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Estética vampiresca

Carteles que dicen más de lo que cuentan

LUIS G. MONTERO

Los lemas electorales y las banderolas que llenan nuestras ciudades pecan de claridad. Son demasiado literales. El votante perplejo pasea por Madrid y se fija. Tomás Gómez es presentado como un candidato para la gente común. Teniendo en cuenta que la idea de normalidad y cercanía se encuentra ya en la palabra gente, no parece muy oportuno insistir en el matiz de lo común. Supongo que el intento de evitar rimas internas (el presidente de la gente corriente) llevó, sin pensarlo mucho, a poner la palabra común sobre un candidato criticado, desde distintas laderas, por su falta de visibilidad en la política madrileña. La verdad es que sólo ha sido poco común en las estrategias internas de su partido.

Tampoco parece un gran acierto que Izquierda Unida aparezca como la opción de la gente de izquierdas, en vez de buscar una oferta electoral superior a la que ya tiene. No se trata de que renuncie a su ideología, pero suena demasiado torpe el método publicitario de utilizar como bandera un concepto tan obvio, que ya está en el propio nombre. El lema capicúa da la sensación de que su horizonte electoral queda encerrado en sí mismo y que le va a resultar difícil romper las fronteras. Con un poco más de ambición, podía haberse dirigido a toda la gente. Tampoco Izquierda Unida tenía necesidad de acotarse.

Las banderolas que llenan las ciudades pecan de claridad

Pero lo que más ha llamado la atención del votante perplejo es la estética vampiro de los carteles de Esperanza Aguirre que cuelgan de las farolas y los árboles de Madrid. Nos acecha la mirada de una señora pálida, los ojos pintados de negro, la sonrisa maligna y la camisa con un majestuoso e inquietante cuello alzado. Desde luego es una imagen poco común, porque los muchos retoques fotográficos no han conseguido en este caso rebajar la factura de los años y las preo-cupaciones, sino impactar con una elegancia propia de Cruella De Vil o de cualquier película protagonizada por vampiresas. Como resultaba previsible que el PSOE utilizase en esta campaña el voto del miedo, ¡cuidado, viene la derecha!, supone todo un rasgo de humor apostar por una palidez y una sonrisa que están pidiendo de forma urgente unos buenos colmillos.

No sé si en el mundo publicitario domina ahora la técnica de la ironía y se han descubierto las ventajas de poner el dedo en la llaga para neutralizar las críticas del adversario. O tal vez sea la falta de presupuesto y la pérdida de respeto que sufre la política.

Pero el caso es que, junto a esta foto de Aguirre, el lema azul del PP, 'Centrados en ti', se confunde fácilmente con un 'voy a por ti' mucho más negro. Así lo han leído varias veces con sobresalto, al doblar una esquina, los ojos del votante perplejo. El negro que debería enmarcar ese lema, sin embargo, se ha escapado de forma extraña a las banderolas de José María Barreda, el candidato socialista a la presidencia de Castilla-La Mancha, que aparece rodeado por una penumbra de iglesia o de noche oscura del alma. No hay quien lo entienda.

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