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De los gritos de apoyo "a muerte" al "Camps a prisión"

Dos horas de tensión entre cientos de simpatizantes y decenas de detractores

B. T.

Más que a declarar ante el juez por un presunto delito de cohecho, ayer parecía que Francisco Camps había acudido al Palacio de Justicia de Valencia para asistir a una boda entre famosos. El president valenciano llegó sonriente, incluso radiante, acompañado por unos no menos felices vicepresidentes de su Gobierno y arropado por los gestos de cariño de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.

Para acceder al edificio, recorrió el pasillo que la Policía había montado con vallas para contener a la prensa y a cientos de simpatizantes. A la salida, fue recibido de nuevo por su corte de fieles y juntos emprendieron un lento paseo que hacía pensar en una pasarela. Camps se entretuvo en dejarse tocar, besar y jalear por sus partidarios, pero apenas tuvo un minuto para los medios de comunicación. Como si fuera un famoso molesto con los paparazzi, se dio la vuelta en cuanto los periodistas preguntaron si tenía los documentos que prueban su inocencia.

Hasta la muerte con Camps

Al otro lado de las vallas, la situación no fue tan idílica. El tumulto que se organizó fue tan grande que los viajeros de un autobús turístico aprovecharon el paso frente al edificio para fotografiar la escena. Desde muy temprano, cientos de partidarios del presidente llenaron las aceras del Palacio de Justicia. Había miembros de Nuevas Generaciones, militantes, alcaldes y otros cargos públicos del PP, además de un nutrido grupo de señoras que, apostadas en primera fila, aguantaron dos horas de sol para estrechar la mano de Camps y denunciar la 'injusticia que está sufriendo este hombre, con lo que otros tienen que esconder'.

En los corrillos, algunos simpatizantes se remitían a los GAL para justificar la pecata minuta del president. Alguien se encargó de repartir banderas valencianas, aunque algunas voces echaron de menos las españolas. Todos eran uno a la hora de gritar los lemas de apoyo: '¡Hasta la muerte con nuestro presidente!'.

Al otro lado de la calle, un exiguo grupo de detractores de Camps pedía su dimisión. Destacaron los miembros de la Intersindical Valenciana, que llevaron hasta las puertas del juzgado varios globos que sujetaban una pancarta: 'Amiguito del alma, ¿y las privatizaciones?'. El cartel no sobrevivió más de un minuto, el que tardó un hombre trajeado en correr hacia ellos y destrozar el papel, para huir después entre los aplausos de los simpatizantes del PP. Los sindicalistas contraatacaron con pancartas en forma de bigote, en alusión a Álvaro Pérez, el presunto cabecilla de la trama Gürtel en Valencia.

Los gritos de 'Camps a la prisión' eran respondidos por los de 'sindicalistas vividores'. Un simpatizante consiguió pinchar los globos de la Intersindical y huir, tras lo que obtuvo el aplauso de sus compañeros. Tras dos horas de enfrentamientos, el momento álgido llegó con la salida de Camps. El tráfico quedó cortado y la calle se llenó de pequeños grupos que discutían airadamente. Minutos después, sólo quedó un señor que esperó a la salida de otro imputado, Álvaro Pérez, para gritarle 'ladrón' durante un buen rato.

 

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