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Una crisis de Gobierno encubierta

Zapatero encumbra a Blanco como vicepresidente de facto, tras descartar sentarse él mismo a la mesa de negociación

GONZALO LÓPEZ ALBA

El rango de la comisión gubernamental encargada de negociar 'pactos básicos' contra la crisis económica lo definió el viernes el propio José Luis Rodríguez Zapatero: técnico-política. La denominación entraña el reconocimiento de que el diseño de su composición responde a ese doble criterio y el perfil de los integrantes de la troika no deja lugar a la duda sobre quién representa qué.

Tratándose de una negociación sobre materias económicas, la participación de la vicepresidenta segunda, Elena Salgado, resultaba obligada; y siendo la renovación del tejido industrial y la reducción de la dependencia energética aspectos claves del modelo de economía sostenible, no podía quedar fuera el ministro de Industria, Miguel Sebastián. La inclusión de José Blanco se justifica en que Fomento es el ministerio inversor por excelencia, pero no es la única razón. Además de ministro, es vicesecretario general del PSOE. Es un hombre fuerte dentro del Gobierno y del partido.

Antes de decidir su inclusión en la troika negociadora, el presidente sopesó la posibilidad de sentarse él mismo con Salgado. Lo desechó porque habría supuesto dejar la recámara sin cartuchos. De haberlo hecho, se hubiera privado de la posibilidad de ejercer como árbitro y habría tenido que asumir directamente el desgaste de un posible fracaso de la negociación. Ningún parapeto mejor que Blanco y nadie mejor que él para ser algo más que un cortafuegos.

La trayectoria política de Blanco es el relato de una continua superación de listones que no responden a una ambición original, sino a la lógica de quien sube de planta por las escaleras. Cuando en 2000 entró en el despacho del secretario de organización del PSOE, se dijo a sí mismo que no iba a poder con aquello, pero tras unos comienzos erráticos modernizó el partido, se ganó el respeto de los dirigentes territoriales y empezó a encadenar éxitos electorales. Lo hizo aplicando sus mejores virtudes: la capacidad de armonizar equipos sin temor a rodearse de los más capacitados, el instinto político, una dedicación estajanovista al trabajo y una lealtad absoluta al líder. Ocho años después, con el récord de supervivencia en ese potro de tortura, se planteó seriamente dejar la política para preparar su futuro en la actividad privada si no podía ser ministro. Aún después de su nombramiento, muchos creían que ya había alcanzado su techo y Blanco volvió a sorprender, incluso a Zapatero, con su gestión en Fomento, donde ha aplicado las mismas virtudes que le consolidaron como 'jefe' del partido.

A su interlocutor le sorprendió tanto la llamada de Blanco como al ministro saber que su predecesora nunca había despachado personalmente con muchos de los altos cargos del ministerio. Una de sus primeras decisiones como ministro fue convocar a todos los altos cargos a una reunión semanal, que no sólo permite la coordinación sino que también contribuye a que todos se sientan partícipes de un mismo proyecto. Con una abultada chequera en la mano, el desprecio a Pepiño mudó de la noche a la mañana en la pleitesía a Don José. Pero no se trata sólo de que su nuevo cargo le permitiera cambiar la careta de malo por el traje de hombre de Estado. Es que lo mismo ha llegado a acuerdos con Esperanza Aguirre y Francisco Camps que con José Montilla y Patxi López; es que el invierno más crudo en décadas está pasando sin colapsos en aeropuertos, ferrocarriles ni carreteras; es que se ha ganado el aplauso social poniendo pie en pared frente a los abusivos privilegios de los controladores... y es que, mientras que la mayoría de los ministros dedica el fin de semana al descanso, él sigue cultivando la relación con los militantes y las estructuras territoriales del PSOE.

Con este bagaje público llegó a la semana de pasión, cuando el intento de los especuladores de desestabilizar la economía española y el encadenamiento de errores propios del Gobierno hizo a Zapatero reconsiderar la necesidad de plantear algún tipo de pacto político contra la crisis. Pero hay también un bagaje oculto que acabó por decidir al presidente a situarle como la referencia política de la comisión 'técnico-política'.

