El curioso pueblo que habla tres idiomas

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Una combinación del portugués alentejano, el andaluz y el extremeño, un dialecto que no entienden bien ni portugueses ni españoles pero que es hablado por un puñado de locales y enseñado en la escuela de un pueblo en la frontera luso-española.  

Así es el dialeto barranquenho, uno de los tres idiomas hablados en Barrancos, localidad de La Raya, en el portugués distrito de Beja, a unos minutos de la onubense Encinasola, pero también de la provincia de Badajoz. Nos vamos al suroeste peninsular para conocer la singular historia de un pueblo en el que se hablan tres idiomas, una localidad que ha vivido “entre dos tierras” durante siglos. 

Barrancos, un pueblo ‘portuñol’ de La Raya 

Barrancos - Fuente: Wikipedia
Castillo e iglesia de Noudar en Barrancos – Fuente: Wikipedia

“Para sê-si barranquenho há quê tê-si rêpichuchi!”, lo entiendes, ¿eh? Pues no lo busques en el traductor de Google porque aún no han implementado un apartado barranqueño-castellano. Y es que este dialecto comenzó a recibir atención filológica en las últimas décadas, cuando se encontraba en claro riesgo de desaparecer debido a los pocos habitantes de Barrancos que lo hablaban. 

Fue Leite de Vasconcelos el primer lingüista en estudiar este dialecto en la primera mitad del siglo pasado, el cual lo definió como un dialecto propio, mixto, original, de contacto que surge de la relación prolongada entre el portugués alentejano —la región de Alentejo, que ocupa buena parte de la mitad sur de Portugal— y el español en sus variedades extremeña y andaluza: el resultado de esta singular combinación es un dialecto único que nos deja frases que nos sonarán más a los castellanoparlantes como “quê tê páh ah ti” o “a mim quê mê rebuhquen!”.  

Varias décadas más tarde, la profesora de la Complutense de Madrid María Victoria Navas Sánchez-Élez le dedicó un estudio titulado El barranqueño: un modelo de lenguas en contacto que fue completado en colaboración con la Universidad de Lisboa y publicado en 1992 siendo la base de la obra publicado en 2011 que es el estudio más ambicioso sobre el barranqueño hasta la fecha.  

¿Y por qué se formó este dialecto solamente en Barrancos a pesar del gran número de pueblos que se encuentran en la Raya hispanolusa, como Olivenza o Rihonor (que también tiene su carácter único)? Por la peculiar historia de frontera de esta localidad que pertenece a Portugal pero que siempre ha mirado a España. 

Una historia fronteriza en Barrancos 

Barrancos - Fuente: Wikipedia
Castillo de Noudar en Barrancos – Fuente: Wikipedia

Barrancos es tierra de nadie desde principios del siglo XIV, aunque pasaría a formar parte administrativa de Portugal desde el tratado de Utrecht en 1715 que puso fin a la Guerra de Sucesión y nos trajo a los Borbones al trono español.  

Pero como dice la profesora Navas Sánchez-Élez en su obra, la idea de frontera no tiene interés si se piensa en ella como en un trazo, sino sólo si se encara como una zona fluida, de transición entre dos individualidades políticas. Las fronteras lucen firmes en el mapa, pero se desdibujan en la realidad, incluso aunque coloques un muro, algo que, por suerte, no sucede habitualmente.

Durante buena parte de la Edad Media, tras el avance de los cristianos en la península, la zona que ocupa el actual pueblo de Barrancos, incluyendo la dehesa de más de 100 kilómetros cuadrados que la circunda, fue poblado por castellanos que fueron dejando su herencia en la zona hasta que, en 1893, Barrancos se convirtió en municipio plenamente luso… con pie y medio al otro lado de la frontera española. 

Contrabando y refugiados 

Barrancos - Fuente: Wikipedia
Río Ardila que marca la frontera entre España y Portugal en el entorno de Barrancos – Fuente: Wikipedia

Desde finales del XIX, Barrancos se convirtió en un célebre pueblo en el que el contrabando se erigió en una actividad de primera magnitud, algo muy habitual cuando hablamos de fronteras. Tanto es así que cuenta hasta con un sendero que recuerda esta actividad que marcó la vida de varias generaciones de familias barranqueñas, pero también de los pueblos españoles del otro lado.

Se trata de un sendero que discurre por los caminos de la dehesa conocida como La Contienda y que conecta la onubense Encinasola con Barrancos, 17 kilómetros que eran recorridos habitualmente por españoles y portugueses para intercambiar saludos, sobornos… y café, una actividad que marcó también la posguerra en La Raya.  

Pero la frontera hispanolusa en Barrancos vivió momentos críticos durante la Guerra Civil como podemos rememorar a través de este artículo de María Dulce Antunes Simões: los barranqueños dieron refugio primero a familias de sublevados y, más tarde, a republicanos.  

Todos buscaban salvar la vida ante el temor de ser localizados y ajusticiados por los enemigos: “solidaridades fronterizas en tiempo de guerra, cuestionando la oposición entre la lógica del Estado y la lógica de las poblaciones locales”, es decir, más allá de la filiación política del refugiado, la vida antes que la muerte. 

Una vuelta por Barrancos 

Barrancos - Fuente: Wikipedia
Barrancos – Fuente: Wikipedia

Aunque el contrabando ya no forma parte esencial de la vida barranqueña ni el pueblo es el escondite de ningún refugiado político (que sepamos), Barrancos sigue en pleno siglo XXI siendo una localidad de aroma fronterizo, como demuestra también el hecho de que es el único pueblo de Portugal en el que se permiten legalmente los touros de morte: desde 2002, el Parlamento portugués aprobó un régimen excepcional para Barrancos que les permite torear legalmente “a la española” (matando al toro), aunque sea cada vez menos legal al otro lado de la frontera. La escultura de un toro en el pueblo recuerda esta tradición.  

Otro elemento en común con las costumbres españolas, un poco más agradable, al menos para algunos paladares, es el alimento estrella de Barrancos: hablamos del jamón Denominación de Origen Protegida que deriva del cerdo de raza alentejana que procede del Montado Alentejano, alimentado a base de bellota, como el de Jabugo al otro lado de la frontera.  

Pero además de dar buena cuenta de una tapa de jamón, una vuelta por Barrancos nos permite disfrutar de su deliciosa colección de viviendas encaladas de tejados rojos, buena parte de ellas pintadas con una marca amarilla que homogeneiza el caserío, sin olvidarnos de la iglesia matriz del pueblo del XVIII, el Museo de Arqueología y Etnografía donde se puede recorrer la historia de esta localidad, o la Plaza de la Libertad, el epicentro barranqueño donde tienen lugar las fiestas de agosto en honor de Nuestra Señora de la Concepción. 

Barrancos - Fuente: Wikipedia
Castillo de Douros en Barrancos – Fuente: Depositphotos

Pero el edificio más célebre del municipio barranqueño se halla a 12 kilómetros al noroeste: es el castillo de Noudar, Monumento Nacional desde hace más de un siglo, estratégicamente situado en lo alto de una colina, rodeado por los ríos Múrtega y Ardila.  

En la época de repoblación cristiana del territorio, Noudar fue el asentamiento principal de la zona, construyéndose este castillo que es uno de los muchos centinelas de esta Raya hispanolusa que custodia historias tan bonitas como la de Barrancos. Por cierto, después de una búsqueda exhaustiva os podemos decir que “Para sê-si barranquenho há quê tê-si rêpichuchi!” quiere decir “Para ser barranqueño hay que tener salero”. Pues eso, rêpichuchi.

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