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La sirena en tierra

HENRIQUE MARIÑO

La polio atacó cuando tenía un año y, con el tiempo, la postraría en una silla de ruedas. Sus padres, en busca de un tratamiento adecuado, se trasladaron a la capital, donde aquella adolescencia de bastón y ortopedia forjó a una mujer revolucionaria. El adjetivo es suyo: 'Yo soy rebelde con mucha causa. El mundo no me hizo así, somos nosotros quienes hacemos un mundo inhumano e insolidario'. Tomi Ojeda (Málaga, 1960) acaba de terminar un ensayo teatral en Madrid y espera por su asistente personal, la imprescindible 'herramienta' que le ayuda a regresar a Móstoles, donde vive con su hija, su yerno y un nieto. 'La echaron del trabajo al quedarse embarazada y no puede independizarse', se queja. 'Los abuelos y los pensionistas estamos ayudando a las familias, mientras otros se llevan el dinero a espuertas'.

La paga, en cambio, no da para alegrías. El viaje de ida y vuelta al local donde pule Mi piedra Rosetta corre a cuenta de Palmyra Teatro, cuya puesta en escena permite disfrutar a sordos y ciegos de la obra, interpretada por actores y actrices con diversidad funcional. Tomi rechaza toda esa terminología que, desde el prefijo mismo, les hace menos: 'Funcionamos de manera diferente, no somos discapacitados', aclara. Gracias a la ayuda que le presta la compañía, puede seguir adelante con una producción que reflexiona sobre 'el mundo del silencio y la necesidad del otro', pues ella no tendría cómo costearse los viajes a Madrid.

'Soy actriz pero no puedo ir al teatro, porque me cuesta el triple. Tengo que pagar el taxi, al asistente, dos entradas... Por no hablar de la pregunta del millón: ¿dónde meo? Porque no hay baños accesibles y, cuando encuentras alguno, suelen estar sucios'. Ojeda recibe ayuda a domicilio del Ayuntamiento mostoleño ocho horas a la semana, pero reclama la asistencia personal, un servicio de apoyo que le garantizaría la autonomía. 'Estoy más a favor de los derechos que de las prestaciones', matiza esta luchadora, que decidió ser actriz cuando ya había cumplido los treinta. 'Sólo pido un mundo accesible. El problema no lo tengo yo sino la sociedad, que no sabe dónde ubicarme'.

Cuando se levanta el telón, sin embargo, todo es distinto. '¿Por qué no voy a poder ser Bernarda Alba? ¿O una de las Trece Rosas? Bailo con mi cuerpo, no con mi silla. Trabajo con el suelo, con el espacio, con el otro...'. Pronto dará vida a uno de los personajes de Frikis, inspirada en La parada de los monstruos, donde se cuestiona 'por qué hay miedo a la diferencia'. Es la enésima producción de la compañía El Tinglao, que ella misma ayudó a fundar hace dos décadas. 'El teatro es siempre de denuncia y la diversidad crea belleza. Yo aprendo de otros cuerpos y estos, del mío. Yo aprendo del silencio de los actores sordos y ellos, de mis gestos'.

Mi piedra Rosetta, en cambio, es una metáfora de la necesidad vital de comunicación del ser humano. 'Algo que se está perdiendo, porque la gente está enfrascada en su teléfono móvil sin darse cuenta de que, a su lado, alguien sufre un desahucio o se suicida', critica Ojeda, quien cree que los recortes han afectado principalmente a personas como ella. 'De nosotros no se acuerdan, somos los últimos de la cola', protesta. 'España no cumple la Ley de Dependencia, aunque yo reivindico la Ley de Independencia'.

Tomi no quiere, por ejemplo, que su hija o una amiga la acompañen a todas partes. Eso, asegura, genera una 'deuda emocional'. También desecha las residencias porque piensa que son un aparcadero de seres humanos. Prefiere vivir en su casa, y estudiar, trabajar o ir al cine sin toparse con barreras. 'Pero hay días que no puedo salir porque no tengo dinero para pagármelo. Entonces vuelvo a quedarme encerrada y mi vida se va gastando', se lamenta. 'Soy una sirena en tierra'.

 

Mi piedra Rosetta. Jueves, 2 de octubre. Centro Cultural Norte-Universidad (Móstoles).

Frikis. Miércoles 19 y jueves 20 de noviembre. Resad (Madrid).

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