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Osasuna se queda sin pilas

El equipo de Camacho se desinfla (0-0) ante un Zaragoza que aprieta sólo al final

ALFREDO VARONA

A los 13 minutos, Contini empezó a sangrar por la nariz. Su choque con Lekic tuvo una pinta malísima. Pero Contini es el defensa italiano de toda la vida, con los dientes postizos y los zapatos de clavos. Así que volvió a su función policial, a uno de esos partidos que se crearon a su imagen. El Zaragoza no sabía nada de la pelota. O no quería saber nada, porque uno de los mediocentros que colocó Aguirre fue Ponzio, un tipo que, entre un pastel y un balonazo, se queda casi siempre con el balonazo. El otro resultó ser Pinter, un tallo de 1,90 que tardó en bajar a la tierra. El despertador se quedó sin pilas. Cuando lo hizo, ya había terminado la primera parte.

Osasuna estableció las reglas, sobre todo por la banda derecha, donde Paredes necesitó un asesor permanente. Su estrés fue enorme en la primera parte. Si tapaba a Juanfran, aparecía Nelson que, aunque parezca gente desenfadada, también tiene su peligro. A los 18 minutos, estuvo a punto de asaltar la caja fuerte. Su centro desde la banda demostró a Leo Franco que los demonios viven en Navidades. Pero nada de eso despertó al Zaragoza, que anuló a la pelota de su vida, incluido Bertolo, su mejor talento. Antes de que sus compañeros le acusasen de traidor, demostró que él también comete faltas de ortografía y ni siquiera supo ordenar una pelota que bajó del cielo.

La tasa de ocasiones fue alta para Osasuna. Y por esos mercados siempre deambula Soriano. Con la pelota, es un futbolista limitado, pero con un alto archivo de goles. Un día se acostumbró a pisar área y no le asustan los balones que aterrizan desde Vietnam. A Contini le ganó dos remates que a Lekic ni se le ocurrieron. No fue extraño. Lekic sigue a dieta y volvió a ser un delantero sin novedad y trascendencia algunas. Así que la hinchada respiró cuando le sustituyó Aranda, que sí fue capaz de arañar a los muchachos de Contini. Pero para entonces a Osasuna ya le faltaba valor y el Zaragoza acababa de amenazar con ganar el partido por medio de Lafita. Aguirre, en su regreso al Reyno, había ejercido de entrenador. En la reanudación, sacó a Jorge López, que recordó a sus compañeros que la pelota es una cosa de dos. Y el partido cambió de perfil, aunque no lo suficiente.

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