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El espionaje israelí ya tiene también un jefe religioso, igual que la Policía y el servicio secreto interno Shin Bet

Benjamín Netanyahu ha elegido a Yossi Cohen como jefe del Mossad, una organización de espionaje y operaciones especiales que se ha marcado como primer objetivo Irán y como segundo objetivo mejorar la imagen del país en Occidente, incluida la lucha contra el BDS, una vez decidido que Israel no va a retirarse de los territorios ocupados.

Yossi Cohen, de 54 años, inició su relación con el Mossad hace más de treinta años. / EFE

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN.– Yossi Cohen, que esta semana se ha hecho cargo de la dirección del Mossad, es un hombre de 54 años y bien parecido. Suele ir trajeado, con camisa blanca recién planchada y corbata. Un periodista israelí ha escrito que “parece un elegante amante italiano de los años 70” de punta en blanco. Dentro de la institución de espionaje, sus compañeros le pusieron hace años el apodo del Modelo.

Una noche de diciembre, a la hora de máxima audiencia, cuando los tres canales generalistas de televisión difunden sus noticiarios, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, anunció su nombramiento por todo lo alto. Nunca antes se había dado a este asunto tanta trascendencia ni se había convertido el jefe del Mossad en un personaje tan mediático.

Yossi Cohen ingresó en el Mossad en 1983. Se crio en una familia religiosa. Su padre militó en los años 40 en el Irgún, una organización armada sionista que combatía a los británicos y a los palestinos antes del establecimiento del Estado judío en 1948, y que los británicos consideraban “terrorista”.

Escuela rabínica

Recibió educación religiosa no solamente en la casa de sus padres en Jerusalén. También asistió a una escuela rabínica y durante muchos años se cubrió la cabeza con una kipá, un distintivo de los judíos que desean hacer pública una declaración de religiosidad. Sin embargo, años después dejó de llevar la kipá y solo se la pone durante el sabbat, cuando observa el descanso casi absoluto que Dios ordenó en el Antiguo Testamento.

Casado con Aya, una enfermera, Cohen es padre de cuatro hijos y tiene una nieta. Aunque antes residieron en una colonia judía en los territorios ocupados, ahora viven en Modiin, una ciudad entre Tel Aviv y Jerusalén cuya mitad está en los territorios ocupados. Uno de sus hijos sufre una disminución psíquica. Todos son religiosos y los varones usan kipá. La familia se define como “tradicional”, que es un término blando que muchos israelíes utilizan para no decir que son “religiosos”.

El tema de la religión es muy particular en Israel. Un reciente sondeo revela que apenas un puñado de judíos se declara “ateo” o “agnóstico”, y que muchos prefieren llamarse a sí mismos “seculares”. De manera que evitan los términos “ateo” y “agnóstico”, que en este país tienen mala reputación, incluso entre los más progresistas, a diferencia de lo que ocurre en Europa, según el sondeo.

A Yossi Cohen le gusta correr. Una vez a la semana, cuando termina el sabbat, suele correr unos 12 kilómetros y de tanto en tanto se apunta a una maratón. Sus hábitos culinarios son los propios de un israelí y es aficionado a la “comida judía polaca”.

Entre los cursos que realizó en los años ochenta figura uno específicamente destinado al reclutamiento de agentes y otro en el que aprendió a gestionar el trabajo de los espías, unas actividades que ha desarrollado en París y que luego ha dirigido en la sede del Mossad en Tel Aviv, donde fue responsable de la unidad Tsomet desde 2006.

Una de las misiones que se le encomendó en Tsomet fue todo el tema iraní en los años en que el Mossad penetró en los ordenadores que Teherán utilizaba para sus programas nucleares y en los años en que, según se ha publicado en el extranjero, el Mossad asesinó a varios científicos iraníes.

Su carrera ascendente experimentó varios empujes cuando Meir Dagan dirigía la institución. Dagan depositó toda su confianza en Cohen, algo que no ocurrió con el siguiente director, Tamir Pardo, que ahora ha terminado su carrera. Las relaciones entre Pardo y Cohen fueron tensas. El primero acusó al segundo de actuar por encima de él mientras que Cohen se quejó de que no le asignaba trabajos acordes con su posición.

Algunos de sus compañeros han señalado que Cohen “posee un carácter muy fuerte”. Fue seguramente esta circunstancia, y sus continuos roces con Pardo, la que le hizo abandonar temporalmente el Mossad. Pero Netanyahu, que siempre lo ha tenido en excelente consideración, lo consoló nombrándolo Consejero para la Seguridad Nacional.

Deriva hacia la religión

Su religiosidad ha suscitado bastantes comentarios. A muchos israelíes no les ha sorprendido, porque ven que la deriva hacia la religión es cada vez más acusada. El portal de noticia Walla!, afín a Netanyahu, se preguntaba “si hay motivo para la preocupación“, y recordaba que el nuevo jefe de la policía israelí, que asumió el cargo en diciembre, lleva kipá, lo que ocurre por primera vez, y que el jefe de los servicios secretos Shin Bet lleva kipá, lo que también ocurre por primera vez.

Una cuestión que cada vez se discute con más frecuencia es qué ocurre cuando un oficial o soldado se encuentra ante una orden de su superior que entra en conflicto con su rabino. ¿A quién debe obedecer el soldado, a su rabino o a su jefe? El general de la reserva Amram Mitzna, que fue líder de los laboristas hace algunos años, considera que la abundancia de soldados y oficiales religiosos es “preocupante”.

No obstante, no todo el mundo está de acuerdo. Por ejemplo, el profesor Asher Cohen, de la Universidad Bar-Ilan, marcadamente religiosa, cree que el problema es a la inversa y que son los soldados seculares quienes han desobedecido más órdenes de sus superiores, por ejemplo en la guerra de Líbano. “No hay duda de que se está demonizando a los religiosos por motivos políticos”, ha comentado Cohen.

“Este es un problema de los padres seculares, que no envían a sus hijos a las unidades de combate, y no los envían porque son demasiado individualistas”, ha dicho el profesor de Bar-Ilan, quien añade que los israelíes seculares no quieren problemas y no tienen una preocupación social similar a la de los religiosos.

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