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Las grandes 'autopistas' del narcotráfico

España es la principal puerta de entrada de droga en Europa. El año pasado la policía intervino más de 700 toneladas.

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

Cuánta droga entra en España?. El comisario Ricardo Toro, máximo responsable del Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO) de la Policía, se encoge de hombros y reconoce que ese dato es imposible de conocer. 'Lo que sí sabemos es que interceptamos mucha'. El pasado año, por ejemplo, 682 toneladas de hachís, casi 28 toneladas de cocaína, cerca de 550 kilos de heroína, más de medio millón de pastillas de éxtasis..., según los datos del Ministerio del Interior. 'Y este año las cifras van a ser mayores', vaticina este veterano policía cuyos 130 agentes se han convertido en el mayor azote del narcotráfico por el número de droga intervenida, de redes desarticuladas y de traficantes detenidos.

En la otra punta de Madrid, en una enorme sala repleta de ordenadores, decenas de analistas de la Guardia Civil revisan todos y cada uno de los datos que les llegan sobre delincuencia para que sus compañeros operativos, los que están a pie de calle, puedan actuar más eficazmente contra ella. Entre ellos está el capitán Pedro Borreguero, uno de los responsables de mirar con lupa todo lo que se mueve alrededor del mundo de los estupefacientes. 'España sigue siendo un eslabón clave en el narcotráfico, sobre todo para la cocaína y el hachís que van rumbo hacia Europa', señala, aunque inmediatamente añade una novedad detectada en los últimos tiempos: 'Hasta hace poco, la Península era punto de destino de las drogas de diseño. La que llegaba, como pasa con la heroína, era para ser consumida aquí. Sin embargo, ya hemos detectado partidas de pastillas en España cuyo destino final era EEUU y, sobre todo, Brasil', detalla.

Este es, quizás, uno de los últimos cambios detectados en las transitadas rutas que dibuja el narcotráfico en el mapa. Auténticas autopistas cuyos carriles, como demuestra la experiencia, cambian de trazado en ese perenne juego del ratón y el gato al que se desafían narcos y policías a diario. 'A grandes rasgos, las rutas siguen siendo las mismas de los últimos años', añade el capitán Borreguero. A saber: la cocaína parte de Suramérica y se embarca en buques nodrizas que acercan los alijos hasta un punto determinado del Atlántico, donde es recogida por lanchas que la llevan hasta la costa. 'Así llega a España el 65% de esta droga', estima este guardia civil ¿Y el resto? Un mínimo porcentaje viaja en los equipajes o en el propio cuerpo de las mulas, pequeños traficantes contratados por 5.000 euros para hacer la parte más arriesgada del camino, la de cruzar las fronteras.

Más importante es el papel que juegan ahora los contenedores. Hasta un 20% de la droga viaja ya en ellos en largas travesías que se inician en muelles de Ecuador, Venezuela o Argentina y cuyo destino final son los puertos de Vigo, Algeciras y Valencia, en los que el gran trasiego de mercancías complica enormemente el control policial. 'Este sistema va en aumento', apunta el jefe del GRECO, quien hace especial hincapié en el sistema bautizado como 'gancho ciego'. En él, las bandas consiguen colar partidas con varias decenas de kilos en contenedores que llevan mercancía legal. 'Tienen contactos en los puertos de destino que extraen el alijo y que sustituyen los precintos rotos por otros nuevos. De este modo, la empresa que lo fletó ni se entera que su cargamento ha cobijado cocaína', detalla el comisario Toro.

Su colega de la Guardia Civil coincide con él y, además, apunta una nueva ruta aún sólo intuida por las policías europeas. Existe la sospecha de que los narcos colombianos han decidido desviar parte de los alijos que hasta ahora intentaban introducían en España hacia el puerto rumano de Constanza, en el Mar Negro, que ha comenzado a registrar un importante movimiento de contenedores. 'Es sólo una sospecha recalca el experto, pero esta ciudad tiene muchas papeletas para ser la nueva puerta de entrada de cocaína en Europa'.

