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Política internacional El treintañero que adoptó el mensaje de la extrema derecha

Con su clara victoria electoral, el conservador Sebastian Kurz, de 31 años, será el próximo canciller de Austria. Tras escorar el partido a la derecha, su más que probable aliado será el FPÖ, la formación dirigida por un antiguo militante neonazi.

Un póster de campaña de Sebastian Kurz  con el Parlamento de Viena al fondo. REUTERS

JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ

Los que le conocen de cerca destacan su amabilidad en el trato directo y una seguridad sorprendente para un joven que apenas ha cumplido los 31 años. A través de los documentos internos de su equipo de campaña, según lo publicado por la revista Falter, se percibe a un político ambicioso, metódico y obsesionado por su imagen en los medios, con una estrategia definida hasta el más mínimo.

Así es Sebastian Kurz, el hombre del momento, el líder del Partido Popular austríaco (ÖVP), el treintañero que a falta de sorpresas extraordinarias pronto se convertirá en el mandatario más joven del mundo. Hace seis años que abandonó la universidad sin terminar Derecho y cuatro que fue nombrado ministro de Exteriores. Una carrera fulgurante a la que los más críticos le añaden el calificativo de “oportunista”. Y su gran oportunidad para dar el salto definitivo, ya aferrado a su cartera ministerial, fue la crisis de los refugiados.

En repetidas ocasiones durante la campaña electoral, Kurz se ha colgado la medalla de haber sido el responsable del cierre de la ruta de los Balcanes, por la que cientos de miles de personas llegaron hasta Alemania escapando de la guerra y de otras penalidades. “¿Te ha dado las gracias ya?”, cuenta el semanario Spiegel que Wolfgang Schäuble, el todopoderoso responsable de Finanzas de Alemania, le llegó a preguntar a Kurz refiriéndose a Angela Merkel.

Kurz, frente a una pintura de la Emperatriz María Teresa I de Austria. REUTERS

Kurz, frente a una pintura de la Emperatriz María Teresa I de Austria. REUTERS

Incluso antes de su mandato como canciller, Kurz ya ha revolucionado la política austriaca. Su ascenso fue de lo más tradicional: procedente de las juventudes del ÖVP y respaldado por una base liberal que le catapultó al ministerio de Exteriores. Sin embargo, tras convertir en marca personal la mano dura en materia de inmigración y sumar entre sus fieles a los sectores más conservadores, Kurz consiguió no solo ser nombrado líder de un partido que ha estado en coaliciones gubernamentales durante los últimos 30 años, sino también transformarla en algo más parecido a una plataforma personal.

El ÖVP ha cambiado su imagen exterior (antes el negro era su color mientras, ahora lo es el turquesa), su filosofía (de partido tradicional a movimiento contra el poder establecido), su mensaje (más escorado a la derecha) y la estructura interna (reduciendo la influencia de los barones territoriales y las Bünde o asociaciones de interés). Unos cambios que tras la victoria en las urnas pueden terminar de afianzarse. “Algunos miembros de su partido son críticos con el comportamiento de Kurz, pero después de su triunfo electoral se mantendrán en silencio, por ahora”, señala a Público el politólogo austriaco Anton Pelinka.

Hacia la derecha (todavía más)

El fenómeno Kurz, apodado por algunos como el “niño maravilla” o el “Macron de derechas”, descoloca a la familia política conservadora del centro de Europa. Mientras que miembros de la CDU de Merkel pero críticos con la canciller como Jens Spahn han mostrado su euforia por la victoria del joven, otros compañeros más afines a la líder alemana, como es el caso de la presidenta del Sarre, Annegret Kramp-Karrenbauer, han compartido mensajes que restan valor a su éxito.

Asimismo, algunos analistas como el citado Anton Pelinka le sitúan más cercano a Viktor Orban, el autoritario y euroescéptico primer ministro de Hungría, pero otros como Peter Filzmaier, del austríaco Instituto para el Análisis Estratégico, creen que está más próximo a los conservadores alemanes. “Orban es un caso aparte, mientras que [Othmar] Karas, del ÖVP, fue vicepresidente del Parlamento Europeo. El ÖVP es más cercano a la CDU y sobre todo a la CSU [los socios bávaros de Merkel]”, explica Filzmaier.

No obstante, más allá de la agenda política del futuro canciller, que pasa por reducir los beneficios de los inmigrantes pero también por bajar los impuestos y profundizar en la liberalización de la economía austríaca, el próximo gobierno estará marcado por la presencia del Partido por la Libertad (FPÖ), la formación nacionalista y xenófoba que ha alcanzado el mejor resultado electoral desde 1999. “Me siento justificado por el hecho de que muy por encima del 55% de los electores han votado por la plataforma del Partido por la Libertad, puesto que otros partidos copiaron gran parte de nuestro programa”, aseguró Heinz-Christian Strache, el líder ultraderechista.

El presidente austriaco, Van der Bellen, y el ministro de Relaciones Exteriores, Kurz, en la oficina presidencial en Viena.REUTERS

El presidente austriaco, Van der Bellen, y el ministro de Relaciones Exteriores, Kurz, en la oficina presidencial en Viena. REUTERS

El resultado electoral y las malas relaciones entre socialdemócratas y conservadores hacen más viable un nuevo ejecutivo austríaco liderado por Kurz en coalición con la extrema derecha. De ser así, Strache se convertiría en el primer gobernante europeo con un pasado neonazi desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Detenido en su juventud por la policía alemana debido a su militancia extremista, el ahora carismático e incendiario político aspira a convertirse en vicecanciller de Austria.

Kurz, en cambio, todavía tiene la opción de gobernar en minoría. Pero “¿por qué iba el FPÖ, que está ansioso por formar parte del gabinete, tolerar un gobierno en minoría?”, apunta Pelinka. Las negociaciones, informan los medios locales, ya han comenzado de manera informal y a puerta cerrada, y algunos expertos sostienen que los ultraderechistas están en posición de conseguir ministerios claves como Justicia, Interior o, incluso, Exteriores.

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