Blanco ha cultivado desde hace tiempo, con reuniones periódicas que casi nunca han trascendido, una relación personal con los portavoces en el Congreso de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, y del PNV, Josu Erkoreka, e incluso con miembros del PP como Eduardo Zaplana. Además, aunque la leyenda urbana atribuye su nombramiento a Alfredo Pérez Rubalcaba, su parecer fue decisivo, junto al del director del Gabinete de la Presidencia, José Enrique Serrano, en la elección de Elena Salgado como vicepresidenta económica.

Salgado se siente cómoda con Blanco al lado, no sólo por su buena relación personal, sino también porque sabe de su capacidad negociadora y porque es consciente de que le dará cobertura política. Y sabe que la negociación no será fácil porque todas las propuestas de CiU están recorridas por la idea de una bajada de impuestos, contraria a la política del Gobierno, y porque el PNV no querrá dar el paso en solitario.

Por si no fuera un capital político suficiente, Blanco ha tejido una red de relaciones personales con los demás pesos pesados del Gobierno, como Manuel Chaves, Carme Chacón o Alfredo Pérez Rubalcaba, red de la que también participa el portavoz parlamentario, José Antonio Alonso, sin contar con que otros varios ministros saben que fue él quien sugirió su nombramiento al presidente.

Ninguno de esos pesos pesados, que tienen hilo directo con el presidente, reconoce más que formalmente la coordinación de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, cuyo poder emana exclusivamente de Zapatero. Fernández de la Vega viene desde hace tiempo resistiendo los embates de sus detractores y los intentos de desplazarla al Ayuntamiento de Madrid, al Ministerio de Asuntos Exteriores y hasta al Defensor del Pueblo, pero nadie resulta inmune a seis años de exposición al foco público como portavoz del Gobierno y al desgaste derivado de tener que lidiar con las rivalidades entre ministros. Aun así, De la Vega mantiene la coordinación interna de la mayoría de los asuntos e incluso quienes ya la ven fuera de la vicepresidencia primera tras el semestre de la presidencia europea, creen que Zapatero le seguirá consultando y no descartan que continúe en otra responsabilidad dentro del Gobierno.

Maniatado para hacer una remodelación ministerial durante el semestre de la presidencia rotatoria de la Unión Europea, que también coordina Fernández de la Vega, son muchos dentro del PSOE y del propio Consejo de Ministros los que creen que Zapatero ha realizado ahora una crisis encubierta, en la que Blanco ha sido ascendido a una vicepresidencia y portavocía de facto. No es algo nuevo para él. Ya siendo sólo secretario de organización del PSOE ejerció con frecuencia una coordinación y una portavocía paralela a la institucional de De la Vega.

El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, aparece ante la opinión pública como el otro damnificado de la comisión. Aunque su ausencia se justifica por su participación en el Diálogo Social, con sindicatos y empresarios, el secretario general de CCOO ha echado por tierra la coartada revelando a Público que hace tiempo que se le comunicó que 'la coordinadora' de este proceso sería Salgado. Corbacho fue elegido pensando en reconducir la política de inmigración, no en un desbocamiento del paro, y se mantuvo en el cargo por la negativa de Manuel Chaves a asumir esta responsabilidad, como ya había hecho con Felipe González.

Si continúa el deterioro económico y la debilidad del Gobierno se acentúa, hay dentro del PSOE quien sitúa a Blanco en la vicepresidencia primera nominal. La decisión tendría más lógica que la estructura actual, en la que el número dos del partido aparece jerárquicamente por debajo de tres vicepresidentes, pero rompería una constante en la práctica política de Zapatero: nunca ha dejado que nadie se sintiera realmente número dos. La mano izquierda del presidente ha sido siempre Rodríguez y la derecha, Zapatero. Pero si la situación se pone realmente mal, cabe pensar que se rodeará de quienes le acompañaron desde la primera hora. Incluso hay quien anticipa que, si 2012 fuera el año de la derrota de Zapatero, Blanco es el más capacitado para gobernar la transición en el PSOE.

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