Otras miradas

¿Es que nadie piensa en los hombres?

Javier Padilla Bernáldez

Diputado de Más Madrid en la Asamblea

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, durante la firma de acuerdos con el Rey de Jordania en el Palacio de la Moncloa, a 19 de junio de 2023, en Madrid, (España). EDUARDO PARRA / Europa Press
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, durante la firma de acuerdos con el Rey de Jordania en el Palacio de la Moncloa, a 19 de junio de 2023, en Madrid, (España). EDUARDO PARRA / Europa Press

26 de mayo de 2023. Último día de campaña electoral. Un hombre de aproximadamente 45 años se acerca a Mónica García por la calle y le pregunta "y para mí, ¿qué tenéis?".

No esperaba propuestas de educación, de medio ambiente, de empleo o de familia. Ese "para mí" se refería a una identidad en ocasiones oculta: la de señor heterosexual entre 40 y 50 años.

La conversación duró dos o tres minutos. El hombre comentó que se le iba el sueldo en pasarle dinero a su ex para el cuidado de su hijo en común, y charlaron un rato sobre otras propuestas. Al terminar, lo que flotaba en el ambiente era un "¿es que nadie va a pensar en los hombres de 40-50 años?"

19 de junio de 2023. Onda Cero. Entrevista de Carlos Alsina a Pedro Sánchez, candidato a la presidencia del gobierno.


"Hay una impresión, sobre todo de hombres de 40-50 años, que han visto discursos incómodos hacia ellos. Hemos retrocedido en discursos planteados más como confrontación que como integración. Es objetivo, tengo amigos que se han sentido así"

Más allá de ese cierre, sacado de un tratado de epistemología: "es objetivo, tengo amigos que se han sentido así"; Sánchez decide orientar su respuesta sobre las políticas feministas de la legislatura poniendo el foco en un grupo de población concreto, los hombres de 40-50 años, y lo hace para dibujar una realidad que se polariza entre lo que dicen las feministas y lo que responden los señores que no se ven interpelados por el feminismo. El problema de este planteamiento, además de tener las patas muy cortas, es que renuncia a desempeñar un papel fundamental, que es el de hablar a los hombres de mediana edad para avanzar en el mismo sentido en el que habla el feminismo.

Claro que hay muchos hombres de mediana edad que sienten una situación de desubicación ante un presente que ya no les dibuja como los necesarios proveedores de su entorno y que les hace sentir que su lugar-en-el-mundo no es el que esperaban. Hombres que por un lado reciben el reproche a los privilegios que atesoran, pero por otro lado sienten que viven una vida que no consideran privilegiada, ahogados entre la letra de la hipoteca, el trabajo de mierda y la falta de tiempo para ver a su familia. Pedro Sánchez habló a esos hombres y no lo hizo en base a sus problemas sino como hombre de 51 años que habla a sus coetáneos con los que comparte una identidad.

Sánchez podría haber dicho "Don Carlos, yo en algún momento también me he sentido incómodo, pero creo que hay que tener altura de miras, escuchar a las compañeras que llevan muchos años diciéndonos que están hartas de vivir lo que ahora nosotros decimos que estamos hartos de escuchar, y sumarnos al siglo XXI haciendo que vivamos en una España más libre y con más igualdad sin que parezca que vamos todo el día con la cabeza agachada y refunfuñando. Creo, además, que esto no es solamente cosa de la gente que vota progresista, sino que ahí tenemos que estar todos". Pero no, eligió aprovechar la ventana de oportunidad para chocar (sin nombrar) con una ministra de su gobierno.

El asunto con la incomodidad masculina no es evitarla, no se trata de edulcorar los cambios sociales para que no molesten a nadie, sino que se trata de preguntarse para qué y a qué coste. Como dice Aymee Román, existe una incomodidad potencialmente constructiva que puede ser el gatillo necesario para que haya quien se resitúe en un mundo que, afortunadamente, no es el que era. Por otro lado, también puede haber una incomodidad que no radique en el fondo de la cuestión pero que sí aleje a algunos hombres de avanzar hacia ese futuro común compartido con quienes construyen alternativas feministas al mundo actual.

Todo avance en derechos de las mujeres ha experimentado repliegues capitaneados por corrientes de lo más variadas que tenían en común el antifeminismo como característica fundamental. Al repliegue actual tiene que contraponerse una alternativa que no sea solamente la liderada por las mujeres feministas, sino también por hombres, incómodos o no, con mayor o menor sensación de haber sido destronados, con certezas e incertidumbres, que crean que son ellos quienes tienen que interpelar a sus iguales, desde sus mismas identidades y con el objetivo de sociedades más libres e igualitarias. Hombres que recojan el reto de plantear cómo ser hombre en 2023 y que no lo hagan desde el resentimiento ni la nostalgia.

En un artículo anterior, a raíz de lo sucedido en el colegio mayor Elías Ahúja, se afirmaba que hacía falta "un ideal de ser hombre que sea positivo y, fundamentalmente, que no se alimente de dañar los derechos de las mujeres. Un ideal que reivindique la libertad de sentir, de desarrollarse emocionalmente, de elegir el camino a seguir y de construirlo con otros iguales; que no dé por sentado que lo natural es que el poder sea masculino".

Eso que ha venido a llamarse "el malestar masculino", es esa mezcla de disconfort con el presente vivido, añoranza de la seguridad y roles del pasado, y falta de perspectivas hacia un futuro que no es satisfactorio en casi ningún ámbito y en el cual no encuentran ningún horizonte. Si falla esto último, la construcción de lo que está por venir, es más probable que crezca la añoranza por un pasado mejor (que no lo fue, pero quedó así dibujado en algunos recuerdos); para que esto no ocurra hace falta hablarle a todo el mundo, también a los hombres de 40-50 años, sin paternalismos ni apriorismos, y con la certeza de que el camino de la igualdad está plagado de pérdida de privilegios, de ganancia de libertades y, sobre todo, de mejoras para todos y todas.

Más Noticias