la pelota una vez más dijo que el Barça es más equipo y que Messi es el mejor jugador del mundo. Desde la calma del que convierte el calentamiento en un soltar las piernas sin más.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?