El gobierno de Afganistán ha calculado que hay 4.500 víctimas, entre muertos y heridos, en el oeste del país, por los terremotos que el pasado sábado devastaron al menos una decena de poblados.

La cifra de fallecidos, que hasta el último balance superaba los 2.400, es, por el momento, desconocida. El portavoz del Ministerio de Gestión de Desastres del Gobierno de los talibanes, Janan Sayeq, ha explicado que "es difícil señalar el número exacto de muertos y heridos, ya que hay 35 equipos trabajando allí". 

Se trata, sin duda, de una situación de "gran emergencia". Las autoridades han admitido que carecen de recursos para hacer frente a la catástrofe, con limitada maquinaria y tecnología para las operaciones de rescate. Pese a los pedidos de ayuda, el aislamiento de los talibanes ha complicado el envío.

Esta situación ha provocado que sean los propios ciudadanos, voluntarios y supervivientes los que tengan que escarbar en los escombros con pequeñas linternas, palas y las uñas. Están buscando rastros de ropa, u objetos "raros" que les ayuden a suponer la presencia de cuerpos o personas todavía con vida.

Sin embargo, según explicó Janan Sayeq en la última rueda de prensa, "el número de víctimas cambia constantemente", y "debido al gran número de aldeas arrasadas, la gente por sí misma ya no puede trabajar y solo la maquinaria funciona en los pueblos arrasados".

Por tanto, el portavoz pidió a todas las organizaciones humanitarias que tiendan su mano y ayuden a las operaciones de rescate. En cuanto a ayuda de otros países, por el momento, solo Irán ha ofrecido el envío de una veintena de fuerzas de rescate y dos perros rastreadores para las operaciones. Otras pocas naciones se han limitado a enviar medicinas, alimentos y kits de emergencia.

Se trata del tercer terremoto más mortífero desde 1998 en Afganistán, que sintió en la jornada de sábado al menos siete temblores. Es, además, la peor tragedia que han tenido que afrontar los talibanes desde que tomaron el control de Afganistán en agosto de 2021.