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Dos palos de medir

La moralina norteamericana condena lo que la europea tolera. Mientras Tiger es linchado por su infidelidad, Faldo es nombrado sir tras la suya

ENRIQUE MARÍN

A diferencia de la mujer del César que, además de ser honesta, debía parecerlo, a Tiger Woods le ha ido muy bien en la vida personal y profesionalmente hasta que ha dejado de parecer el deportista modélico y se ha descubierto que en realidad no es más que un marido infiel y un mujeriego incontrolado. A diferencia también de lo que escribió Dante Panzeri ('En la lucha por parecer, nos olvidamos ser'), al todavía segundo mejor golfista de todos los tiempos (Nicklaus sigue siendo el primero) se le olvidó parecer lo que no estaba dispuesto a ser, algo que en la hipócrita sociedad estadounidense está perseguido y duramente castigado.

El viernes, Woods anunció un receso indefinido del golf y de la vida pública para intentar rescatar su matrimonio tras dos semanas de intensa cobertura de una infidelidad que ha mancillado su buena imagen. 'Quiero centrarme en ser mejor marido, padre y persona', rezaba el comunicado de Tiger. Sabido es cómo se las gasta la sociedad norteamericana, donde la moralina se ajusta mejor que en ningún otro lugar a su definición: moralidad inoportuna, superficial o falsa.

Los patrocinadores se desmarcan del deportista mejor pagado desde 2002

El caso de Woods es una historia inversamente proporcional a la protagonizada por el golfista inglés Nick Faldo, a quien sus conocidas infidelidades y tres divorcios no le han impedido ser ordenado recientemente caballero (sir) por la reina Isabel II de Inglaterra. Faldo, que llegó a cometer adulterio con una estudiante norteamericana de 18 años, pagó 15 millones de libras a su tercera mujer, de la que se divorció en 2006. 'Tenía alma de soltero', se limitaron a comentar entonces los amigos de Nick, a quien más tarde se le vio en compañía de su multimillonaria ex mujer en la Ryder Cup.

Anglosajonas las dos culturas, pero con dos varas tan distintas de medir, Faldo hubiera sido carne de cañón en Estados Unidos, como lo está siendo ahora su colega Woods. El primer deportista que, según la revista Forbes, ha superado los 1.000 millones de dólares en ingresos (casi 684 millones de euros) y que cuenta con una ristra de patrocinadores de los que recibe casi 200 millones, se ha visto acorralado y obligado a dejar su actividad deportiva. Al palo de golf que, dicen, utilizó su esposa para desahogarse cuando Tiger (asesorado por sus agentes) le confesó su infidelidad, se ha unido el enorme mazo con el que la opinión pública de su país ha sacudido al héroe convertido en villano.

Si ya el pasado sábado Gillete le retiró su patrocinio con la excusa de que 'se suma a su pausa de la vida pública', la consultora Accenture anunció el domingo que suspende el patrocinio a Tiger por valor de 10 millones de euros. 'Ya no es un representante adecuado para la imagen de su producto', rezaba su escueto y crudo comunicado. Accenture, que hacía publicidad con Woods en 27 países desde 2003, retiró el viernes su foto de su página de Internet . Además, el consorcio de telecomunicaciones AT&T va a revisar su relación con Woods, algo que ya han hecho, pero para confirmar que la mantienen, Pepsi y la relojera Tag Heuer. Eso sí, la marca de bebidas ha retirado del mercado Gatorade con la imagen de Woods, en un negocio en el que el golfista iba a comisión.

En el caso de Woods, hay que distinguir entre los daños ocasionados por la polvoreda que han levantado sus reiteradas y numerosas infidelidades y el hecho de que el golfista haya decidido colgar los palos por un tiempo indefinido. Mientras la causa ha convulsionado a la sociedad estadounidense, el efecto puede hacer mucho daño al golf, un deporte que en gran medida vive del tirón de Tiger.

La decisión y el tono contrito de su pronunciamiento fue considerado por expertos en mercadeo como un paso inteligente en vías de reparar su imagen pública. Woods, que cobra un fijo de dos millones cada vez que juega un torneo que no sea de la PGA Tour, no tardará en regresar y, por más que haya quien asegure que su divorcio está cerca, todo indica que, de haberse querido divorciar, ya lo habría hecho.

'Me retiré para aprender más de mí', confesó la tenista belga Justine Henin a su regreso tras año y medio de parón. 'Me retiré para intentar comprender a la sociedad estadounidense', puede que confiese algún día Tiger.

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