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"Se ha tratado a los altos ejecutivos como a estrellas de Hollywood"

La crisis económica está provocando una revisión que nos llevará de la cultura de la especulación a una nueva empresa con valores sociales

GLÒRIA AYUSO

La crisis está obligando a cambiar los valores de la empresa y de aquellos que las dirigen. Es la tesis del economista, sociólogo y profesor de Esade David Murillo, que en su último libro, Empresa y valores, vaticina un futuro en el que la economía y las grandes corporaciones estarán más reguladas, con una mayor supervisión y control de las instituciones públicas. Se ha acabado la época del dinero fácil y empieza ahora la del esfuerzo.

«La rotación hace que el directivo busque resultados a corto plazo»

Usted señala que hemos vivido en la cultura de la especulación. ¿Cómo se ha creado esta cultura?

Hay un componente de responsabilidad individual, pero también ha nacido por los valores sociales imperantes. Los individuos nos fijamos en aquello que sobresale. Aunque el 99% de las empresas son pequeñas y medianas, los medios de comunicación se focalizan en las grandes porque así se lo demanda la sociedad. Al igual que en Beckham y su mujer, nos hemos centrado en el señor Botín. Son nuestros ideales y los queremos imitar, porque nos atrae el glamour del poder.

¿La culpa la tienen las entidades financieras, como ha llegado a decir el ministro Corbacho?

«Esta crisis muestra el desequilibrio entre poder político y económico»

Todos somos cómplices de la cultura especulativa que ha prevalecido en los últimos 15 años. Hemos confundido el ahorro con la inversión, que supone un riesgo. Hemos exigido que nuestro dinero nos dé el máximo rendimiento, poniendo en marcha una maquinaria que invita a las empresas a que vayan más allá. Del mismo modo, quejándonos de los impuestos de transmisiones patrimoniales que gravan la compra de bienes inmuebles, favorecemos la especulación inmobiliaria. Son sólo dos ejemplos de mecanismos en los que todos hemos participado y que los gobiernos no han tenido la valentía de atajar.

¿Cómo podían hacerlo?

Frenando con medidas fiscales e impositivas la especulación y la sobredimensión del sector inmobiliario, subiendo los tipos de interés en el momento en que debía hacerse...

Las empresas han jugado su papel.

El hecho es que cuando una empresa busca a un gran ejecutivo, se centra en personas con un perfil cada vez más técnico, grandes especialistas en dirección financiera, gestión de riesgos o recursos humanos. En EEUU, ha ido acompañado de una gran rotación en los cargos. Si antes un ejecutivo estaba 15 años en su puesto, luego pasó a estarlo cinco y después tres. Eso significa que cuando entra en una multinacional como director general, su objetivo es incrementar en tres años el valor de la acción al máximo, la facturación y los beneficios del modo que sea.

¿No eran conscientes de que no era sostenible?

Ha ejercido gran influencia la presión de los inversores hacia las empresas y la sobredimensión de un sector fundamental, la banca, que ha actuado bajo la seguridad de que no se la dejaría caer. Favorecidos por la coyuntura económica, la cultura de la especulación condujo al gigantismo en la banca y las empresas, que desarrollaron la dinámica perversa del 'vamos a crecer cada vez más cada año'. Más créditos, más facturación y más ingresos, y más salarios para los altos ejecutivos.

Hasta alcanzar el dudoso honor de cobrar bonus desorbitados cuando su compañía naufraga.

Es interesante ver cómo los altos ejecutivos se han llegado a semejar a jugadores de fútbol o superestrellas de Hollywoodcon sueldos astronómicos. El poder de muchos ejecutivos era perjudicial no sólo para sus accionistas, de los que se han sabido blindar, sino también para la sociedad en su conjunto. Las actuaciones de determinados ejecutivos con sus empresas ha conllevado que la sociedad en su conjunto los haya tenido que sufragar.

Sarkozy y Merkel están tomando cartas en el asunto.

Al igual que hemos aprendido de crisis anteriores, la sociedad está ahora reflexionando sobre a dónde nos ha conducido esta cultura de la especulación. Debemos valorar las empresas por su contribución y otorgar menos valor a la especulación.

Ha comentado que los Estados no han sabido actuar a tiempo.

En el corazón de la crisis actual, hay el desequilibrio entre el poder económico y político. Todo ello nos obliga a apostar por un poder político a nivel global que se sitúe al mismo nivel que el poder económico. Una vía es el reforzamiento de estructuras como las del FMI y el Banco Mundial, para que, mucho más reforzados, realicen tareas de control y supervisión superiores. Vamos en esa dirección, pero requiere tiempo.

Es optimista sobre este proceso y los nuevos valores. ¿Pero se pondrá fin a la codicia?

Se querrá ganar igualmente dinero. Pero no hay ninguna sociedad democrática que funcione sin conciencia social.

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