Dominio público

Bustinduy y la muerte de Manolete

Ana Pardo de Vera

Quienes han pasado por un gobierno con la mejor de las intenciones -es decir, intentando cumplir unos objetivos comprometidos con los votantes, que, en el caso de la izquierda, incluyen, como mínimo, la justicia social y la igualdad de derechos y oportunidades, valga la redundancia- saben que hay dos formas de hacer política institucional: intentando lograr lo máximo posible de los citados compromisos o apostando por el todo o nada y torpedeando la gama infinita de grises, que suele ser, en la mayoría de las ocasiones, todo lo que se puede lograr por la confluencia de multitud de factores; entre otros, tu peso en ese Gobierno. Lo sabía Unidas Podemos en su etapa de coalición con el PSOE -recuerden, "había que estar ahí para apretar al PSOE y conseguir lo máximo posible"- y lo sabe Sumar ahora, que está en las mismas pero más debilitado por la correlación de fuerzas parlamentarias.

El genocidio del Gobierno de Israel en Gaza es la gran matanza de este siglo, y lleva décadas fraguándose ante la mirada indiferente, como mínimo, y cómplice, en la mayoría de los casos, del resto del mundo, España incluida, aunque #FreePalestine siempre por esta boquita nuestra. La impotencia de Sumar, cuyos ministros/as son abiertamente contrarios al terrorismo de Estado israelí, debería engrosar la lista de gastos institucionales con facturas de psicoterapia, o eso imagino yo al ponerme en su lugar, porque "todo mal" por parte de los adversarios y de quienes deberían ser los tuyos. Somos un cúmulo de contradicciones y las capeamos como podemos -las que queremos- en nuestro día a día; no siempre se consigue, pero seguimos adelante porque si no, la vida es insoportable. Imaginen, pues, dentro un Gobierno donde no llegas ni a la cuarta parte de representación y, por supuesto, no diriges la política exterior, que depende del presidente directamente.

Todo esto -que la cuestión da para un tratado, y ya si entro en el tema incorporación/renuncia de Alberto Garzón, nos quedamos sin espacio en Público- viene al caso porque observo desde hace tiempo el linchamiento en redes sociales -lo sé en mis carnes: "linchamiento" y X son lo mismo- que soporta el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, sustituto de Ione Belarra (sí, viene al caso), la cual encabeza un partido con cinco escaños que ha salido de Sumar y, por tanto, de la órbita del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Ahora son oposición de izquierdas y posible apoyo de las políticas del Gobierno, pero no incondicional. Uno de los grandes mantras de Podemos para su salida de Sumar es que Belarra e Irene Montero, que no es diputada pero será candidata morada a las próximas elecciones europeas, fueron vetadas en el Ejecutivo por su posición sobre Palestina y, sobre todo, contra el Israel genocida.

Es curioso, porque los ministros/as de Sumar piensan y dicen exactamente lo mismo que Podemos antes incluso de entrar en el Gobierno -solo hay que leer a Bustinduy en este mismo periódico y en decenas de tuits-, pero ahora están bajo el mando de Sánchez-PSOE y a llegar hasta donde se puede y tratar de empujar para que se haga más se le llama "tragar" y ser un psoeprogre y no sé cuántas gilipolleces más del mundo podetroll. No como cuando Unidas Podemos, con más representación que Sumar en el Consejo de Ministros, apoyó una reforma de la ley mordaza descafeinada -que no salió por el rechazo ERC y Bildu-, tragó con el apoyo de España a Ucrania, que no respaldaban, o vivió la matanza de Melilla, aún en el oscuro habitáculo del desván de las tragedias, donde no se ve ni se sabe nada. Entonces, la responsabilidad era del sector PSOE, ahora es de todo el Gobierno. La muerte de Manolete, también.


Yo sé que al ministro Bustinduy le disgusta que cuente cómo se desgañita en las reuniones del Consejo de Ministros con el tema de Gaza, pero como no me lo filtra él, sino otros asistentes chivatos/as de todo pelaje, pues yo lo casco aquí, que va en mi ADN periodístico y además, es mi deber, porque está contrastado y confirmado: habría que verle visto con el asunto de venta de armas a Israel por parte de España que conocimos el lunes, cuando ya se nos había dicho que habían frenado las exportaciones de la vergüenza: expresó su rechazo absoluto en redes, pero también -me consta- de puertas para adentro del Consejo de Ministros. Tanto Bustinduy como Sumar, de hecho, pueden apuntarse un tanto no menor -del que las poderredes no han dicho ni mu, por cierto-, aunque en medio de semejante tragedia parezca la nada: la donación de medio millón de euros a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI), precisamente, la que debe investigar sin más dilación ni tibiezas los brutales crímenes del Gobierno de Netanyahu contra Gaza, en particular, y el resto de Palestina, en general.

Las cuitas digitales de la izquierda rocosa, inamovible, pura, sin contradicciones, ... por ver quien la tiene más grande a la hora de aporrear al PSOE; el acoso, el señalamiento y la estrategia de desgaste superan con mucho la crítica constructiva que se espera de un partido que un día fue de Gobierno y consiguió que el PSOE hiciera bastante más de lo que haría sin él; es más, que consiguió una transformación significativa en el espacio de esa socialdemocracia suave que representa el PSOE. Ya sabemos, no obstante, como es Pedro Sánchez: si alguien tiene que ser de izquierdas ahora, frente a una (ultra)derecha histérica y desnortada, el más de izquierdas es él. Y eso pone las cosas muy difíciles a Sumar para sacar la cabeza, aunque queden espacios muy amplios que chocan frontalmente con la socialdemocracia más básica (religión, monarquía, política exterior o de defensa, vivienda, conciertos en Educación y Sanidad ...) por los que entrar a dar la murga, como hace Bustinduy con una sutileza más propia de la verdadera inteligencia política que la turra acosadora de los podetrolls. Estos azuzados, claro, por otra inteligencia estratégica menor, a la vista de los resultados tangibles, que solo busca el desgaste político y personal de quienes considera traidores y enemigos/as, aun defendiendo lo mismo que ellos, para erigirse como la izquierda verdadera y, de paso, inútil porque se quedará sin gente en las instituciones que bregue por algo materializable con semejante coste personal y profesional que supone. Porque o todo o nada; y ahí seguimos, con la pataleta por lo que sea.

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