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Una tregua temporal que necesitaba Netanyahu

El ministro de Defensa y el titular de Exteriores han frenado hasta el final al primer ministro en su voluntad de cesar las hostilidades

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Binyamin Netanyahu se vanagloria de que durante su primer mandato (1996-99) y durante su mandato actual, que está a punto de concluir, Israel no ha necesitado entrar en ninguna guerra con los vecinos, algo de lo que no pueden presumir los tres últimos primeros ministros, Ehud Barak, Ariel Sharon y Ehud Olmert.

La crisis de Gaza lo ha puesto a prueba, pero aunque él tiene la última palabra, la decisión de ir o no a la guerra, de invadir o no la franja de Gaza, también depende de sus dos principales socios en el Gobierno, el ministro de Defensa Ehud Barak, y el titular de Exteriores Avigdor Lieberman, con quien Netanyahu ha establecido una coalición de cara a las elecciones del 22 de enero.

Han sido precisamente Lieberman y Barak los que han intentado frenar la voluntad de Netanyahu de alcanzar una tregua con Hamas y la Yihad Islámica, las milicias responsables del lanzamiento de más de mil cohetes contra Israel durante los últimos siete días.

Lieberman y Barak han frenado la voluntad de Netanyahu de alcanzar una tregua Las negociaciones que se han llevado a cabo en El Cairo no han bastado para acallar los cazas, los barcos y las lanzaderas hasta que, finalmente, se ha alcanzado un acuerdo. Han sido unas negociaciones duras más que nada porque ninguna de las dos partes quería aparecer como derrotada, por lo que insistían en que si es necesario estaban dispuestas a llegar hasta el final, lo que en el caso de Israel implica una invasión terrestre, y en el caso de Hamás la vaga amenaza de 'sorpresas nunca vistas hasta ahora'.

Los términos de la tregua eran claros por lo que se refiere a las milicias palestinas: el final de los asesinatos selectivos, y hay que recordar que la reciente escalada de violencia vino por el asesinato del responsable de las milicias de Hamas, Ahmad Yabari, la semana pasada, y el levantamiento del bloqueo que pesa en la franja de Gaza desde que Hamás gobierna allí, que Israel se ha negado a incluir en las covnersaciones.

Se había especulado con que los israelíes exigían, entre otras cosas, que la tregua tenga la máxima duración posible, que Hamás se comprometa a mantener la calma, es decir a impedir que las restantes milicias la violen, y a que exista una supervisión rigurosa de todo lo que entra en Gaza a través de la frontera de Rafah que separa Gaza de Egipto.

Como guinda, Israel condicionaba el acuerdo al establecimiento de un mecanismo de control de la tregua, o si se prefiere de las 'cláusulas', como se dice ahora en Israel, que no sólo cuente con el aval del presidente de Egipto Muhammad Mursi, sino también con el respaldo final de los Estados Unidos.

Hamás rechazó una contraoferta israelí que hablaba de que antes de discutir las demandas de la organización (fin de asesinatos selectivos y levantamiento del bloqueo) se dejara transcurrir un periodo de 90 días de tregua, con el fin de que Israel pudiera cerciorarse de que las milicias cumplen con el cese de las hostilidades.

Hamas insiste en que están preparados para una invasión similar a la de Plomo Fundido La belicosa actitud de Hamás se deriva en parte de la confianza que tiene en que Netanyahu no desea embarcarse en una guerra que podría tener consecuencias imprevistas cuando solo faltan dos meses para los comicios israelíes. Sin embargo, no hay que olvidar que Netanyahu debe soportar la presión creciente de una población furiosa que desea que la infantería haga el trabajo sucio, y la presión de más de un millón de personas que no pueden descansar con las sirenas de alarma sonando continuamente, día y noche.

Los dirigentes de Hamás insisten en que están preparados para una invasión similar a la de Plomo Fundido de hace cuatro años que se saldó con la muerte de más de 1.400 palestinos, la mayoría civiles. Ahora bien, si el Ejército entra en la franja Netanyahu tendrá que decidir si esta vez derroca al gobierno de Hamás, lo que abriría un periodo incierto en la zona y tal vez una guerra civil entre los fundamentalistas y Fatah.

Las negociaciones también han servido para elevar la figura del presidente Mursi tanto dentro de Egipto como en el exterior, de ahí que los egipcios estuvieran muy interesados en lograr un alto el fuego.

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