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El gran incendio del verano

ERNESTO EKAIZER

Faltaba este año el clásico gran incendio del verano. Pues a falta de él, Mariano Rajoy y Esteban González Pons decidieron aprovechar los incidentes fronterizos en Melilla. Rajoy, que ya hace algo más de un mes hizo una visita a la ciudad autónoma, despachó a González Pons a regar pólvora. Y, José María Aznar, de vacaciones en Marbella, decidió hacer una aparición estelar, junto a su hijo, en la frontera misma.

A todo esto, el PP ya había solicitado a la diputación permanente del Congreso, la comparecencia urgente del propio Rubalcaba y del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por la presunta cobardía congénita de los socialistas en los sempiternos casos de Ceuta, Melilla y Gibraltar. Se trata de 'españolear', que nunca viene mal. La diputación resolverá sobre la petición el próximo lunes, el mismo día fijado para el viaje del ministro del Interior a Rabat.

No sólo de crisis económica, claro, puede vivir la oposición. Como Zapatero ha asumido una parte sustancial del plan neoliberal que defendía genéricamente el PP (reducción del déficit fiscal, reforma laboral y cambio del sistema de pensiones) se le hace difícil a Rajoy machacar exclusivamente sobre estos temas. Por eso, el incidente en Melilla permitía rescatar la presunta cobardía exterior, continuación de la debilidad interna de Zapatero provocada por el impulso a la descentralización autonómica.

Marruecos, no por socorrida, era la baza ideal. Pero ya ha ocurrido con Venezuela. Quizá pocos lo recuerden a estas alturas, pero en marzo pasado tuvimos un auténtico casus belli, impulsado por Rajoy y Aznar, a cuenta de un auto del juez Eloy Velasco sobre la colaboración del Gobierno de Venezuela con ETA. En aquella película, cuyo desarrollo y final ha quedado en suspenso, el que debía sentarse en el banquillo de la opinión pública era el débil y pusilánime gobierno de Zapatero, pisoteado por el no menos socorrido diablo de Hugo Chávez.

Ahora la presencia de la estrella fugaz de Aznar en cielo melillense se presenta como la venganza por aquel viaje de Zapatero de 2001, sin avisar a La Moncloa, a Marruecos. Pero lo que importa no es el viaje en sí sino lo que se dice. Véase lo que dijo Zapatero entonces. Y Aznar ahora. Con la coartada de que no haría críticas, lanzó su cañonazo: Zapatero ha abandonado Melilla y por eso estoy yo aquí. Lo ha vuelto a argumentar Rajoy.

El antecedente, en todo caso, debería ser la presunta misión sin aviso de Felipe González en Marruecos de febrero de 2002. ¿Pero de qué viaje hablamos? Es una buena pregunta. El Gobierno de Aznar filtró al diario El Mundo que González había viajado a Marruecos, donde se habría entrevistado con el primer ministro Abderraman Yusufi y el rey Mohamed. El ex presidente desmintió en el acto la noticia. Había viajado a Tánger para ver a un amigo.

El Gobierno marroquí también las desmintió. Pero el entonces canciller, Josep Piqué, aseguró que la información era veraz para aceptar más tarde que no había tales entrevistas. Rajoy, entonces vicepresidente primero, ante la exigencia de Zapatero, se comprometió a abrir una investigación sobre el bulo.

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