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Jerusalen El vicepresidente de EEUU viaja a Oriente Próximo en plena tensión por Jerusalén

Mike Pence inicia esta semana una gira por Tierra Santa, donde las aguas están muy agitadas. Mientras que los israelíes le cederán el podio de la Kneset para hablar, los palestinos lo recibirán con protestas que han sido convocadas desde lo más alto, protestas que incluirán a las comunidades cristianas

Palestinos protestan en Ramala este domingo. REUTERS/Goran Tomasevic

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

El miércoles arranca la gira del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, a Oriente Próximo. Empezará en El Cairo y de allí volará el mismo miércoles a Jerusalén. Será la primera visita de un alto funcionario de ese país a la zona desde que el 6 de diciembre Donald Trump declaró de manera unilateral que Jerusalén es la capital de Israel.

Tenía que ser una visita simbólica en la que Pence, que es cristiano evangélico, se reuniría con delegaciones cristianas de Tierra Santa. Sin embargo, numerosas confesiones cristianas ya han anunciado que no acudirán a la cita. Incluso los cristianos coptos de Egipto le han hecho saber que no es persona grata en el país de Abdel Fattah al Sisi.

Pence ha sido uno de los principales impulsores de la iniciativa sobre Jerusalén como capital de Israel, y naturalmente los cristianos palestinos, que piensan de otra manera, no pueden reunirse tan pronto con Pence. Las aguas siguen revueltas con un conato de intifada en marcha que se ha cobrado la vida de nueve palestinos y ha dejado heridos a más de 3.000.

Al contrario, Fatah, el partido del presidente Mahmud Abás, ha convocado protestas en Palestina para el mismo día de la llegada de Pence, así como cortes en las carreteras que unen los asentamientos judíos. La organización palestina ha pedido que se celebre una manifestación en la ciudad vieja de Jerusalén coincidiendo con su visita al Muro de las Lamentaciones, una visita que Pence ha calificado finalmente de “privada” para no alterar más los ánimos.

Las aguas revueltas se encenagaron más el viernes, cuando un portavoz de la Casa Blanca dijo que el Muro de las Lamentaciones era parte de Israel. De hecho, hace ya muchos años que los palestinos aceptaron eso, aunque ahora, mientras la explosión colonial israelí sigue adelante, no estaría bien que lo hicieran, así que un funcionario palestino dejó claro que los palestinos “no aceptan ningún cambio en las fronteras de Jerusalén de 1967”.

Esto conduce a la cuestión de qué está haciendo Mahmud Abás en Ramala. La semana pasada un macrosondeo realizado por un instituto local reveló que el 70% de los palestinos quieren que Abás se vaya a casa inmediatamente. Quizás es por eso que Abás ha adoptado una política un tanto más beligerante desde el 6 de diciembre. Eso también explica que Abás haya proclamado a los cuatro vientos que no se va a reunir con Mike Pence y que haya impulsado el boicot oficial y particular de los palestinos a esa visita. Abás, que lleva en el poder más de una década, no ha conseguido nada con su política de camaradería con Israel.

Más bien al contrario, la expansión colonial se está haciendo a lo grande y hasta a la Unión Europea le ha dado por confeccionar informes sobre las millares de viviendas que se construyen en los territorios ocupados. Informes que, aunque no sirven para nada, dan testimonio de las continuas violaciones de las leyes internacionales por parte del Estado judío.

Los palestinos se preguntan por qué Abás se ha aferrado de esa manera al poder, y muchos piensan que lo que debería hacer es desmantelar la Autoridad Palestina cuanto antes; disolver una administración en la que Israel hace y deshace a su antojo. Hace sólo unos días, el ministro de Defensa de Israel, un colono llamado Avigdor Lieberman, declaró que Abás no podría durar nada en Ramala si no fuera por el Ejército israelí, lo cual es completamente cierto.

La situación actual de los palestinos corrobora que Abás debería haber dado ese paso hace ya mucho tiempo. A sus 82 años, se ha convertido en un engorro para los palestinos y en un activo para Benjamín Netanyahu, de ahí que los israelíes estén encantados con la idea de que el presidente palestino vaya a vivir muchos años más.

Abás, que sólo hace unos días estuvo en Riad, volverá este martes a Arabia Saudí. Los saudíes hace ya tiempo que se han convertido en una marioneta de Israel. Según publicaron medios israelíes, el príncipe Mohammad bin Salman, hombre fuerte en el reino, presionó a Abás para que aceptara un plan de paz draconiano del presidente Trump. Veremos lo que le espera este martes a Abás en Riad, pero no puede ser nada bueno viendo, como se ve cada día, que los saudíes están a partir un piñón con Israel, y que podrían participar en una encerrona a Abás.

Aunque Abás ha dicho en alguna ocasión que está preparado para irse a casa y entregar las llaves de Cisjordania a Israel, nunca lo ha hecho. Ahora tiene otra oportunidad para dar un paso de esta naturaleza puesto que ha quedado demostrado que su buena actitud hacia Israel sólo ha conseguido traer males mayores para los palestinos.

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