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Al rescate de la ilusión

Los deportistas olímpicos no buscan excusas para fallar, sino soluciones para acertar

ALFREDO VARONA

¿Qué hay detrás de una medalla, de un diploma o de la presencia de un atleta en unos Juegos? Hay poca gente que pueda aspirar a ello. De hecho, en estos Juegos sólo van a representarnos 282 deportistas -168 hombres y 114 mujeres- que, según Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, tienen un mérito incomparable. 'Si hiciésemos la relación inversión resultados, seríamos el primer país del mundo'.

Pero los recortes no restan motivación. Ni siquiera a gente como María Vasco (1975) que, en sus quintos Juegos, se presenta con opción de medalla en los 20 kilómetros marcha. Han pasado doce años desde su bronce en Sidney y dieciséis desde que debutó en Atlanta 96, pero María insiste. Cada día entrena en la soledad, acompañada por la música de Brandon Flowers. Cada vez recupera peor los esfuerzos, pero lo compensa con sabiduría. 'Soy más fría y ya no me afecta quien vaya corriendo a mi lado'. A su edad, 37 años, su presencia en Londres sólo es posible por una razón: 'Soy demasiado cabezota'.

El atleta olímpico, consiga o no medalla, es un ser especial, acostumbrado a la soledad, a cuatro años de días anónimos hasta que llegan los Juegos: gimnastas, nadadores, atletas... Pep Martí, jefe del departamento de psicología del deporte del CAR de Sant Cugat, conoce de sobra a ese tipo de gente. Después de 23 años de profesión, ha escrito un libro, Aprender de los campeones, en el que explica que 'la cultura del esfuerzo más la de la eficacia es el éxito asegurado'. Y, en realidad, resume vidas tan largas como la de María Vasco. Su éxito de Sidney, a los 25 años, no le restó motivación. Al contrario. La prueba es que en Pekín 2008 fue quinta y en el Mundial de Osaka 2007 tercera ante marchadoras que ya eran mucho más jóvenes que ella. Pero María tiene una diferencia: sabe administrar el triunfo y luchar contra el fracaso.

'Los campeones saben aprender: reconocen los errores como propios y no buscan excusas y los corrigen rápidamente', explica Pep Martí. 'Un entrenador me dijo que hay dos clases de deportistas, aquellos que buscan una excusa para poder fallar y aquellos que buscar una solución para poder acertar. Los perdedores se quejan, los ganadores aprenden'. El triatleta Javier Gómez Noya (1983) cumple con este retrato. Hace cuatro años se presentó en los Juegos de Pekín como el gran favorito. Tenía la edad óptima, 25 años, y lo había ganado todo en la Copa del Mundo, pero en los Juegos fue cuarto. Los últimos metros de la carrera a pie destrozaron sus ideas, pero no concedió permiso a las excusas. Aceptó la realidad ('para ganar había que ser el mejor y yo no lo he sido') y por eso ahora, cuatro años después, vuelve a ser olímpico.

Noya ya no será el favorito de los triatletas que arranquen en Hyde Park. La referencia serán los hermanos Brownlee, pero lo importante es que la motivación de Noya no ha cambiado. Y la motivación lo es todo. Hace años, el doctor Alejandro Lucía, catedrático de fisiología de la Universidad Europea de Madrid, escribió un artículo para explicar el regreso de Michael Jordan a las pistas de baloncesto: 'En realidad, más que en factores estrictamente fisiológicos, deberíamos pensar en el móvil más importante para cualquier actividad del ser humano: la motivación. Con los años, la mayoría de los deportistas tiende a perderla gradualmente. Y sólo con un 100% de motivación se consigue lo que uno quiere en el deporte'.

La motivación no es fácil de explicar al preparar unos Juegos. El tiempo se hace largo. La ansiedad existe. Noya se ha concentrado este invierno, primero en Fuerteventura, y después en Stellewbosch para entrenar a gusto. A solas, con la única compañía de su entrenador, Omar González, y con una idea que, a su edad, casi nunca falla: 'Siempre que intentas abusar el cuerpo se resiente y las lesiones son muy difíciles de eliminar'. Por eso la preparación olímpica es como un proceso científico que, en algún momento, te puede destrozar la cabeza. Olmedo, que era nuestra gran alternativa en 1.500, ha sucumbido. Orientó toda su vida entorno a los Juegos y fue incapaz de resistir. A pesar de tener la marca, se ha apartado voluntariamente: 'La cabeza no le da permiso a mis piernas'. Y eso es algo que va contra la naturaleza de los deportistas que estos días llegan a la villa olímpica. Se trata de materializar un sueño, no de vivir una pesadilla.

El psicólogo Pep Martí lo explica: 'Está bien esforzarse, pero no es suficiente, hay que saber rendir. El talento es imprescindible para conseguir el alto rendimiento, pero no es suficiente. El entrenador de los Lakers Phill Jackson dice que 'el carácter es más importante que el talento, porque es el que permite que el talento surja, se desarrolle y se materialice'. Quizá eso es lo que también justifica las palizas que aún se pega el piragüista David Cal (1982), cuádruple medallista entre los Juegos de Atenas y Pekín. 'Si supiera que no tengo opciones de medalla no sé si sería capaz de aguantar entrenamientos tan duros'. Cal tiene esa facultad para ejercer un control supremo sobre sí mismo. Hace poco, cuando fue quinto en el Europeo C-100 metros, no se alarmó. 'En este momento estoy bien y queda mucho por entrenar'.

El deportista olímpico, en realidad, posee una cabeza prodigiosa, en la que se refleja un estilo de vida. 'Si tú eres inestable viviendo, no puedes ser regular rindiendo', insiste Pep Martí que, en sus 23 años de profesión, ha visto 'deportistas con un talento brutal que no han sido capaces de cuajar su talento y demostrarlo, porque no tenían autocrítica o no vivían de una manera compatible con el alto rendimiento'. Y eso no significa que el deportista olímpico, por el hecho de ser de elite, sea un hombre famoso y adinerado. El gimnasta Isaac Boitella (1984), con 241 seguidores en su cuenta de Twitter, es una prueba rotunda. Para pagar la hipoteca de la casa que se ha comprado en Elche, su tierra, tiene que dar clases extraescolares en el colegio San Patricio o compartir piso en la casa de Móstoles de su compañero, Rafa Martínez. El contraste es que, siendo mileurista, Botella fue sexto en salto en el Mundial de Londres, quizá porque es consciente de lo que debe hacer. 'Mis saltos nunca son demasiado difíciles y siempre son limpios'.

Con esa hoja de ruta, Botella tratará de emular en Londres los éxitos de Deferr en los tres últimos Juegos. Quizá porque Deferr, en ese sentido, nunca dejará de ser un ejemplo. 'La mayoría de los mortales primero conseguimos cosas y después nos creemos que podemos volver a alcanzarlas', explica el psicólogo Pep Marí. 'Unos pocos privilegiados funcionan al revés: puesto que creen ciegamente en sus posibilidades, acaban consiguiendo grandes cosas. Gervi pertenece a esa segunda especie de campeones'. Y, como diría el doctor Alejandro Lucía, todo eso es una demostración de algo que, a diferencia de la genética, no se puede medir en un laboratorio: la motivación.

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