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Nueva York refuerza la vigilancia en las conmemoraciones del 11-S

Las autoridades de EEUU examinan una amenaza 'creíble', aunque no confirmada, de un posible atentado

ISABEL PIQUER

Los neoyorquinos acogieron con resignación y cierto cansancio el anuncio de que su ciudad volvía a ser el blanco de una nueva amenaza terrorista en vísperas del décimo aniversario del 11-S. Las autoridades locales reforzaron la 'gran demostración de fuerza' que ya tenían previsto desplegar para las conmemoraciones, en particular la llegada mañana a Manhattan del presidente Barack Obama,mientras los ciudadanos se preparaban para un fin de semana de recuerdos y atascos.

La amenaza 'creíble' pero 'no confirmada', es decir, procedente de una sola fuente, se dio a conocer el jueves por la noche, durante el discurso de Obama ante el Congreso. Los servicios de inteligencia sospechan que tres presuntos terroristas, uno de ellos de nacionalidad estadounidense, habrían llegado a Estados Unidos en agosto, procedentes de Dubái, con instrucciones de poner un coche bomba, en Nueva York o Washington, preferentemente en las inmediaciones de un centro de transportes, en fechas cercanas al aniversario.

Obama y los expresidentes Bush y Clinton estarán en las ceremonias

La orden vendría directamente de Ayman al-Zawahiri, el sucesor de Osama Bin Laden al frente de Al Qaeda. En la operación que llevó a su muerte el pasado marzo, las fuerzas especiales se incautaron de material según el cual Bin Laden seguía intentado organizar un ataque importante contra Estados Unidos, aunque Washington parecía más preocupada por la iniciativa aislada de unos simpatizantes fanatizados.

'La Policía de Nueva York ha desplegado medidas adicionales en la ciudad, algunas de ellas visibles y otras no tanto', explicó su alcalde, Michael Bloomberg, que también apeló a la calma. 'No hay razón para cambiar nada de la rutina diaria; para daros una idea, tengo la intención de coger el metro mañana, como lo hice ayer, y me sentiré igual de seguro'.

Las medidas adicionales de lo que de todas formas iba a suponer un amplísimo despliegue incluyen controles en los puentes y túneles de entrada a Manhattan, vigilancia reforzada en las terminales de transporte, como las estaciones de Grand Central y Pensilvania, y, por supuesto, a partir de la primera hora del domingo, el cierre casi completo de la parte baja de la isla.

'El terrorismo es teatro y este va a ser el mayor escenario del mundo'

'Tenemos que estar preocupados', declaró el jefe de la Policía, Raymond Kelly, 'el terrorismo es teatro y este va a ser el mayor escenario del mundo, con la llegada de un presidente y dos expresidentes', dijo Kelly, al referirse a Obama, George Bush y Bill Clinton.

La nueva amenaza se supo justo cuando la ciudad empezaba a volcarse en el recuerdo. Muchas son las ceremonias que desde hace una semana honran a los casi 3.000 muertos en los ataques. El jueves, en el Lincoln Center, Bloomberg recordó a los 23 policías desaparecidos en las labores de rescate y a los 50 que han fallecido desde entonces por culpa de los gases tóxicos que inhalaron en los escombros.

La bolsa de Nueva York guardó unos minutos de silencio antes de iniciar su sesión. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, acompañada del entonces alcalde, Rudolph Giuliani, tocó la campana de apertura de los mercados que consiguieron reabrir unos días después de los atentados, el 17 de septiembre. Momentos más tarde, en una intervención en el John Jay College, Clinton justificaba el 'uso de la fuerza contra grupos que amenazan a EEUU' y la equidad de las 'comisiones militares reformadas' que juzgarán a los sospechosos del 11-S en Guantánamo.

El alcalde Bloomberg pide calma y que la gente siga su rutina

Lo cierto es que los neoyorquinos están saturados. La cobertura del aniversario ha sido relativamente moderada para tratarse de una fecha tan simbólica. En años anteriores, las conmemoraciones pasaron casi desapercibidas, excepto en 2010, por la polémica que generó la apertura de un centro islámico cerca de la Zona Cero. La carga emocional de un evento tantas veces revivido se ha disipado con el tiempo, en parte por el desgaste que causó el estado de alerta permanente creado por el Gobierno Bush para justificar sus aventuras bélicas.

Hace unos meses, la noticia de la muerte de Bin Laden no causó la reacción que hubiera generado justo después de los ataques. Los neoyorquinos, a la mañana siguiente, acudieron a su trabajo, indudablemente aliviados por el cierre de un capítulo, pero como si nada.

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