En 2004 se empezó a hablar también de una ruta africana, del intento de los cárteles colombianos de burlar el control sobre el Atlántico norte desviando grandes cargamentos por la antigua ruta de los esclavos hacia las costas del Golfo de Guinea. Barcos, veleros e, incluso, aviones que se vacían por completo para que puedan acoger más cantidad de cocaína emprenden una larga travesía hasta países como Guinea Bissau, donde la corrupción es mucho más potente que el poder del propio Estado.

Desde allí, la droga debe realizar el último salto hacia Europa por nuevas rutas. ¿Cuáles? El capitán Borreguero reconoce que hay muchas sospechas y pocas certezas en este sentido. Una de estas últimas, la red colombiana desbaratada en diciembre de 2005 cuando un avión bimotor cargado con 106 kilos de cocaína que fue interceptado en un aeródromo de Segovia. Había despegado, precisamente, de Guinea Bissau. Entre los expertos existe el temor de una futura alianza entre los traficantes marroquíes y los cárteles colombianos de la droga para utilizar las actuales rutas del hachís en el transporte de la 30 veces más rentable cocaína. Un temor que se acrecienta cuando se habla de avionetas y helicópteros, dos de los transportes que últimamente han empezado a detectarse cargados de hachís y que cada vez despegan desde más al sur, incluso desde Mauritania.

En esta zona del mapa, de hecho, la autopista que manda sigue siendo la que dibuja el hachís. Lanchas, veleros, pesqueros, camiones, avionetas, dobles fondos en sitios imposibles... todo sirve para intentar colar una droga que en el corto trayecto que hay entre Marruecos y la Península multiplica casi por diez su valor: de 100 euros el kilo en origen a los 800 o 900 euros una vez descargado en España.

Un negocio rentable que explica, por ejemplo, que en ocasiones las redes manden a la vez numerosas gomas nombre que reciben los lanchas neumáticas cargadas cada una de ellas con más de 1.000 kilos. Saben que, gracias a los radares del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), las Fuerzas de Seguridad lograrán interceptarán algunas de ellas, pero también saben que no cuentan con efectivos para hacer frente a este tipo de avalanchas. 'Les compensa perder una parte', reconoce el oficial de la Guardia Civil.

En otras ocasiones, intentar burlar la presión policial alargando la ruta. Ya se ha detectado desembarcos de hachís en el Delta del Ebro, en Girona, en Portugal e, incluso, Marsella (Francia). Y en el río Guadalquivir, donde se aprovechan de la dificultad que encuentra la Policía para moverse en el Parque Nacional de Doñana. El día de la conversación con el comisario Toro, sus hombres ultiman dos operaciones y el teléfono no deja de sonar para recibir instrucciones y dar novedades. En una de ellas le comunican que ha habido suerte. Una goma cargada con hachís ha caído en el cauce andaluz. Hay tres detenidos. 'Todas las semanas hay alguna incautación importante de droga', reconoce.

Las otras drogas mueven en España cantidades mucho menores. La heroína, controlada por clanes turcos, emprende largos caminos desde Afganistán por las tres rutas terrestres y una marítima que atraviesan Europa de Este a Oeste. Otras veces, vuela en el equipaje de mulas que parten de Pakistán y la India rumbo, principalmente, al aeropuerto de El Prat de Barcelona. E, incluso, emprenden un largo rodeo que la lleva a Somalia y, de ahí, a Nigeria antes de que las cada vez más potentes bandas de este país africano monten hasta a 30 correos en un mismo avión rumbo a Europa, muchas veces con escala en Casablanca (Marruecos).

Las drogas de diseño lo tienen mucho más fácil. Holanda sigue siendo el productor del 90% de estas sustancias. La carretera es su camino habitual, incluso para la que viene de países más al Este, como Polonia y Chequia, cuyos narcos parecen querer hacer la competencia a los de los Países Bajos. No es la única novedad. Algunas sustancias, como la Ketamina o el GHB, parten de sitios tan lejanos como China o la India. Nuevas autopistas que comienzan a dibujarse en los mapas.

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