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Las contradicciones de Lillo

El profesor de Guardiola ya solo suena para Sudamérica y va a cumplir cinco años sin poder entrenar en España en los que, sin embargo, no hay agobio de ningún tipo. "No necesito publicidad", explica a Publico.es

Juan Manuel Lillo Y Pep Guardiola.- EFE

ALFREDO VARONA

Hay pocas tareas más fáciles en el periodismo que la de entrevistar a un entrenador en paro. Entonces muestran una facilidad sorprendente para coger el teléfono y dedicar horas de conversación. Pero entre la norma todavía quedan excepciones como la de Juanma Lillo (Tolosa, 1965). La tarde en la que contacté con él el problema no es que estuviese a punto de salir para el cine con la familia. Tampoco su antipatía, que nunca existió: el problema es que Lillo no concibe hacer entrevistas para medios digitales, abiertos a los comentarios de los lectores. “No quiero exponerme a que puedan decir barbaridades mías y mi hijo pueda leerlas”, justifica. “No pido que nadie se solidarice conmigo, pero es mi manera de verlo y de sentirlo. Soy fiel a ello. La gente que me conoce lo sabe”.

Así es Juanma Lillo, un tipo que se mide en función de los sentimientos, vocacional hasta la muerte, al que no hubo forma de convencer. Tampoco se intentó, porque hubiera sido tiempo perdido, no invertido. “No, no, esto no es de ahora. Lo he hecho así siempre”, explica el entrenador, un hombre que ha situado su domicilio en Paracuellos del Jarama, expuesto al juicio de la montaña, alejado de casi todo el ruido de Madrid. “No necesito publicidad. Si por mí fuese, preferiría que la gente casi no supiera ni donde estoy”, insiste como prueba de su carácter, de sus 49 años de vida, "aunque parezcan más, porque llevo 20 años entrenando y la gente se cree... Pero a mi edad resulta que hay entrenadores que todavía están empezando".

Juan Manuel Lillo. EFE

Son las cosas y acaso las contradicciones de Lillo, ese hombre que dirigió su último partido en la Liga española el 20 de noviembre de 2010 como entrenador del Almería. Entonces perdió 0-8 frente al Barcelona de Guardiola y desde aquello no ha habido equipo para él, aunque no se excusa, "porque en cualquier momento esto puede cambiar y nadie puede decir que no vaya a cambiar". Su vida se aleja del agobio de los parados de larga duración por lo que parece. "La vida es como una ruleta rusa y sino basta con recordar el caso de Vicente Del Bosque".

Quizá por eso una conversación destinada a morir rápido encuentra el desorden para motivarse y acordarse de una biografía como la de Lillo, capaz de acorralarte y de llevarte a preguntarte por qué su nombre ya sólo suena para el extranjero, en ligas menores. Los últimos rumores lo han aproximado al Colo Colo de Chile o en el Atlético de Rafaela de Argentina acorde con su última experiencia, la de la temporada pasada en Millonarios de Bogotá, donde no duró mucho, pero tampoco pasó nada. De ahí marchó diciendo que "en el fútbol no hay nada de lo que excusarse. Unas veces ganas y otras pierdes. Desde que se inventaron las excusas se acabaron los errores".

“Paternidad de cariño”

No es hombre de excusas Lillo, sino de sentimientos, dueño de una biografía, capaz, incluso, de sacarnos de quicio, capaz de pasar a dirigir al Ciudad de Murcia en Segunda un mes después de estar a punto de entrenar al Barcelona. Guardiola lo había elegido como técnico para el Barcelona como director deportivo en la candidatura de Bassat en 2003, finalmente, perdedora. Guardiola, en realidad, había sido ese hombre que, en su sprint final como futbolista, rechazó una oferta del Manchester City para darse el placer de que lo entrenase Lillo en el Dorados de Sinaloa de México, donde lo eligió como “una fuerte de consulta” para la eternidad, “paternidad biológica nada, paternidad de cariño, sí, claro”, coinciden.

Pero la contradicción, una más de su vida, es que mientras Guardiola dirige al Bayern Münich, Lillo ganó sabiduría, pero perdió jerarquía. El 20 de noviembre cumplirá cinco años sin equipo al que entrenar en España, sin tiempo siquiera para acercarse a la edad de jubilación. Una contradicción que, sin embargo, no fustiga al ‘monstruíto’ como se refiere a él Menotti "He encontrado a alguien mas loco que nosotros”, le dijo Menotti una vez a Valdano “que habla de fútbol por el camino correcto". Y ese hombre es Lillo, gente que ama al lenguaje más que a su propia vida.

Y quizá por eso esto, que nació con la idea de entrevista, va a morir como un retrato del personaje. Quizá contradictorio, quizá extraño como su hoja de entrenador. Pero Lillo nació y morirá distinto como el arranque de esta entrevista que nunca existió. “No, no quiero exponerme a que mi hijo…”

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