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El detenido por el crimen de Arriate se escuda en el silencio

El juez ordena su internamiento en un centro de menores

Ó. L. F.

Cuando lo detuvieron el jueves a la puerta de su casa, se echó a llorar. R. V. R., el joven de 17 años al que sus amigos llaman el Vaca por su corpulencia, parecía estar a punto de confesar que él era el autor de la muerte de María Esther Jiménez, la niña de 13 años cuyo cadáver apareció con la cabeza destrozada en una caseta de Arriate (Málaga).

Sin embargo, tras aquellos primeros minutos de aparente debilidad, el menor se parapetó tras el silencio. De hecho, esa ausencia de palabras ha sido la única respuesta que han encontrado la Guardia Civil y el titular del Juzgado de Menores número 1 de Málaga en las tres declaraciones que le han tomado hasta ahora. Un silencio que, sin embargo, no ha impedido que el magistrado ordenase hoy mismo su ingreso en un centro de menores como presunto autor del crimen.

Esta negativa a confesar no preocupa, sin embargo, a los investigadores, convencidos de que las pruebas contra él son contundentes. Sobre todo, una de ellas: el hallazgo de restos de su piel en la piedra con la que se asesinó a la niña. Las pruebas de ADN también han adjudicado al joven otros dos restos biológicos encontrados en el lugar del crimen. Uno, en la capucha del jersey que vestía la niña y con la que el asesino le cubrió el rostro tras matarla. El segundo, en la manija de la puerta de la caseta del crimen. No obstante, las fuentes consultadas recalcan que ambos rastros son sólo indicios, ya que sólo confirman que él estuvo en el lugar y que mantuvo contacto con la víctima, pero no necesariamente el día del crimen.

Al ser detenido, el 'Vaca' se vino abajo y se puso a llorar, pero no confesó

El jueves, los agentes registraron el domicilio donde vive el Vaca con su padre y dos hermanas y una casa propiedad de sus abuelos. Buscaban más pruebas contra el joven. En concreto, prendas manchadas con sangre de la víctima. El resultado, a la espera de un análisis más detallado de la ropa recogida, ha sido negativo hasta ahora.

Lo que las pesquisas también intentan esclarecer es el móvil. Los investigadores están convencidos de que María Esther acudió a la caseta porque se había citado allí con su agresor. Qué pasó después es aún un misterio, aunque la hipótesis que se baraja es que el Vaca, que recibe tratamiento farmacológico por sufrir un trastorno psiquiátrico, se sintió rechazado por la niña y la mató.

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