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Paz Vega y Heinrich Himmler vigilan la acampada

SERGIO LEÓN

Desde su posición privilegiada, un elemento ha sido foco de las proclamas de los manifestantes de la Puerta del Sol y objetivo, en muchas ocasiones, de las miradas de todos los asistentes.

Un enorme cartel publicitario de champú L'Oreal protagonizado por la actriz española Paz Vega, que ocupa todo el ancho y alto de la fachada de uno de los edificios que dan a Sol, ha acompañado toda la semana a los indignados en la plaza madrileña.

Al principio, el andamio que lo sustenta fue la mejor tribuna para seguir los acontecimientos desde una cierta altura y tomar mejores fotografías. Con el paso de las horas, la única parte libre de la estructura de metal pasó a ser todo un expositor de pancartas con proclamas de todo tipo, desde el “lo llaman democracia y no lo es” hasta “banqueros ladrones, culpables de la crisis”.

Su momento más celebrado se produjo ayer, cuando unos cuantos manifestantes traspasaron todos los límites y escalaron hasta llegar prácticamente a la azotea del edificio, donde las televisiones tomaban posiciones.

Desde allí, desde lo más alto, se desplegó una gran pancarta con un montaje del líder nazi Heinrich Himmler ataviado con una gorra con las orejas de Mickey Mouse y un símbolo del euro sobre uno de los lemas más coreados: “No nos representan”.

Tras la lona de Himmler aparecieron otras, siempre entre los aplausos de la multitud. Una de ellas (“Democracia”) se colocó junto a un ‘real’ que todavía no estaba tapado del nombre de la marca publicitaria. Sobraba una ‘o’, pero alguien ya se encargó de eliminarlo. Una de las últimas, y también de las más aplaudidas, se colgó ya entrada la noche. Rezaba: “People of  Europe, rise up”.

Y justo con la noche, se acabó lo que se daba para los escaladores del andamio, que no lo podían evitar y saludaban entre los hierros y las telas a la plaza desde lo más alto.

Desde la acampada, uno de los organizadores, megáfono en mano, hizo un llamamiento para que la gente dejara de encaramarse al mobiliario urbano, especial mención para los del andamio, para evitar cualquier incidente y no buscar problemas con la policía, siempre vigilante y desplegada junto al edificio de la Comunidad de Madrid. Los trepadores obedecieron y, entre aplausos a la petición de la acampada, volvieron a tierra firme.

Esa fue la tónica de toda la concentración: evitar que algunos pocos perjudicaran al carácter pacífico y festivo de la protesta. La plaza no dejaba pasar una. En otro momento de la tarde, con gritos de “fuera, fuera”, la multitud obligó a bajarse a dos o tres sujetos de la estructura (de cristal) del ascensor del Metro desde la que comenzaron, algo bebidos, a hacer un striptease. Los acampados se han empeñado todos estos días en que el carácter de la protesta no se perdiera. Y lo han conseguido. Apenas ha habido incidentes en toda esta semana de concentraciones entre las miles de personas que se han reunido.

Una de las mayores preocupaciones es que el alcohol no hiciera estragos entre los indignados. Desde el megáfono, y también a través de pequeñas comitivas, se emplazaba a los acampados y a los manifestantes a no convertir la concentración en un botellón. El mensaje ha calado. En estos días en Sol se han visto algunas latas de cerveza y algún que otro vaso de mini que, además, han terminado metidos en bolsas de basura y papeleras.

El cartel publicitario del champú es el mejor ejemplo. Cuando alguien traspasa el umbral, la plaza, como en el caso de los trepadores, dicta sentencia.

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