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La resolución 1973 revalida a la ONU

La decisión del Naciones Unidas de aprobarla ha sido una sorpresa para los rebeldes libios y un jarro de agua fría para Gadafi y sus afines

PERE VILANOVA

Ante todo, hay que admitir que la decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de aprobar la (ya famosa) resolución 1973, ha sido una sorpresa, euforizante para los rebeldes libios y su base social, y un jarro de agua fría para Gadafi y sus afines, empezando por su familia más inmediata. Conviene analizar esta resolución para entender exactamente el mandato que otorga, porque la opinión pública, no familiarizada con los tecnicismos en materia de uso de la fuerza (en la escena internacional), quiere saber más.

También conviene poner esta resolución de la noche de jueves a viernes (hora española) en una línea paradójica, que es donde está la sorpresa a la que hacemos referencia. Hace ahora una semana, en dos días sucesivos, la llamada comunidad internacional (o parte de la misma) se cubría de gloria: la cumbre extraordinaria (y tanto) de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, y justo después el llamado G-8, decidían no decidir nada. Este fue el momento de gloria de Gadafi y no otro, y de ahí sus avances sobre el terreno, en los seis días siguientes, hasta las puertas de Bengasi.

Por tanto, la decisión del Consejo de Seguridad muestra que Naciones Unidas todavía cuenta como actor internacional y puede desbloquear situaciones si hay voluntad política que otras geometrías institucionales no pueden. EEUU, Francia y Reino Unido estaban dispuestos a actuar, pero, a instancias de Barack Obama, sobre todo, sólo con dos condiciones: aval explícito de la ONU e impulso igualmente explícito de la Liga Árabe. Es una de las lecciones aprendidas en las dos últimas décadas: no emprender medidas que exhiban fuerza militar occidental contra ningún país árabe si no es con el apoyo de varios o muchos de ellos. Contra lo que pueda parecer, hay un precedente y de talla. La coalición internacional ordenada por la ONU en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait tuvo ese apoyo de la Liga Árabe y varios de sus miembros mandaron tropas al terreno (¡incluida Siria!). Y la zona de exclusión aérea posterior, es verdad que con un Sadam Husein mermado militarmente, funcionó de forma muy eficaz a favor de un Kurdistán que llegó a ser casi independiente durante los 12 años siguientes. En cambio, no protegió a los chiíes del sur, que Sadam masacró a mansalva.

La cuestión ahora es cómo va a traducirse esta resolución 1973 sobre el terreno, en qué plazos y con qué tipo de despliegue operativo. Contra lo que dicen algunos expertos, es menos complicado que en Irak en 1991, pero necesita una dimensión organizativa compleja, que hoy todavía desconocemos. Por ejemplo, qué fuerzas aéreas de cuántos países van a participar, con qué tipo de coordinación entre ellas y qué tipo de órdenes de actuación sobre el terreno. También conviene subrayar que la resolución se centra en la defensa de la población civil y, de hecho, lo que hace manteniendo un embargo de armas a día de hoy abrumadoramente favorable a Gadafi es restablecer una especie de oportunidad más equilibrada para los rebeldes. Pero el mensaje es claro, si cambio de régimen tiene que haber, lo tendrán que conseguir los rebeldes libios, y ello encierra una dolorosa paradoja: si Gadafi no se rinde de inmediato, ello prolonga la guerra civil.

Con mandatos parecidos, pero sobre todo con contradicciones parecidas, en el pasado la comunidad ha hecho poco, o nada, o mal (como fue el caso en Bosnia Herzegovina, con las 'áreas seguras', la más famosa de ellas Srebrenica). Los próximos días serán decisivos.

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