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Adrián fue D’Artagnan

El delantero, como si fuese un mosquetero, jugó con aire magistral en un partido muy pacífico para el Atlético

ALFREDO VARONA

Adrián fue D’Artagnan. Un tipo con cuerpo de mosquetero que cada vez que se hizo con la pelota persiguió un sueño. Jugó con aire magistral en todos los territorios. Se puso de acuerdo con el balón y dio la impresión de haber firmado un contrato con él. Fue materialmente imposible arrestar tanto talento para los defensas del Lazio,

atletas de vocación, futbolistas por accidente. Al menos, en una noche como la de ayer en la que el Atlético fue un reflejo de Adrián. Sobre todo, al inicio de la segunda parte, en la que convirtió el área de Bizarri en la entrada de un centro comercial en fin de semana. Llegaron ocasiones rápidas y valiosas, por arriba y por abajo. La consecuencia fue el gol de Godín. Un cabezazo limpio y cómodo, una de sus mejores herencias en el Calderón.

Adrián apareció, sobre todo, en la orilla del área. Fue fácil de reconocer por sus botas amarillas, pero Diamkité y Dias se ahorraron hasta el esfuerzo de pegar patadas, ¿para qué? Quizá fuese lo más honrado. Ante ese talento, cuando un futbolista te coge, te pisa el balón y te borra los ojos, no hay mejor represalia que la admiración. Fue eso Adrián, un reloj en una noche vencida de antemano y a la que también se sumó Salvio, otro futbolista de categoría y con hambre de gloria como para rellenar un libro él solo. Hasta ahora vive entre sombras en el Atlético, incapaz de lograr una vida acomodada en el equipo titular. Pero es un tipo interesante, un Maradona en transición que, por cierto, a un equipo como el Lazio le vendría de maravilla. Salvio tiene el talento que falta en esa casa. Sus futbolistas son reputados por su esfuerzo. Con la pelota su vida es como un amor de verano. A menudo, se acaba antes de empezar.

Salvio compartió la noche de Adrián con jugadas muy importantes 

La diferencia real fue esa: el Atlético jugó con el balón; el Lazio sin él. Y no fue una desfachatez de la noche, sino la realidad que separa a los dos, a gente como Salvio, Koke o Adrián de los legionarios del Lazio. Zauri o de Mauri, pongamos por caso. Con ellos, el Lazio renunció a la heroicidad antes de salir del vestuario. Necesitaba tres goles, un desafío extremo para un equipo amargado con la pelota. Sin prisa por tirar a gol, el Lazio aguantó en pie durante mucho rato gracias a Bizarri. Sin sus paradas, no hubiese durado ni un cuarto de hora.

El Lazio fue un amor de verano con el balón: acabó antes de empezar

Salvio fue el que más pagó las habilidades del portero, que todavía resisten al paso de los años. Hace más de una década que dejó el Madrid. Pero se conserva y debajo de la portería no se asusta por nada. Fue la única pega que encontró el Atlético para traducir su esfuerzo en una goleada. Bizarri dejó el partido tan abierto que a los 75 minutos pudo llegar el empate. Matuzalem buscó venganza con un lejano disparo que levantó de la cama a Courtis. A veces, los porteros, más que eso, son como médicos de urgencias.

Para entonces, D’Artagnan ya se había ido. Ovacionado, por supuesto, Adrián había sido sustituido por Falcao, que tuvo un romance con el gol. Pero como en Gijón o en Santander la pelota, antes de aceptar su amistad, le presentó una última excusa. Pero esta vez no pasó nada. Bajo la supervivencia, el Lazio jugó con números rojos. De sus delanteros no se escuchó ni el apellido. Todo lo contrario que un Atlético en el que Turan se identificó con la noche. Buscó aportar algo de sí mismo para parecerse a Adrián, a Salvio e, incluso, a Koke, rápido y exigente con la pelota.

Atlético: Courtois; Perea, Miranda (Silvio m. 69), Godín, Domínguez; Gabi, Assunçao; Juanfran (Turan m. 58), Koke, Salvio; Adrián (Falcao m. 60).

Lazio: Bizarri; Zauri, Diakité, Dias, Lulic (Rozzi m. 77); Ledesma (Zampa m. 80), Matuzalem; Candreva (González m. 56), Hernanes, Mauri; Kozac.

Goles: 1-0 M. 47. Godín, de cabeza.

Árbitro: Atkinson. Amonestó a Godín, Diakité y Matuzalem.V.

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