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El Madrid necesita más dificultades

Frente a un Mallorca, que nunca pareció el de Caparrós, el Madrid vence en el balneario

ALFREDO VARONA

El Madrid tuvo tantas atenciones como en un hotel de cinco estrellas. Jugó sin problema en el césped frente un rival sin seguro médico, incapaz de hacer daño. No fue el Mallorca un equipo digno de Caparrós, ese hombre con tanto empuje que podría haber reemplazado a John Travolta en 'Grease'. La edad no hubiera sido problema, porque es de la misma generación que Travolta y la tentación hubiese sido infinita. Caparrós, con más pelo que ahora, hubiese tenido la fortuna de girar la cintura junto a Olivia Newton-John en aquel año 78. Pero, en fin, el hombre no debe estar para bromas a estas horas. Su Mallorca se pareció más a una grupo de veraneantes que a un equipo de fútbol. Jugó con poca hambre y miles de defectos, sobre todo atrás, con ese dúo de centrales, Geromel y Conceiçao, que parecieron el duo sacapuntas. Así, tal y como lo hicieron ellos, sólo se puede vivir en estado de alarma.

A un equipo de Caparrós siempre se le presume mala uva, se le puede ganar y hasta golear, pero lo normal es que el rival abandone la cancha con heridas. Un equipo de Caparrós es un equipo que masca chicle, que no deja en paz a nadie y que resulta perverso como una película de miedo. Sin embargo, anoche fue como esa declaración de amor que Billy Creystal le planteó a Meg Ryan en la gran pantalla. A los siete minutos, Conceiçao, recién llegado de vacaciones del Caribe, tiró al mar su reputación de defensa central. La pelota aterrizó en el pie derecho de Higuain, que en el área no sustituye por nada al amor propio. A solas frente a Aouate, el delantero no desconfió de su puntería. Desde primera fila, resolvió como un caballero, a su debido tiempo, y ahorró disgustos. De paso, dejó una lección para siempre a Conceiçao que, en vez de un salvavidas, fue un agujero. Con gente así, el tiburón siempre llegará a la costa.

La incertidumbre se quedó sin aliados, definitivamente, diez minutos después. Entonces Nsue ejerció como lo que es: un interior con zancada que sabe manejar la pelota y no tiene miedo a ejercer la decisión. Engañó a la defensa del Madrid y propuso el empate con un tiro de categoría. Pero Casillas impidió la noticia y, después, el partido ya no fue nada más que una sucesión de minutos. Silenciado el espíritu de Caparrós, que fue un hombre solo, el partido murió de amor, el Mallorca no justificó ni la inversión del uniforme y el gol de Cristiano sólo fue una prueba más. A orilla del área, el Madrid volvió a jugar con la máxima paz, a trasladar la pelota sin vicios. Enfrente no había coches de choque. La defensa del Mallorca fue un ejemplo extraordinario de generosidad. Cristiano desbordó en el segundo gol antes de resolver. Otra vez a solas frente a Aouate, que anoche no tuvo la más mínima relación con sus defensas. Un par de días más así y la cosa huele a demanda de divorcio.

Frente a tanta vulgaridad, el Madrid fue una orquesta en la que Sergio Ramos no sólo hizo de lateral. También de extremo en una banda en la que Bigas no fue Bigas Luna. El lateral pasó una noche tremenda, en la que no vio un balón ni en pintura. A su favor, sólo está que la noche no acompañó nunca. La única esperanza para el Mallorca estaba en la segunda parte. Entonces salió Pina en vez de Fontas para racionalizar el medio campo. Pero en la reanudación no cambió nada. Entre las amistades del Mallorca no figuraba la pelota, Martí no puso orden, y así es imposible. Ni siquiera se comprometió la cintura de Essien, que era uno de los blancos de la noche. Pero la realidad es que el Madrid lo fue todo. Tuvo un futbolista, Modric, que invitó a cenar a todo el mundo. En un escenario así, Modric fue el Balón de Oro. Tuvo la velocidad para conducir y la pausa para ordenar un equipo que volvió a atizar dos veces en tres minutos la portería de Aouate. Otra vez por medio de Higuain y Cristiano, que siempre será gente sin compasión. Al menos, dentro del césped, donde no conciben la vida sin porterías y sin estadísticas. Su velocidad fue un ejercicio de ciencia ficción para los defensas del Mallorca, cómplices como los aficionados del Madrid más fanáticos.

En realidad, fue una noche reparadora para el Madrid. Quizá demasiado y tan distante con lo que se esperaba que pareció una mala broma. Venía para jugar en Vietnnam y lo hizo en el Caribe. Atenciones tuvo todas y penas ninguna o, si acaso, la tarjeta de Xabi Alonso que le impedirá jugar ante el Zaragoza. Pero quién sabe si, ya puestos, fue hasta forzada. La realidad es que el Madrid pudo hacer más sangre, tanta como hubiese deseado, pero hay noches en las que la lujuria no excita el ánimo de lucro. Y eso que a última hora salió gente destinada a no perdonar como Morata o el mismo Callejón que, en su caso, esperó al último minuto. No fue nada, más que una anécdota, una diferencia más con el Mallorca, un equipo involuntario desde el primer minuto. Un golpe para el prestigio de Caparrós como entrenador. No es lógico este equipo en una vida como la suya. La noche que, por cierto, fue bien fresquera lo dejó desnuda. La previa anticipaba una crónica de sucesos, sin nada que perdonar, ni un saque de banda siquiera. Pero la realidad es que el Mallorca no dio una sola voz. Nsue desapareció pronto.

Mallorca: Aouate; Ximo, Geromel, Anderson Conceiçao, Bigas; Fontás (Pina m. 46), Martí; Nsue, Giovani (Arizmendi m. 59), Víctor (Marc Fernández m. 77); Hemed.

Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Varane, Pepe, Essien; Xabi Alonso (Albiol m. 80), Modric; Di María (Callejón m. 73), Özil, Cristiano; Higuaín (Morata m. 77).

Goles: 0-1 M. 7. Higuain, a solas frente a Aouate, tras un error de concentración de Anderson. 0-2 M. 21. Cristiano fusila por la derecha tras un pase de Higuain. 0-3 M. 69. Higuain marca con el interior a pase de Cristiano. 0-4 M. 72. Cristiano, esta vez a centro de Higuaín. 0-5 M. 90. Callejón, en boca de gol.

Árbitro: González. Amonestó a Modric, Bigas, Conceiçao y Xabi Alonso,

Estadio: Iberostar Estadi.

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