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El muñeco diabólico

España se estrella contra la danza de manos y piernas de Landin, el portero que a sus 23 años ya debate por ser el mejor

MIGUEL ALBA

La misión obligaba a superar una escuela. Un concepto genético. El 6-0 academicista de Dinamarca. La gran barricada que lleva décadas protegiendo a su portería. España llegó con el encargo memorizado. Preparado para asaltar un país. Sin embargo, los minutos le paralizaron ante un solo tipo. Miklas Landin. El chaval (23 años) construyó un muro sin apenas sumideros para el gol. España se estrelló en su baile de brazos y piernas. Y la coreografía de la final la escenificó Dinamarca. Las manos de Landin aparecían en ángulos imposibles y las punteras de sus pies llegaban hasta el infinito. El chaval se movía como un muñeco diabólico. Eléctrico ante el balón de España al que dejó alocado.

España tardó en aprender a tirar a Landin. Casi 20 minutos. El estrés por evitar al muñeco agarrotaba las órdenes del cerebro al brazo. El parón era general. Daba igual el apellido del lanzador y su hábitat. Se estrellaba Iker Romero (24 de 29 en penaltis en el campeonato) desde los 7 metros. El fallo corrió la jerarquía española en los penaltis. Lanzó Juanin. De nuevo, balón al muñeco. Como Alberto Entrerríos y Viran Morros en dos contragolpes insultantemente cómodos. Landin hacía pensar al brazo y este perdió su naturalidad. Aturdida,

España se asió a su defensa. Poco más tenía entre la velocidad coral de Dinamarca. Tres pases rápidos, y gol de Hansen. Una circulación espídica de balón que siempre encontraba una superioridad en los extremos de la defensa española. Sin embargo, los de Valero acortaban todas las secuencias negativas extenuándose en su defensa al avanzado. En ese derroche de oxígeno, España se sintió liberada en tres contragolpes consecutivos (6-6, m. 12).

Pero, cada vez que La Roja quiso cambiar el paso, se topaba con el muñeco. En medio de la primera oleada de campanas (10-6, m. 15), Valero reseteó su primera línea. Raúl Entrerríos, por Chema Rodríguez, en el centro. Cañellas, por Alberto Entrerríos en la izquierda. La fluidez apareció de repente ante una Dinamarca que empezaba a saltarse sus esquemas en defensa. Jugó al avanzado para frenar a Cañellas. Del desajuste se aprovechó España para jugar a la igualada hasta el descanso (12-12).

El equilibrio de poderes se quedó en el vestuario. Los seis minutos que necesitaron los de Valero para anotar en la reanudación les condenaron a jugar siempre con la lengua fuera.

Sin margen de error ante una selección que seguía explotando a su muñeco diabólico y despertaba a su gran mesías: Mikkel Hansen. El ex lateral del Barça concluía en ataque todo lo que condenaba Landin bajo palos. Allí se desintegró una España que apenas miró a sus extremos en todo el partido. Se olvidó de esa solución para intentar convertir al muñeco en un simple juguete. Aún así, el coraje defensivo mantuvo a España (20-19, m. 47), hasta que Hansen (cuatro goles consecutivos) y Landin se asociaron para darle a los de Valero con la puerta de la final en las narices.

España luchará mañana (14.30, Teledeporte) por el bronce ante Suecia, el damnificado de ese ciclón que vive bajo la camiseta francesa. La pandilla de Karabatic es el primer equipo en la historia que puede renovar su título mundial. Landin tratará de evitarlo. Para él, detrás del oro aparece otro debate, el del mejor portero del mundo ante Omeyer.

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