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El duelo británico acaba sin un vencedor claro

Los conservadores parten con ventaja en las elecciones del jueves, pero el resultado es el más incierto desde 1992

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

No hay límite de edad para caer bajo el embrujo de Nick Clegg. Ni siquiera hay que tener derecho a votar. Claire, de 14 años, oye el ruido de una motocicleta mientras espera con unos amigos la llegada del líder de los liberales demócratas a la localidad costera de Eastbourne. “Cómo molaría que llegara Clegg subido a una moto”, dice riéndose. El carisma de Clegg hace volar la imaginación de las adolescentes.

Es uno de los tres mítines que da Clegg en el último día de campaña, la misma que él revolucionó con su participación en el primer debate y que ahora finaliza con un resultado incierto. Unas 200 personas se reúnen en un parque cerca del paseo marítimo.

Las campañas británicas se basan en múltiples contactos con grupos reducidos. A fin de cuentas, interesa lo que aparezca en la pantalla de televisión, y eso se llena con facilidad.

“Llevamos mucho tiempo esperando algo así”, dice un militante liberal que lleva un cartel con las palabras “Puedes hacer que sea diferente”.

Nunca pensó que el escaño de Eastbourne estuviera al alcance de su partido. El diputado tory –16 años en el puesto– lo ganó con una diferencia de 1.124 votos en 2005. No mucho, pero suficiente de cara a una campaña que hace unos meses sólo tenía color conservador.

Clegg cambió eso y ahora se presenta para pedir a su gente un último paso: “Tenéis la opción de elegir entre lo viejo y lo nuevo, de hacer oír vuestra voz. Si me prestáis vuestro apoyo, os doy mi garantía personal de que habrá un cambio auténtico”.

Brown recupera la energía y cree tener opciones de evitar la derrota

Por la conmoción que provoca, se diría que es un gran salto adelante. La realidad es más sobria: las personas con ingresos inferiores a 10.000 libras no tendrán que hacer la declaración de la renta, habrá aulas más pequeñas y se tomarán medidas para que los bancos –los auténticos villanos en la narrativa de esta campaña– vuelvan a prestar dinero a las empresas.

En realidad, es lo que ha repetido Clegg desde el famoso primer debate. Su discurso no ha variado y comienza a dar la impresión de que el mensaje ya no tiene el impacto de semanas anteriores.

Ahora parece ser el momento de la recuperación de Gordon Brown. Sea porque la mayor parte de su campaña fue una accidentada cadena de errores o porque al final sí ha recuperado la energía que se le suponía,  el líder de los laboristas ofrecen ahora otra cara.

Brown ya se rodea de votantes de verdad en sus visitas, no sólo de militantes del partido.

El discurso de Nick Clegg ya da algunos síntomas deagotamiento

Y su voz no suena cansada, sino enérgica: “Cuando los bancos fracasaron, necesitábamos que el Gobierno se pusiera del lado de la gente. Todos lo sabían, menos los conservadores. Nosotros hemos sido la mayor fuerza por la igualdad que nunca haya visto este país. Con los conservadores, tú estás solo. Con los laboristas, nosotros estamos de tu lado”.

Los laboristas destacan que sus cálculos indican que hasta el 20% de las personas dispuestas a votar están aún indecisas. En los escaños que previsiblemente se dirimirán por diferencias pequeñas, ese porcentaje es aún mayor.

La apatía anterior a la campaña se ha trocado en una curiosa pasión reticente. Según un sondeo de ICM, el 51% de la gente cree que los partidos son corruptos (sólo el 27% rechaza por completo esa idea), y al mismo tiempo todos esperan una participación en torno al 70%, la mayor desde 1997.

Lo malo para Brown es que desde entonces los resultados reales de su partido siempre han sido inferiores a lo que decían los sondeos.

Eso es lo que espera David Cameron, que ayer concluyó su maratón de 36 horas ininterrumpidas de campaña. Según los periodistas que le siguieron, casi no pudo dormir y parecía alimentarse “sólo de adrenalina”.

La necesita porque una diferencia de sólo cinco puntos sobre los laboristas podría dejarle con menos escaños. El líder tory que parecía que iba a heredar el cargo, por lo fácil que lo tenía, descubre ahora que se juega su carrera política.

Cameron repitió hasta el agotamiento la palabra “cambio”, y quiso despejar el miedo a un Gobierno que sólo piense en las finanzas: “Siempre protegeremos a los pobres, los que tienen menos, los que gozan de menos ventajas”. En menos de 24 horas, sabrá si está en condiciones de cumplir esa promesa.

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