Otras miradas

¿Serán capaces?

Antonio Antón

Sociólogo y politólogo

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy y el líder de Más País, Iñigo Errejón, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados, a 10 de abril de 2024, en Madrid (España).-Eduardo Parra / Europa Press
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; el ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy y el líder de Más País, Iñigo Errejón, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados, a 10 de abril de 2024, en Madrid (España).-Eduardo Parra / Europa Press

Estamos en un proceso de transición en la conformación y recomposición de la izquierda transformadora. Todavía no hay certezas claras. Planteo la reflexión en términos de duda: ¿Serán capaces las dirigencias alternativas de afrontar los desafíos estratégicos y unitarios? 

A un plan inicial de Podemos de abordar una renovación del liderazgo con cierto continuismo de la orientación política y su primacía orgánica, ha seguido el plan más drástico de reorientación política moderada y cambio de la primacía dirigente que es lo que, con amplio apoyo mediático e institucional, se ha impuesto con la constitución de Sumar y la ruptura final con un Podemos en situación defensiva. 

Persisten los retos estratégicos y cooperativos del conjunto de esta izquierda transformadora para frenar su deterioro político y apostar por una recomposición unitaria y plural, en torno a una dinámica política reformadora y democratizadora de país. Todavía es pronto para calificar todo el proceso de estos dos/tres años como fallido para renovar y fortalecer las opciones de progreso y valorar como irreversible su declive político y su división, junto con el avance representativo socialista (y las izquierdas nacionalistas) ... y su posible consecuencia de una próxima victoria de las derechas.  

En la peor de las hipótesis, existiría un agotamiento del impulso reformador por la justicia social y la democracia real que inició esta etapa sociopolítica progresista hace casi tres lustros, con el deseado cierre del ciclo de progreso sustantivo por parte del poder establecido, la recomposición bipartidista (corregida) y el riesgo de triunfo futuro de la involución derechista.  


No obstante, para evaluar las potencialidades del espacio del cambio, además de considerar la trayectoria y la experiencia de esas bases sociales -de hasta seis millones de personas- de la izquierda transformadora, destaco aquí la responsabilidad y las limitaciones de sus capas dirigentes y, en particular, sus prácticas antipluralistas.  

Más allá de las pugnas ideológicas y de poder 

El problema principal no es de carácter ideológico, aunque haya profundas diferencias. Sus implicaciones prácticas pueden ser significativas; la pugna cultural es necesaria. Tampoco es de carácter programático general, como objetivos reformadores más o menos retóricos, en lo que también existen discordancias. Es también insuficiente un análisis psicológico de los egos y liderazgos 

Es más adecuado, desde el punto de vista sociológico, hablar de los diferentes intereses corporativos y aspiraciones de estatus de las estructuras coordinativas y su conexión con sus bases sociales. Así, existe una pugna representativa, legitimadora y de poder por parte de las élites alternativas, pero hay que analizarla en conexión con los intereses sociales, el respaldo popular y la configuración de su estatus institucional.  


Lo central son las prácticas políticas -institucionales y sociopolíticas o contrahegemónicas- que implican a las mayorías sociales, y no solo en los importantes aspectos de las condiciones inmediatas de vida, sino también en los mecanismos mediadores y gestores de la acción política, es decir, en el propio Estado, con sus funciones reguladoras, la calidad de la democracia y el conflicto con los poderes establecidos y entre los principales agentes colectivos. 

Desde mi punto de vista, las discrepancias políticas actuales en la izquierda alternativa tampoco deberían hacer incompatible la perspectiva de una colaboración más estrecha que pudiese culminar, al menos, en un acuerdo político básico para el siguiente ciclo electoral, descartando, de momento, una estructuración voluntarista hacia un frente amplio de mayor integración política. El punto sensible es la articulación de los distintos órganos dirigentes, estatales y territoriales, con sus respectivos intereses, más o menos corporativos, particularmente en los territorios con una implantación significativa de una de las fuerzas aliadas -Catalunya en Común, Compromís, Más Madrid, Izquierda Unida (en Andalucía)...- y que ha supuesto una readecuación de los equilibrios con la representación prevista del hegemónico Movimiento Sumar a nivel estatal, pero débil en su arraigo local.  

El refuerzo de la cultura democrática y el respeto al pluralismo 

Es imprescindible la amplia participación deliberativa y decisoria y la negociación de los mecanismos democráticos que garanticen la objetividad representativa de cada cual y la convivencia de sensibilidades y de mayorías y minorías, y distinguir ámbitos, equilibrios y procedimientos democráticos, incluido en las elecciones europeas. Es un auténtico reto, de la dirigencia y las diferentes bases partidarias, avanzar en una cultura de respeto de la diversidad y la articulación del pluralismo tras un proyecto común de progreso, aun con variedad de interpretaciones, discursos y prácticas concretas y sin apropiarse ilegítimamente del patrimonio colectivo.   


