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Pecado por omisión del 'hermano Bono'

Los diputados del PSOE le reprochan que no recabara antes su parecer

GONZALO LÓPEZ ALBA

Ocurre a los presidentes del Congreso lo que a los árbitros de fútbol: que el mejor desempeño de su cometido se produce cuando pasan desapercibidos.

La premisa choca con la forma de interpretar la política de José Bono y, sin embargo, hasta que se apareció sor Maravillas, lo había logrado durante los primeros siete meses de la legislatura.

Como por ensalmo, se aplacaron las tumultuosas sesiones en las que su predecesor, Manuel Marín, se desgañitaba sin éxito para poner orden. No es sólo mérito de Bono, sino de un clima político menos crispado. Pero también es mérito suyo, pues frente a la rígida interpretación del Reglamento que hacía Marín, Bono ha exhibido cintura política.

Así, hasta que la semana pasada encendió a tirios y troyanos con un pellizco de monja por las ausencias del hemiciclo, había logrado mantenerse a salvo incluso de la crítica de los nacionalistas que le recibieron con animadversión.

El reconocimiento lleva la apostilla del reproche en boca de sus correligionarios: 'Está haciendo una labor muy buena como presidente del Congreso, pero ocupando ese cargo por ser diputado socialista y tratándose de una decisión tan sensible políticamente, tenía que haber pulsado antes la opinión del grupo'.

A la circunstancia de que la decisión se produce cuando el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica tropieza con obstáculos y al hecho de que la notoriedad de la monja canonizada nada tiene que ver con una representación de la soberanía popular que nunca ejerció, se unen las conocidas creencias religiosas del presidente del Congreso. 'El hermano Bono, perdón..., el compañero Bono...', ironizaba ayer Juan Barranco.

A Bono le cabe ante el PSOE la defensa de que la iniciativa no partió de él y se adoptó por un órgano en el que los socialistas no tienen mayoría. Pero sobre él recae la sospecha de haber flaqueado en la suerte donde más maestría ha demostrado: en el toreo de salón. 'La iniciativa no fue suya, pero podía haberla toreado...'.

Mientras que se aventaba el recuerdo que en su última toma de posesión como presidente de Castilla-La Mancha reservó asiento preferente para otra monja, llegó la confesión robada, sin valor probatorio, pero sí revelador.

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