No obstante, por ahora, y hasta que no se asiente la experiencia sociopolítica y electoral de los próximos meses, los obstáculos unitarios son insalvables. Prima la reafirmación en las opciones estratégicas particulares y la competitividad legitimadora de los liderazgos respectivos; no hay lugar para la suficiente aproximación hacia intereses compartidos frente a los retos sociopolíticos y el resto de actores, o para la búsqueda de posiciones comunes o intermedias que generen acción colaborativa y puentes de confianza. 

El problema es de carácter estratégico o, si se quiere, político-democrático. Se trata de la percepción antagónica de la dinámica política y sus liderazgos respectivos, así como su incompatibilidad práctica. Lo podemos resumir en la expresión ‘Podemos resta, no suma’; su conclusión operativa es: Podemos sobra, hay que destruirlo o debilitarlo... absorbiendo -sin reconocerlo- su base social, con parte de su estructura, y sus anteriores aportaciones transformadoras. Por supuesto, se producen reacciones defensivas con componentes sectarios que enturbian el abordaje democrático del conflicto.  

Pero lo que interesa resaltar aquí es que en ese marco excluyente no cabe la colaboración y la unidad -más allá de aspectos colaterales o el objetivo genérico de salvaguardar la gobernabilidad progresista-; prima la competencia y la pugna cainita por acumular la fuerza y la representatividad que demuestren la justeza comparativa de cada proyecto y el estatus de su representación y militancia. ¿Hasta cuándo y en qué condiciones?

La realidad empírica y sociohistórica tendrá la palabra, aunque la disputa por su interpretación será muy aguda. Los grandes aprendizajes y correcciones se pueden hacer tras la constatación de importantes errores... aunque se puede reincidir en el error infravalorando su carácter destructivo, ético y político. Es decir, las evidencias tendrán que ser muy claras para adecuar las respuestas y reajustar los discursos, con la esperanza de mejorar la calidad democrática y moral de las élites dirigentes, además de su capacidad política y teórica.  

El discurso optimista no siempre motiva, ni prepara 

La hipótesis de la tendencia ascendente de Sumar, hasta acercarse a la representatividad y el papel político socialistas, junto con la liquidación de Podemos, no parece realista, aunque tenga un carácter performativo; en todo caso, dejaría un reguero de resentimiento en una parte significativa de esa izquierda. Ello conlleva una regresión en un elemento fundamental: el déficit de la cultura democrática y de respeto al pluralismo, no solo como procedimiento sino como valoración sustantiva entre las fuerzas progresistas de contar en positivo -sumando- con la aportación y la representatividad de cada cual y regulando el tratamiento de los desacuerdos y las minorías.  

La hipótesis aquí dibujada es, como mínimo, el estancamiento representativo y de influencia de la izquierda transformadora, con un importante impacto en la reducción de escaños parlamentarios agudizado por su división y el deterioro asimétrico de la legitimidad de sus liderazgos.  

Así, en la reciente encuesta de 40dB (8/04/2024), desde el porcentaje del 12,31% conseguido en las elecciones generales del 23J por Sumar -con sus aliados e incluido Podemos-, ahora pasa al 8,2%, más de cuatro puntos menos, mientras Podemos, presentándose en solitario, consigue el 2,9%, o sea, en una proporción de tres a uno; pero, respecto del grado de simpatía la relación está entre el 7,5% a Sumar y el 4,8% a Podemos, no llega al dos a uno. Por otro lado, del total de ese electorado alternativo del 23J algo menos de la mitad (49%) votaría por Sumar (y sus aliados) y casi un tercio (31%) opta por Podemos. 

La fotografía electoral de las europeas proporcionará algunos indicios detallados de la realidad representativa. Junto con la experiencia reciente y el conjunto del contexto de este próximo verano y otoño proporcionará elementos para encarar la reflexión crítica y, en su caso, la reorientación más inclusiva y respetuosa de la conformación de esta izquierda transformadora. 

Además de su confirmación analítica, este panorama exige un reajuste, sobre todo, de la actitud democrática, unitaria y pluralista para deliberar y decidir sobre la orientación política y la conformación de sus equilibrios internos y sus dirigencias. Es una base mínima de respeto, reconocimiento y confianza para dialogar y establecer pautas comunes de colaboración y poder dar otro paso consensuado hacia un acuerdo más global, con vistas a las próximas elecciones generales y más allá.  

En todo caso, me parece más apropiado señalar el problema como duda y, al mismo tiempo, como emplazamiento para superarlo: ¿serán capaces el conjunto de estas fuerzas en torno a Sumar, e incluido Podemos y, en particular, sus élites directivas, de afrontar sus desafíos estratégicos y organizativos, ampliar su espacio representativo y consolidar una dinámica democratizadora y de progreso? Y, paralelamente, ¿serán capaces de favorecer los vínculos con las izquierdas nacionalistas y el propio Partido Socialista, desde su doble identidad social y confederal/plurinacional, como argamasa para el conjunto del bloque democrático? Lo dejo abierto, recordando lo que tengo escrito en el libro Izquierda transformadora: la solución, de venir, vendrá por el impulso de abajo y, en parte, de fuera de los liderazgos actuales.  

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